MIAMI, Estados Unidos. – Al igual que en Estados Unidos, donde en marzo de 1987 el Congreso declaró el mes de marzo como Mes Nacional de Historia de la Mujer —luego de que ya desde 1980 una docena de estados celebraban por su cuenta una semana en el mes de marzo—, cada país debía dedicar un mes del año a la celebración, remembranza y estudio de la Hystoria, o sea, la de sus mujeres. En Cuba, ese mes tendría que ser abril.
¿Y por qué abril? Cuando la población femenina cubana —feminista y no feminista— comenzó a organizarse en Cuba a partir de la independencia el 20 de mayo de 1902 para lograr sus derechos, surgieron varias organizaciones de mujeres en la sociedad civil cubana. Sería entre el 1 y el 7 de abril de 1923 que en La Habana se llevaría a cabo el Primer Congreso Nacional de Mujeres, que contó con la presencia de treinta y una organizaciones. Lo presidió Pilar Morlón de Menéndez; su secretaria general fue Manuela Breéis, y su tesorera Hortensia Lamar del Monte.
La agenda del congreso incluyó treinta y seis temas: el sufragio femenino, derechos económicos y políticos, reformas en la educación, la protección de los menores de edad, y poner coto a la prostitución, entre otros. Se planteó proceder colectivamente hacia verdaderas reformas sociales. Fue este el primer encuentro de mujeres en toda Hispanoamérica. Las cubanas, ¡a la vanguardia!
Dos años más tarde, entre el 12 y el 18 de abril de 1925, se celebraría un segundo congreso, esta vez con la participación de representantes de la clase obrera, y al menos una activista negra, Inocencia Valdés, del gremio de despalilladoras. Al Segundo Congreso Nacional de Mujeres asistiría el presidente electo de la República, Gerardo Machado Morales. El tema principal de este segundo congreso, al que asistieron representantes de setenta organizaciones, fue el sufragio femenino. La diversidad de entidades femeninas se manifestó en las discusiones —a veces agrias— entre feministas y sufragistas que no compartían la misma visión de la problemática nacional o sus posibles soluciones.
No hay duda de que la militancia perseverante e intensa de las cubanas —feministas y no feministas— logró el objetivo principal de la lucha sociopolítica entre 1925 y 1934: el sufragio del 50% de la población hasta ese momento privada de sus derechos inalienables. El sufragio universal, hecho ley bajo la firma del presidente Carlos Mendieta el 3 de febrero de 1934, sentó las bases de igualdad de derechos con que se convocó a la Asamblea Constituyente de 1939, que incluyó a tres mujeres como delegadas, de un total de setenta y seis.
Ese año 1939 fue un año decisivo, en que se realizó entre el 21 y 26 de abril un Tercer Congreso Nacional de Mujeres, cuyo lema fue “Por la mujer, por el niño, por la paz y por el progreso de Cuba”. Entre los dieciséis acuerdos del Tercer Congreso destacan la redacción de un Código de la Familia, lograr la erradicación de la delincuencia femenina mediante alternativas económicas, reformas al sistema carcelario de mujeres, combatir la prostitución y el proxenetismo, y un “no” radical a la pena capital.
Del caudal de ideas —en buena parte, feministas—, pleno de preocupaciones y compromisos de justicia social, responsabilidad política, anhelos netamente democráticos y enriquecido con el logro de la igualdad de ambos sexos se nutrirá la agenda de la Constituyente que elaboró la ejemplar Constitución de 1940.
En el mes de abril, a través de casi cuatro lustros, las mujeres cubanas sentaron base para cambiar la historia y hacerla hystoria. (Hystoria, con “hys” de hystera, que en griego significa “útero” o “matriz”). Y a ellas, las feministas, ¿qué les debe la sociedad moderna? Pues les debe:
- El derecho al voto, a estudiar, a casarse con quien ama, o no casarse, y definitivamente a no casarse con su violador para salvar la “honra familiar”, a interrumpir un embarazo, a la maternidad atendida médicamente, a no procrear, a adoptar un hijo aunque sea soltera, a la potestad de sus hijos.
- El derecho a la propiedad, a conducir un auto, a tener un negocio propio, a su propiedad, a heredar bienes, a tener cuentas de banco y solicitar préstamos bancarios, a firmar contratos y comprarse una casa, o las casas que quiera.
- El derecho a la igualdad y a la equidad, a un salario a la par con los hombres, a salir a la calle sin escolta masculina de la familia, al divorcio, a volverse a casar, a una orden de restricción contra un esposo abusador, a no ser acosada sexualmente por superiores, a demandar a los acosadores, a ser protegida por la ley contra el femicidio y la violación sexual.
- El derecho al trabajo remunerado y a ejercer una profesión, cualquiera que sea, a ocupar un cargo público y desempeñarse en la política, a ejercer el sacerdocio (al menos en las religiones protestantes), a ser respetada y no ser discriminada por su identidad sexual.
Institucionalmente, todo esto comenzó en abril. Le hago esta propuesta a las jóvenes feministas, periodistas, creadoras y activistas de la Cuba de hoy: utilicemos los treinta días del cuarto mes del año de ahora en adelante para observar y celebrar la visión y el coraje de tantas mujeres que nos precedieron, a conocer nuestra hystoria, y a deliberar sobre los problemas y las limitaciones que aún enfrentamos, la manipulación de la que hemos sido —y somos— víctimas a manos de la tiranía, y cómo alcanzar la verdadera equidad. “Por la mujer, la paz y el progreso de Cuba”.
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