LA HABANA, Cuba. – La profesora, ensayista e historiadora cubana Alina Bárbara López Hernández, de 58 años de edad, y su colega, Jenny Pantoja Torres, fueron detenidas el 18 de junio pasado por oficiales de la Seguridad del Estado y la Policía cuando salían de Matanzas rumbo a La Habana para desarrollar en una protesta pacífica. Ambas fueron liberadas horas más tarde, pero esa noche terminaron en el hospital debido a los golpes que recibieron.
Alina fue la más afectada: recibió un fuerte impacto en la cabeza luego de que una oficial del MININT la tumbara en el piso. También fue arrastrada hasta la patrulla, agarrada de manos y pies, e incluso halada por los pelos para meterla en el vehículo. De camino a la estación policial, la oficial le apretó tanto las esposas que, según relató luego la intelectual, el dolor llegó a ser tan fuerte que dejó de sentirlo. Fue como si se le adormecieran las manos, contó. “Eso es para que aprendas”, le dijo la mujer ante sus reclamos.
Aún adolirida, López Hernández respondió varias preguntas a CubaNet.
―Varias de sus detenciones han ocurrido con motivo de la protesta que intenta realizar cada mes. ¿Qué tipo de protesta es? ¿Con qué objetivo?
―Fue en marzo de 2023 cuando comenzó esto. En ese momento, aprovechando la conmemoración del centenario de la Protesta de los 13, que había ocurrido el 18 de marzo de 1923, me parecía un momento justo ―dada la situación de crisis absoluta, no solo económica, sino política, social, simbólica, cultural, que había en Cuba― hacer un homenaje, hacer un guiño a la historia para, a partir de aquella fecha, los 18 de cada mes hacer un acto simbólico de protesta pacífica.
Tiene varias demandas: la convocatoria a una asamblea nacional constituyente para elaborar una constitución que pueda ser aplicable en todas sus partes; la atención sobre las familias y sobre las personas, los jubilados, las personas pobres ―aquí se le dice “vulnerables” y en realidad son personas pobres―; el tema de los presos políticos, la libertad incondicional, o sea, sin exilio obligatorio; y, por último, el respeto a la libertad de expresión porque esa es la base para la honestidad cívica de las personas en cualquier país del mundo.
Quiero aclarar que, la primera vez que la Contrainteligencia intentó presionarme, yo ni siquiera había hecho esto, solo era una historiadora que escribía porque ni siquiera soy periodista; yo empecé a escribir en un medio alternativo, después fui fundadora de otro, y lo que he hecho es, de algún modo, aplicar mis conocimientos en función de mi país, tratar de ser honesta, tratar de participar en las cosas que son necesarias.
―¿Cuándo y por qué comenzó el acoso de los órganos represivos cubanos contra Ud.?
―La persecución de la Seguridad del Estado data de octubre de 2022, y yo empecé en las manifestaciones en marzo de 2023.
Cuando eres una persona que conoce sobre la historia, sobre la memoria histórica, y puedes desmontar los mensajes y la manipulación que el poder ha hecho sobre la historia como forma de moldear un actitudes comportamientos, eso es algo que molesta mucho.
Fíjate que en aquellos procesos, cuando empezaron los cuestionamientos y la falta de credibilidad del sistema socialista mundial, en casi todas las revistas lo primero que se hacía era revisar el pasado, tratar de recuperar memoria, tratar de reivindicar hechos, figuras, procesos, reinterpretar, y eso no conviene que se haga.
Y eso es lo que yo, de algún modo, he hecho, por mi formación como historiadora y como investigadora en el campo de las ideas en Cuba. Además de mis investigaciones, libros y ensayos, comencé a escribir artículos más potables, para un público amplio, en La Joven Cuba, un medio de prensa en internet.
A medida que la gente empezó a leer aquellos artículos, empezaron, de algún modo, a hablar más de mí. Yo creo que por ahí empezaron las cosas, antes de que yo hiciera absolutamente nada en el espacio público. Y eso fue lo que empezó a molestar, yo diría que mucho más que las manifestaciones que yo salgo hacer los días 18; creo que eso ha sido más dañino para el sistema que las propias manifestaciones.
―Pese a toda esta persecución, Ud. se ha mantenido en el entramado de instituciones oficiales, es decir, trabajando como editora en Ediciones Matanzas (Ministerio de Cultura), y formando parte incluso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de la Academia de Historia de Cuba. ¿Cómo es trabajar para instituciones que forman parte de una oficialidad que Ud. misma cuestiona? ¿La han amenazado con la expulsión o repudiado por sus críticas?
―Sí, yo trabajé siempre en instituciones del Estado cubano; primero en el Ministerio de Educación Superior y actualmente en el Ministerio de Cultura. En el tiempo que trabajé en Educación, por supuesto, era vista como una profesora hipercrítica, un poco conflictiva, que aunque trabajaba en un departamento de Marxismo e Historia no formaba parte del Partido Comunista ―nunca quise formar parte―. De hecho, en aquella etapa era más complicado [expresarse] porque no había todavía internet; internet entró prácticamente ya con fuerza casi en los dos últimos años en que yo trabajé en la universidad, o sea, un poco más de acceso; antes solo tenías derecho a correo electrónico y algunas otras cosas.
Yo empecé a escribir para medios alternativos [no oficiales] en el año 2017.
Realmente, en Ediciones Matanzas no he tenido ningún tipo de dificultad. Yo allí trabajo y trato de hacer lo mejor posible mi función como editora. Mi jefe y mis compañeros respetan mis ideas y no se han prestado para ningún tipo de expulsión o de presión.
Yo también soy respetuosa y no impongo absolutamente nada de mis ideas políticas. Respeto los tiempos de las demás personas porque comprendo perfectamente que el sistema en que vivimos es un sistema con rasgos totalitarios. No le impongo a nadie que evolucione o que tenga un mecanismo de ruptura sobre determinadas consideraciones como lo puedo tener yo. Y lo hago pensando en una Cuba del futuro, en la que habrá que lidiar con diferentes posiciones políticas. Y entonces voy siendo así, respetuosa, plural, desde ahora. Esto no es algo que se vaya a aprender después, esto tienes que aprender a hacerlo desde estos momentos.
―Ud. dijo en una entrevista que cuando comenzó a escribir en La Joven Cuba, un medio abiertamente socialista, creía que este modelo político y social podía ser reformable, pero que a estas alturas esa visión se ha transformado, que hoy cree que el modelo debe ser cambiado. ¿Cómo y por qué ocurrió esa transición? ¿Qué modelo político es el que Ud. desea para Cuba?
―Todas las personas evolucionan. Cuando empecé a escribir en ese medio considerada que era posible hacer una reforma del sistema, quizás económica, que trajera aparejado en el futuro un cambio político o pensaba también que, por ejemplo, el cambio de personas para dirigir determinadas funciones podía garantizar una transformación del sistema, o sea, la idea era esa; que incluso podría ser reformable con una dirección vertical, como había ocurrido en otros países del campo socialista, pero evidentemente la propia vida, la realidad, las actitudes, el Gobierno cubano, me demostraron que eso no era una posibilidad.
Y ese medio, La Joven Cuba, que yo creía abiertamente socialista, realmente no lo era tampoco; era un medio que, de algún modo, la visión que tenía sobre el Gobierno, o sea, sobre el modelo cubano, era una visión muy limitada también porque se podían criticar muchas cosas pero no el sistema político; y cuando yo empecé entonces a criticar el sistema político per se, su estructura, su funcionamiento, y dejé de creer en que era posible que ese mismo sistema pudiera transformarse para mejorar, y empecé a considerar que era necesario cambiarlo definitivamente, pues entonces ahí choqué un poco con esto.
Hay tres cosas que son muy inaceptables para cierta crítica tibia o para cierta crítica aparentemente socialista, que en realidad es una postura proestatal: una es el carácter único del Partido como centro del sistema político, la otra es la ideología única, y la otra es el carácter social de la propiedad, o sea, aparentemente social. Cuando tú empiezas a cuestionar esas tres cosas, ya eres una persona incómoda porque ya, evidentemente, llegaste al punto de entender que no puede ser reformable el modelo.
Y por eso en La Joven Cuba fui una persona no grata. Y los entiendo, hay que respetar, pero esa no era la visión que había o creí que había cuando yo llegué a ese medio.
Luego pude ayudar a formar otro medio, otra organización, que es Cuba X Cuba, un laboratorio de pensamiento cívico que sí tiene una visión muy respetuosa de lograr, mediante la educación cívica, un compromiso social de las personas con el cambio por vías no violentas, pero con un cambio evidentemente profundo, radical, tanto en lo económico como en lo político.
Yo sé que soy una persona de ideas de izquierda. Para mí, el modelo ideal debe ser un socialismo democrático, con un pluralismo, con respeto, incluso con emprendimientos, con empresa privada también, pero con una empresa pública fuerte, que verdaderamente sea controlada por la ciudadanía, con elecciones, con diversos partidos políticos.
Pero ahora mismo este no es mi horizonte; mi horizonte ahora es lograr el cambio en Cuba y, para eso, yo tengo que respetar otras opiniones políticas. Eso es lo más importante. Ahora mismo, el caso de Cuba no es si va a ser socialista o capitalista; el caso de Cuba es que tiene que ser respetuosa de los derechos de la ciudadanía y darle la oportunidad a la ciudadanía de escoger cuál es el futuro que quiere. De lo contrario vamos a seguir arando del mar.
Y claro que no va a venir el cambio desde el poder. Al poder hay que convencerlo de que tiene que cambiar mediante la presión desde abajo, que para mí debe ser por vías pacíficas, no violentas. Sin presión social, ningún sistema se ha movido y, al final, todos han evolucionado.
Yo sí creo que estamos cerca de lograrlo, lo que yo no puedo vaticinar exactamente es cuándo va a ser porque esto no es una ciencia exacta; pero sí estamos cerca.
En Cuba se está viviendo un momento histórico diferente, donde las personas poco a poco van hallándose a sí mismas como sujetos, van encontrando su voz; lo que ocurre es que hay que denunciar la represión ante esas voces que están surgiendo porque, de lo contrario, no podremos, porque nos van a aplastar a todos porque están ocurriendo cosas muy graves.
Lo que ocurrió conmigo y con Jenny aquel día, ha ocurrido en otros muchos casos pero, ciertamente, es una escalada. Cualquier cambio tiene que traer consigo el compromiso de evitar que a las personas en Cuba se les reprima de manera violenta para que no ejerzan sus ideas.
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