LA HABANA, Cuba. – Ángel Santiesteban Prats es, al decir de muchos, el cuentista cubano más importante de los que aún residen en la Isla. Además de su producción literaria, lo avalan sus premios UNEAC (1995), Alejo Carpentier (2001), Casa de las Américas (2006), Franz Kafka (2013) y Reinaldo Arenas (2016), entre otros. Es, además, el marinero que no abandona el barco: un luchador incansable contra la dictadura cubana.
Como si fuera poco, es también quien, sin hacer alarde, ayuda constantemente a las familias de presos políticos. Lo hace porque es su naturaleza, asegura.
Ángel Santiesteban pudo vivir de las prebendas y dádivas del régimen, pero se decidió por la honestidad, aunque eso lo llevara a ser víctima de algunas de las mayores injurias que pueda enfrentar un ser humano, y prefirió denunciar a quienes hacen las leyes, pero no las obedecen.
Sus vivencias, trágicas a veces, lo han vuelto incondicional con los demás, pero desconfiado en extremo. Santiesteban tiene un exquisito sentido del humor; y es recto y sentimental como pocos imaginan.
Su otra gran pasión, además de escribir y luchar por la libertad de Cuba, es ayudar y servir a los otros, incluidos sus hermanos masones. Por eso, el no nunca fue una opción cuando el director de cine Lilo Vilaplana le propuso hacer el guion de la película Plantados.
―El pasado 12 de marzo se estrenó en el Miami Film Festival Plantados, el largometraje que rememora las atrocidades del presidio político en Cuba a partir de los años 60 del pasado siglo, y del cual eres guionista junto a Juan Manuel Cao y Lilo Vilaplana, el director. ¿Qué significado tiene la película en estos momentos?
―Por lo menos históricamente lo que ha ocurrido es que, cuando termina una dictadura, salen los testimonios de los horrores de esta. Creo que, si tiene un valor que Plantados esté saliendo ahora mismo, es que nos estamos adelantando al final. Ya desde ahora le estamos diciendo al mundo los horrores que cometieron, que cometen; y que mientras más se demore en caer esta dictadura, van a seguir cometiendo estas injusticias, estos abusos, contra los presos políticos en Cuba.
Aunque la película está basada en recuerdos del pasado, yo creo que tiene vigencia en la actualidad también porque en estos momentos hay más de 130 presos políticos en Cuba siendo abusados. Recientemente, José Daniel Ferrer estuvo en el piso de una celda de castigo cerca de tres meses o más; a Aimara Nieto también la han tenido por meses en una celda de castigo sin ver a su familia; Ernesto Borges, que lleva 22 años encarcelado, se está quedando ciego, tiene varias enfermedades y no ha podido atenderse.
Yo creo que la película defiende ese espacio de los presos políticos de hoy. Y creo que también les dice a los sicarios de ahora que aquellos, de alguna manera, están pagando con la película, están pagando a través del arte esos abusos que cometieron.
―Con Plantados, el exilio ha mostrado un interés por recuperar parte de la historia, llevarla a la pantalla grande y hacer justicia. ¿Por qué crees que no se había hecho antes una producción como esta?
―Creo que el interés estuvo siempre, pero el proyecto particular del cine es muy costoso, por lo que hacen falta muchos interesados en ese fin. Desde que llegó Lilo Vilaplana a Miami, arrastró ese ánimo de hacer justicia histórica. Lilo es un patriota, y desde esa admiración comenzó a acercarse a los “plantados”, todos esos hombres que habían sufrido en carne propia todo el abuso del régimen de Fidel Castro. Comenzó con la serie “Leyendas del Exilio”, entre otros proyectos.
Los “plantados” Ángel de Fana y Ernesto Díaz Rodríguez le conversan a Lilo sobre el afán de Leopoldo Fernández Pujals, sobrino de José Pujals y empresario próspero, por hacer una película sobre esos presos legendarios en las cárceles cubanas. Por lo que llevan a Lilo a conocer a Pujals, quien ya había pagado un intento con un guionista de Hollywood, pero que no lo había convencido. Pujals da luz verde, y comenzamos el libreto con toda la investigación que Lilo ya había hecho. Finalmente, a Pujals le gusta el guion y se comienza el proyecto millonario.
Con el financiamiento millonario que recibió la película de los espías (La Red Avispa), nosotros hacemos cinco largometrajes y de mejor calidad. Lo digo convencido porque ya tenemos nuestro primer intento; y ahora los críticos y el pública dirán.
Estoy muy contento con el producto de arte final. También me alegra que sea una película hecha para un público universal. Son conflictos humanos que atañen a cualquier ciudadano del país que fuere.
―A pesar de que ya conocías el libreto, estabas llorando durante el estreno de la película…
―Cuando veo la película me conmueve como si yo no hubiera sido parte del guion. No te puedo negar que mientras lo escribía me era muy difícil. Altamente difícil. Y cuando veo la película se me agolpan todos los recuerdos que tengo desde aquella prisión a mis 17 años.
Yo estuve en las famosas “gavetas” de La Cabaña; les decían en mi época “la ratonera”, apenas un pasillo donde no cabíamos ni de pie. Ahora pudiera dar risa, pero en el día nos íbamos rotando quiénes se agachaban y quiénes se quedaban parados, y en la noche nos exigíamos una compostura heroica: establecíamos horarios con turnos de sueño acostados y de pie, pero infaliblemente al amanecer caíamos desmayados, inconscientes por la vigilia, y nos sorprendíamos en un retorcijo de cuerpos humanos, donde lo mismo podíamos despertar con los dedos del pie de otro en el rostro o la saliva de alguien humedeciendo al de abajo; entonces nos acomplejábamos y cada cual se recogía, y advertíamos que eso no podía volver a suceder, pero siempre amanecíamos igual.
Una vez me pusieron con los (condenados a) penas de muerte, que eran presos comunes. Dos de ellos habían matado a dos policías. Como sabían que iban a morir, odiaban a todos los demás. Tuve una trifulca con ellos y me golpearon por un rato; nunca he sabido como resistí tantos golpes. Esa experiencia la convertí en un cuento que está en el libro Dichosos los que lloran. De todas maneras, antes de llegar a la celda, ya los guardias me habían dado otra golpiza con las mangueras de gomas que usaban, y a veces les parecía poco y sumaban patadas y piñazos. Si mal no recuerdo, a esa edad se es de goma, creo.
Por supuesto que todo eso me conmueve cuando lo escribo o cuando lo veo actuado en la película. No lloro por mí, lo hago por los presos, principalmente (por) los políticos que se encuentran cautivos en la actualidad, pero en general por todos de los que abusan, que, aunque sean comunes, son seres humanos.
Pienso en Aimara Nieto, en Ernesto Borges, en Denis Solís, entre muchos otros. Estos dos últimos me llamaron por teléfono hace poco. Trato de mantenerme en contacto con los que sufren. Pienso que no se hace suficiente por ellos y sus familiares.
―¿Con Plantados se busca reivindicar y dar a conocer a estos héroes que inconcebiblemente han estado por tantos años en el anonimato histórico?
―En principio, la película es un acto de justicia histórica. Muchos de ellos han muerto, no podrán verla, pero otro grupo podrá verse reflejado en los personajes. Plantados busca, sobre todo, que con ese acto de justicia se haga público todo el abuso que se cometió y que, aún hoy, se comete contra los que encarcelan por pensar diferente. Necesitamos que el pueblo de Cuba abra los ojos, que los ingenuos conozcan la realidad de la Cuba de ayer y de hoy. Lo que necesitamos sacar del anonimato es el abuso del régimen.
Estoy convencido de que la herramienta de las redes es el arma más devastadora contra la dictadura. Ya nada queda en el silencio. Cualquier injusticia que cometan se puede ver en el acto mismo. También las noticias viajan en tiempo real. Es lo mejor que le puede suceder a la oposición. El totalitarismo se desacredita constantemente con sus propias acciones abusivas.
―Plantados está inspirada en aquellos presos políticos que se enfrentaron al régimen y por eso fueron torturados y fusilados. Más allá de estas historias esenciales, ¿plasmaste parte de tu vida personal en el guion?
―Yo estuve encarcelado en dos ocasiones, la primera vez un año y dos meses y la segunda dos años y seis meses. Es imposible no volcar todas las experiencias de uno en sentimientos que le afloran a la hora de escribir los personajes. Independientemente de que tenía los testimonios de muchos de los presos políticos, de los “plantados” reales, también puse experiencias vividas por mí; y una vez que salió la película fue algo raro, la vi de una manera más distante. Cuando uno la escribe la ve de una forma y ya cuando sale parece de otra persona, es la magia del cine. Esas partes que conozco perfectamente me conmovían igual.
―Fuiste preso político. En 2013 cumpliste dos años y medio de privación de libertad por los supuestos delitos de “violación de domicilio” y “lesiones” contra una expareja. En el juicio en tu contra, el periodista Iroel Sánchez podría haber sido uno de tus testigos. ¿Cuál es la relación que tiene esta persona con tu última imputación?
―Iroel Sánchez es un talibán, un hombre dañino para la cultura cubana. Llega ahí a través de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Él es un cuadro del Partido, un cuadro ideológico que llega a la cultura para dirigir el Instituto Cubano del Libro. Es un hombre muy trabajador y nefasto. Un ser que no tiene conciencia de la justicia. Iroel puede, en nombre de su Revolución, cometer las injusticias más grandes sin remordimiento alguno. Por salvar al régimen, a lo que él considera su ideal, es capaz de las bajezas más inverosímiles.
El 28 de enero de 2013 entré a prisión sancionado a cinco años por “violación de domicilio” y “lesiones”. En el juicio no hubo una prueba contra mí, de hecho, el día en que se suponía que yo había entrado a ese domicilio, estaba en una logia y, en esa logia, había más de 50 personas esa noche que podían ser testigos de que eso no era posible porque no podía dividir mi persona para estar en tantos lugares a la vez. Pero las pruebas no eran importantes y en el juicio quedó más que demostrado; lo importante era sacarme de las calles.
Precisamente Iroel Sánchez fue testigo de que la acusación que me hacían (en 2013) era injusta. En la Feria del Libro de 2009, yo había ido a apoyar afuera de La Cabaña un libro que el escritor Orlando Luis Pardo Lazo había lanzado extramuros. Iroel y yo conversábamos y llega esta persona que después es la que me acusa de que yo había entrado a su casa. Él fue testigo de una situación de acoso hacia mí por parte de la misma, se sorprende al verla así y me lo comenta. Sin embargo, después se presta para la firma de la carta de ocho mujeres que iniciaron una campaña en mi contra.
Es una gente sin escrúpulo, sin conciencia, al final él era el presidente del Instituto (Cubano del Libro) y nosotros sus escritores. Más tarde escribe en Ecured (es el coordinador de esta enciclopedia), y da a entender que yo fui sorprendido in fraganti realizando el vil acto del que se me acusó. En el juicio no hubo ninguna prueba contra mí, sin embargo, todo el que lee Ecured se debe llevar la impresión de que yo sí cometí el delito, y más que eso que fui sorprendido. Ojalá yo pudiera denunciar eso algún día. Es un tipo de mala saña, una mala persona y un perseguidor de los escritores en Cuba.
Ya está más que desenmascarado todo aquello que sucedió. Estuve dos años y medio encarcelado y nunca dejé de hacer activismo. Fueron como años sabáticos que tuve para trabajar en mi literatura y también para denunciar y defender a los presos. Donde yo estuviese los guardias no cometían abuso, se cuidaban de no hacerlo porque inmediatamente yo hacía la denuncia a nivel internacional y no les gustaba.
―¿Crees que se hace suficiente por los presos políticos en Cuba?
―Creo que se pudiera hacer más por la libertad de los presos políticos en la actualidad. Estoy convencido. No me gustan los egos de las personas que tratan de sobresalir asumiendo lideratos y que, sin embargo, se olvidan de los prisioneros de conciencia. Creo que la primera exigencia que tiene que tener toda plataforma política es la libertad de ellos. En cada encabezamiento lo primero que se debe exigir es eso. No sé si en mi caso sea porque de alguna manera tengo adentro ese dolor de haber sido encarcelado injustamente por pensar diferente, pero tengo la misión de gritar por todos esos presos políticos.
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