LA HABANA, Cuba. – No se trata de un padrino para recibir el sacramento de la Iglesia que confiere el carácter de cristiano, porque ya son cristianos. Lo que Armando López Martínez y sus cinco hijos quieren es el bautismo de fuego para su primer combate y lograr su propio grupo musical, donde padre e hijos canten lo que ellos componen: boleros, sones, guarachas, salsa y reguetón (sin contenidos chabacanos, dicen).
Armando llegó a La Habana en 1969. Desde los 18 años está ligado a la música: no pasa un día que no cante entre amigos o solo en su casa. Comenzó con grupos callejeros; luego, integró la Orquesta Novedades y Cuban Salsa y, por último, en la década de los 70, cantó en el Conjunto Los Bocucos, agrupación fundada por Pacho Alonso.
Tuvo la dicha de tener cinco hijos locos por la música. Ahora viven en su casita de la calle Quinta B, en la comunidad de Santa Fe, muy cerca del mar habanero.
“Actualmente ―me dice― el panorama no es nada halagüeño, como años atrás, cuando se conocieron figuras como Polo Montañés, Ibrahim Ferrer y otros. No hay programas en la televisión cubana en busca de nuevos valores”, lamenta.
Hace varios días fue publicado en el periódico Granma el artículo “¿Racismo en la música cubana?”. Al respecto, Armando comenta: “En Cuba nunca ha habido racismo en la música, muy bien representada siempre por negros y mulatos en la televisión y la radio. Eso sí, hay discriminación con los autodidactas, sobre todo a nivel institucional”.
“Desde tiempos bien remotos, aquellos iluminados populares que triunfaron ―ya sabemos quiénes fueron― hoy no triunfarían. La Empresa Benny Moré no promueve a nadie al comienzo de su carrera. Importan los graduados de escuelas y no miran ese don tan especial con el que nacen ciertas personas que, sin necesidad de estudios, sobresalen por encima de muchos. Recordemos a Los Matamoros, Sindo Garay, Benny Moré, Barbarito Diez, Joseíto Fernández, María Teresa Vera, Celia Cruz, Las Hermanas Lago y muchos otros que llegaron a la cima de su fama porque el pueblo los había consagrado”, explicó.
“Lamentablemente ―dice―, la Empresa no hace nada por captar talentos, verdaderos autodidactas que, desconociendo el pentagrama, esas cinco líneas paralelas en las cuales se escribe la música, sobresalen por ley de la vida”.
“Como muchos que conozco, mis hijos y yo estamos a la espera de una buena oportunidad. Tenemos fe en que algún día el destino nos proporcione un mánager para enfrentarnos al bautismo de fuego, porque hay que saber esperar”.
Armando López Martínez nació en octubre de 1965, en Guantánamo. Él es un Don Quijote que mueve cielo y tierra por conquistar su ideal, aunque resulte incomprendido por sincero, susceptible, e innovador de frente al impenetrable ambiente profesional de la música cubana actual.
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