LA HABANA, Cuba.- Nuevamente echan mano a la vieja y contraproducente “solución”: topar “algunos” precios, ahora para los transportistas privados que, como reacción, amenazaron con ir al paro o con entregar las licencias, cuando este 9 de junio entraron en vigor las nuevas tarifas por rutas, anunciadas por el Gobierno de La Habana y que llegan con amenazas de fuertes multas contra los choferes que no las cumplan.
Si bien la escalada de precios ha continuado en alza y de forma acelerada en el transporte, más a raíz de la escasez de combustible, estos solo han sido el reflejo de algo similar que ha venido sucediendo —incluso la víspera de la nefasta “Tarea Ordenamiento”— en la economía cubana con absolutamente todos los precios de bienes y servicios, hasta en ese sector estatal donde solo saben de copiar, y muy bien, los precios del mercado negro para establecer los suyos e inmediatamente mandar a aniquilar con multas a la competencia, es decir, a los “ilegales”.
Así ha sucedido siempre tras un tope de precio, es decir, ha sido o el preámbulo de una “resaca” de subida de precios para los bienes y servicios estatales (argumentando un desequilibrio con la “realidad”, una “puesta al día”), o la jugada de unos cuantos camajanes de este río revuelto que nace por allá arriba (donde se hace más trampa que ley) para que en unos meses la demanda haga lo suyo, así como pasó con el tope de precios de las viandas, frutas y vegetales en las tarimas particulares, y ahora, ya pasado el tiempo, el precio de una libra de boniato casi va ocupando el 10 por ciento de la pensión de un jubilado, así como una barra de queso en las tiendas en MLC ha ido probando fuerzas con el bolsillo de quienes reciben remesas del exterior.
Por tales razones, no son pocos los que han comenzado a preguntarse qué es lo que realmente esconden tras la medida, puesto que llega para topar precios en el transporte privado, diciendo que en respuesta a un “reclamo popular”, pero contradictoriamente, aun cuando son mayores los reclamos del “cubano de a pie”, dejan sin topar los precios de los alimentos y artículos de primera necesidad que comercializan mipymes y tiendas en MLC a precios mucho más inalcanzables que los de un “almendrón” que va de Mantilla al Parque de la Fraternidad.
Los taxis sí, pero los alimentos no, aun cuando ahora, cuando el salario de un trabajador no da ni para el transporte estatal, es que debieran toparlos, pero la escasez de aceite, arroz, harina, leche y todo cuanto se necesite para “matar el hambre” ha hecho crecer los bolsillos de unos cuantos con esa “jugada magistral” de hacer desaparecer algo para luego “aparecerlo” a precio de “sálvese el que pueda”.
Sucedió con el aceite, y ahora se le encuentra en cualquier lugar a 800 pesos el litro, y así sucederá en breve con la gasolina cuando la desesperación de los choferes los lleve a aceptar que en los servicentros estatales (y quizás hasta en los “privados” que estén por crearse, bajo la forma de “mipymes”, en un futuro no lejano) se la cobren en MLC. Si al final los cubanos aceptamos todo lo que venga de arriba: el CUC, la MLC, el PCC y hasta el mismísimo cuento de la “buena pipa”.
Aunque también están quienes sospechan que esta medida en el transporte privado apenas es el paraguas de otra que estaría por llegar, y que tiene en la diana a esos mercadillos de “mipymes” que molestan no tanto por los precios excesivos como sí por la sombra que hacen a otros “emprendimientos” (estatales y particulares) igual dirigidos a ese pequeño grupo de cubanos con cierta solvencia económica.
Negocios como las tiendas en MLC donde, habiendo el producto caro pero en moneda nacional ya no es obligatorio visitarlas, o los de las ventas online, desde el exterior, que han comenzado a volverse menos necesarios cuando el cliente en Cuba ya puede encontrar los mismos productos en la esquina de la casa. Caros, sí, pero sin el inconveniente de no ver exactamente lo que compra el familiar en el exterior, que casi siempre paga mucho más que lo que pagaría enviando los dólares en efectivo a los familiares para que le saquen más provecho en el mercado informal.
Pero esos dólares de las compras online, que de alguna forma siempre terminan en las cuentas del régimen, ya como “proveedor” o como “socio”, tienden a disminuir según aumenta el dólar físico en el mercado informal, teniendo casi como único destino a los dueños de las mipymes que importan directamente sus mercancías. Un flujo que llega del exterior y retorna al mismo lugar, sin pasar por los bancos de la Isla, algo que fue pensado cuando dieron luz verde a la creación de mercadillos privados pero que no imaginaron la magnitud que alcanzaría.
¿Y ahora cómo dicen Diego cuando apenas ayer dijeron “digo”? Quizás volviendo a usar como pretexto al mismo conejillo de Indias de toda la vida, es decir, a los taxistas privados.
Lo hicieron una vez cuando necesitaron favorecer a las agencias de taxis estatales con respecto al turismo internacional, luego más tarde cuando se inventaron las cooperativas de taxis ruteros y quisieron acaparar todo el pasaje, y aunque en esas ocasiones los choferes amenazaron con paros y huelgas la realidad es que la sangre jamás llegó al río, es que ni siquiera hubo sangre. De modo que si hay que empezar a poner trabas a los “privados”, mejor comenzar por donde siempre han comenzado, y luego avanzar hacia el objetivo principal.
Lo cierto es que ya desde el mismo día en que anunciaron la medida, aún sin que entrara en vigor, muchos choferes decidieron parquear sus autos y no volver a salir hasta que “se calme la cosa” porque, como todo el que pasa el día y la noche en la calle, “en la caliente”, de aquí para allá, prestando oídos a todo cuanto hable “de más” el desconocido que sube al taxi, sabe que cuanto está por suceder no tiene a los “precios abusivos” como objetivo principal, sino como justificación que beneficia a algún “abusador” de por “allá arriba”. Los taxistas privados en Cuba son como la bola de billar, que solo es golpeada para que, por carambola, se lleve a otra más importante a la tronera.