LA HABANA, Cuba. – Entre los años 2004 y 2007, 65 niños de la barriada de Los Sitios, en Centro Habana, con edades comprendidas entre los 7 y 10 años, fueron sometidos a análisis para determinar los grados de intoxicación por plomo. La pesquisa, realizada por un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología (INHEM), de Cuba, arrojó que el 46,2 % de los infantes sobrepasaban los niveles aceptables para los adultos por la Organización Mundial de la Salud (10,0 μg/dL), y que el 67,7 % ya mostraba problemas de aprendizaje, asociados a la intoxicación con este metal pesado.
Según los científicos, que recomendaban extender la investigación a otros territorios de la capital, el grupo de los afectados presentaba “habilidades lectoras descendidas, vocabulario más limitado, razonamiento pobre, reacciones muy lentas y una deficiente coordinación psicomotora”. Además, se planteaba la preocupación por las consecuencias a largo plazo, debido a que la exposición al plomo se asocia no solo con la disminución del rendimiento escolar sino con alteraciones en la audición, el comportamiento, la baja autoestima, intentos suicidas, síndromes depresivos, agresiones, pudiendo llegar al retraso mental o la muerte.
Tal vez porque la investigación comprometía algunos “temas tabú” en el debate público oficial como son la infancia, la salud y las malas condiciones de vida de los cubanos, de los resultados no se hicieron eco los medios de prensa nacionales, a pesar de que fueron publicados en el número 47(2) del 2009, de la Revista Cubana de Higiene y Epidemiología [se puede consultar en http://scielo.sld.cu. La mayoría de las investigaciones mencionadas aquí son accesibles en internet] y que años atrás, en 2003, la propia revista del INHEM había dado a la luz un estudio1 de varios de sus investigadores sobre los niveles de plomo también en niños del municipio Centro Habana, quizás entre los más afectados por las malas condiciones higiénico-sanitarias y por estar ubicado en una zona altamente contaminada.
Trabajos como los anteriores se unen a la lista de investigaciones desarrolladas por científicos cubanos, pertenecientes a instituciones oficiales, que señalan los efectos catastróficos de la ineficaz política ambiental de la isla, sobre todo por la relación que guardan con los daños directos a la salud humana.
Fuentes oficiales constatan la problemática
A principios del 2015, el primer número de la revista digital Ciencia en su PC, correspondiente a enero-marzo, publicó el extracto de una tesina2 de un grupo de investigadoras de la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, sobre la baja percepción de riesgo y la desinformación de los pobladores de las comunidades pesqueras acerca de la contaminación por metales pesados en las aguas de la bahía y zonas aledañas.
De acuerdo con el estudio, a pesar de que el ecosistema de la bahía de Santiago está altamente contaminado, no existe una estrategia del gobierno para frenar los efectos negativos de los metales pesados en la salud de los habitantes de la ciudad. De igual modo, los pobladores e incluso los trabajadores de las cooperativas pesqueras no reciben ninguna información sobre la nocividad de las aguas y de los alimentos que extraen de ellas.
La de Santiago de Cuba es, después de la bahía de La Habana, la más envenenada de la isla y en ella descargan varias fuentes contaminantes como la Central Termoeléctrica Antonio Maceo, la Planta Galvánica de la Empresa Conformadora 30 de Noviembre, la Empresa Textil Celia Sánchez, los talleres de reparación de la Empresa Eléctrica y el Poligráfico. Todos emplean los ríos principales y sus afluentes para descargar los desechos sin ningún tipo de filtraje efectivo.
A pesar de esto, según la investigación, en la zona “todos alegan que jamás se les ha impedido pescar (…). Esta prohibición de pescar se les ha hecho solamente en el caso de existir un brote de enfermedades diarreicas y, por supuesto, en el caso de veda, como con el camarón. (…) Ninguno de los entrevistados de las bases de pesca conoce acerca de los metales pesados, ni siquiera han escuchado este término”.
Igual desconocimiento del fenómeno muestran los pobladores de otras regiones del país también visiblemente afectadas por la contaminación. Las políticas de ocultamiento por parte del gobierno en la mayoría de los casos responden a estrategias económicas, como se infiere de aquellas investigaciones que relacionan los niveles de cáncer con el grado de contaminación de las aguas en regiones mineras o altamente industrializadas.
En el informe de la investigación “Estrategia de producción más limpia para el taller galvánico de INPUD” (2006)3, los autores, pertenecientes a la Universidad Central de Las Villas, reconocen que el principal factor que impidió diseñar un sistema de filtraje de metales pesados y residuos tóxicos en el taller galvánico de la Industria Nacional Productora de Utensilios Domésticos (INPUD) fue la imposibilidad de desarrollar medidas de protección ambiental porque estas elevaban los costos de producción, un lujo que no podía darse la economía cubana, mucho menos en medio del programa de la llamada “Revolución Energética”, impulsada por Fidel Castro, donde se les obligó a aceptar el compromiso de producir 350 000 ollas de presión con destino a la “Batalla de Ideas”.
Según los investigadores, en aquel momento, “el tratamiento al final del tubo [filtraje de contaminantes vertidos a los ríos y presas] mejoraba el problema de la contaminación pero no reducía los costos [de producción]”, en un taller que empleaba tecnología checa de 1964, “con un elevado deterioro tecnológico y una obsolescencia manifiesta”.
En 2001, el taller había puesto en funcionamiento una planta de tratamiento de aguas residuales pero, al poco tiempo, presentó problemas constructivos por lo que continuaron vertiendo directamente los desechos del cromo y el níquel a un pequeño arroyuelo y de este a la presa Arroyo Grande, perteneciente a la cuenca Río Sagua la Grande con más de 2000 km2 de extensión.
Este vertimiento en los acuíferos de la región pudiera estar relacionado con los niveles de cáncer que reporta la provincia de Villa Clara, donde se registra la mayor incidencia de casos en la isla, según reflejan las estadísticas del propio Ministerio de Salud Pública de Cuba.
En ese sentido, una investigación titulada “Contribución a la gestión ambiental en el contexto de las producciones agrícolas urbanas en la ciudad de Santa Clara”, y desarrollada entre los meses de enero y febrero de 2009, por un colectivo de autores pertenecientes al Centro Meteorológico Provincial y al Centro de investigaciones Agropecuarias de la Universidad Central de Las Villas, encontró altas concentraciones de plomo, cadmio, níquel y otras sustancias dañinas en los suelos y las aguas de varios sistemas de producción agrícola urbana de la ciudad de Santa Clara. Al compararlas según lo establecido por la norma cubana NC-493, del 2006, se observó que “en los organopónicos las concentraciones de metales pesados fueron mayores (…), con posible riesgo en algunos casos para la salud humana”.
Estudios similares, pero focalizados en las zonas petroleras de Boca de Jaruco, en Santa Cruz del Norte, o en un poblado cercano a una mina de oro en la Isla de la Juventud, demuestran que una de las razones fundamentales de que no trasciendan las investigaciones y de que no se tomen medidas urgentes, son los intereses económicos del gobierno.
En el 2003, la revista Ciencias de la Tierra y el Espacio [Vol.4, pp.27-33], publicó la investigación “Arsénico y metales pesados en aguas del área Delita, Isla de la Juventud, Cuba”, de un grupo de científicos del Instituto de Geofísica y Astronomía y del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos.
En el texto se habla de “una reducción del límite máximo permisible para arsénico en agua potable”, lo que hubo de desencadenar la aparición de enfermedades crónicas como el cáncer en personas que durante largos períodos habían ingerido agua potable con letales concentraciones de arsénico.
Poblaciones del Batey de la Mina y de la mina de oro Delita, al Suroeste de la Isla de la Juventud, estuvieron y están expuestas a concentraciones de arsénico superiores al límite de detección. Tan solo en la estación Manantial La Mina se registraron valores que superan tanto la Norma Cubana de 50 mg.L-1 como el valor guía de la Organización Mundial de la Salud, de 10 mg.L-1.
El fin “benigno” de las investigaciones
A pesar de estas alarmantes mediciones, según expresan los propios investigadores, todos los estudios clínicos que se han realizado en la zona por organismos gubernamentales interesados en el desarrollo turístico del territorio, fueron con la expresa finalidad de demostrar los “beneficios terapéuticos de las aguas y barros de Delita” y no para relacionar la aparición y comportamiento de enfermedades diversas con la ingestión y uso externo de aguas arsenicales.
El grupo de investigadores cubanos da cuenta del impacto nocivo en la salud de los pobladores del llamado “municipio especial” que, en los últimos años, ha mostrado un comportamiento ascendente en la tasa de mortalidad por causa de enfermedades cerebro-vasculares, sobresaliendo notablemente por encima de otras regiones del país: “el Policlínico donde son atendidos los pobladores del Batey de la Mina, del Consejo Popular no. 6 Argelia Victoria, ha mostrado un incremento notable en los años 1994, 1996 y 1999”.
“Si se considera”, continúa el informe final de la investigación, “el tiempo de tránsito de las aguas subterráneas de Delita, que es de 13 años (…) y se le resta a la fecha del primer incremento de las muertes por esta causa (1994) esos años, la fecha resultante es 1981, que marca el inicio de la década en que se realizaron los más importantes estudios de exploración en la mina, así como también se realizó (1982) el desagüe de esta y el vertimiento directo de las aguas subterráneas a la superficie, pudiendo existir alguna relación entre estos eventos. (…) Por otro lado, aunque no existe un estudio detallado por policlínicos y áreas que indique el comportamiento de las muertes por tumores malignos, esta dolencia constituye la primera causa de muerte en adultos así como también de mortalidad prematura en el municipio, también con tendencia ascendente en la última década. El cáncer de pulmón (…) ha mostrado un incremento asustador entre los años 2000 y 2001 para todo el municipio”.
Según otros investigadores, el área del yacimiento Delita es estimado como un sector perspectivo para la mineralización de uranio, siendo identificada, en una muestra del pozo, una concentración considerable de este elemento.
Los miles de datos ofrecidos en las investigaciones realizadas por las propias instituciones científicas estatales desbordan los límites de estas páginas y, a la vez, contradicen en muchos aspectos el discurso oficial del gobierno cubano que habla de programas de salud y de estrategias educativas, pero que persiste en ignorar una verdadera catástrofe ambiental que amenaza con transformarse en otra pesadilla más de ese nuevo capítulo de la revolución cubana que han dado en llamar “socialismo próspero y sostenible”.
Referencias
1Aguilar Valdés, J. et al., “Niveles de plomo en sangre y factores asociados, en niños del municipio de Centro Habana”, Revista Cubana de Higiene y Epidemiología, 2003; 41(1).
2 Rodríguez Heredia, Dunia et al., “Educación ambiental vs. baja percepción acerca de la contaminación por metales pesados en comunidades costeras”, Ciencia en su PC, 2015, enero-marzo, 1, 13-28. Centro de Estudios Multidisciplinarios de Zonas Costeras (CEMZOC), Universidad de Oriente, Santiago de Cuba.
3 Cachaldora Francisco, Isidro Javier et al., “Estrategia de producción más limpia para el taller galvánico de INPUD”, Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (2006).
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