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Carlos Lechuga: “Estamos muy jodidos como país”

El cineasta conversó con CubaNet sobre su libro "Ni Santa ni Andrés", en coautoría con la escritora Adriana Normand, donde detalla toda la censura y acoso que padeció en Cuba por su filme "Santa y Andrés"

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MADRID, España.- El cineasta cubano Carlos Lechuga presenta por estos días el libro Ni Santa ni Andrés en la Feria del Libro de Madrid. La publicación, en coautoría con la escritora Adriana Normand, refleja la censura y acoso que padeció en Cuba desde que presentara su película Santa y Andrés para participar en la 38 edición del Festival de Cine de La Habana. Sobre los interrogatorios, vigilancia y boicot a que fue sometido, Lechuga ofreció declaraciones a CubaNet. Además, conversó sobre el proceso creativo del libro y dio algunos detalles de sus nuevos proyectos.

¿Cómo llega Ni Santa ni Andrés a la Feria del Libro de Madrid?

Llega gracias a la invitación de la editorial Verbum que tiene un equipo de trabajo maravilloso. Son editores a los que respeto mucho y mira, las sorpresas de la vida, he tenido la suerte de ser publicado por ellos.

Además, llega en un buen momento. Esta es una historia que ha estado sobre mis espaldas por unos seis años. Todo lo que pasó ha estado tratando de enterrarme. De romperme. Pero bueno, la lucha entre las ganas de no convertirme en un trapo de persona y la oscuridad… nada, creo que ha ganado la luz. Lo positivo.

Estoy en un momento muy bonito, tengo un par de libros, varios proyectos y una película por estrenar.

¿Cómo ha sido la experiencia en la feria y la acogida que ha tenido el libro?

Bueno, en la feria estuve unas pocas horas y me pareció un lugar muy bonito. Es muy especial ver llegar a amigos, familiares, familiares de conocidos, gente que te sigue desde Cuba. Ya sabes que en Madrid hay más gente que en La Habana. Tener cerca a gente que admiro mucho como Mariana Enríquez, que estaba firmando a solo unos pasos, es un lujo.

Con respecto a la acogida, mira… hoy mismo me escribió una amiga de Cuba y me dijo: “Acá tengo el libro, me lo estoy leyendo”.

“De espanto todo”, me puso. Me dice además que entendía mi paranoia. La paranoia que tenía antes de irme. Y es verdad, después de todo este proceso yo me quedé un poco turulato. Como si el país, la gente de la cultura, me hubiera hecho una herida. Ahora me acuerdo de las placas, de los scanners médicos de una vieja figura de la cultura cubana que había pasado por muchas cosas parecidas y en las placas aparecían unas cicatrices en el cerebro. Eran daños emocionales. A mí toda esta experiencia casi me rompe. Pero como dicen los reguetoneros, me dobló, pero no me partió. Creo que he podido salir bastante bien de todo.

Me llegan muchos mensajes. Me acaba de llegar un mensaje de una lectora que me dice que hice bien en escribir el libro. Que hice bien en sanar. Que es coherente todo con mi idea de recuperar la memoria y sanar. Eso me gusta.

Carlos Lechuga en Feria del Libro de Madrid junto a Paula Labrador y Lili Vigil. (Foto: Santiago Domloje)

― En el libro detallas la censura y acoso que padeciste desde que presentaste Santa y Andrés para que participara en el Festival de Cine, un acoso que pasó por interrogatorios, vigilancia y boicot a tu película en festivales internacionales… ¿Cómo ha sido revivir todo esto para la redacción del libro? ¿Qué sientes ahora que han pasado algunos años?

Revivir todo me ha dado mucho dolor. Pero bueno, ahí está Adriana para cogerme la mano y ayudarme a avanzar. Siento que sin tener que llevar a nadie a juicio, es importante que toda la verdad sea contada. En aquel momento por el miedo yo callé. Pero ahora, ahora todos los que se porten mal tienen que saber que todo en la vida se va a saber. Ahora yo estoy en otra historia. Hasta contestarte esta entrevista me da mal rollo, lo que como te conozco y te aprecio, bueno… Yo sané. Estoy en una talla linda.

Ahora siento que los censores son unos viejos tristes y enquistados que no tienen nada de obra y algunos de ellos no tienen siquiera para comprarse un paquete de ajo pelado. Sin embargo, la película está ahí.

También explicas que tu primer “desencuentro” con las autoridades del ICAIC había sido con Melaza, cuando te pidieron quitar los agradecimientos al ICAIC. Dices que tus primeras reacciones fueron de sorpresa. ¿Podrías explicar un poco esta incredulidad, en un país donde son múltiples los ejemplos de censura a los artistas?

Porque yo era un pijo. Niño blanco del Vedado. Nieto de embajador. Si llego a ser un performer negro de Centro Habana estaría preso al lado de Luis Manuel Otero. Por eso creía que la revolución tenía problemas, pero nunca imaginé que el país estuviera en manos de unos mafiosos.

Porque lo que veía a mi alrededor era todo de la zona de Vedado y Miramar. Por suerte abrí los ojos. Ahora no creo nada de nadie que tenga que ver con el Estado cubano. También hablamos de un momento donde no había tanto internet y donde era difícil leer los testimonios de los presos, los censurados.

Yo era muy inocente y hablaba con el corazón con unos cerdos monstruosos.

¿Qué crees que tiene que pasar en Cuba para que los realizadores dejen de ser censurados? / ¿Crees que está cerca ese momento?

―  La respuesta que está en la punta de la lengua es fácil y es la que dicen todos: “Lo que tiene que pasar es que se tiene que caer la dictadura”. Pero pensándolo un poco más creo que deben cambiar muchas cosas, se deben formatear muchas mentes. Los cubanos estamos cargando con una cruz muy grande. Es bien complejo. Creo que estamos bien lejos de ese momento. Ando últimamente pesimista y creo que no va a cambiar nada.

Lo más triste de todo es que en Cuba los funcionarios, los artistas, las personas de mayor edad no ayudan, no apoyan, no aconsejan a los jóvenes artistas. Es una aberración total de todo. Los funcionarios censuran, los artistas desconfían de los jóvenes, les ponen trabas y prefieren que se vayan lejos antes de tenerlos como competencia. Hay una generación muy triste en Cuba, que es esa generación a la que no le dejaron hacer nada. Es una locura que se hable de alguien de 60 años como “nueva generación”. Claro, es un país donde por más de 60 años ha habido un solo jefe que no ha dejado que nadie le haga sombra. Lo triste es que luego, del jefe para abajo, todo el mundo replique la misma forma. Me recuerdo de un escritor famoso que me dijo: “A ti lo que hay es que ponerte bastantes trabas… para que salgas adelante”. Cuba es una aberración.

Es muy jodido, y la gente nunca se cree lo que digo, pero nosotros (la productora Claudia Calviño y yo) solo hicimos una película, no conspiramos, no tratamos de tumbar al Gobierno; y por hacer esa película nos cayó arriba todo un andamiaje pesado que está construido para destruirte.

Un andamiaje formado por tres partes:

La Seguridad del Estado por un lado haciéndose la que quiere ayudar mientras te manipula sin dar la cara para que uno se entierre más. Estaban locos por salir de nosotros. Habíamos visto mucho y ya no les quedaba otra cosa que eliminarnos. Son una trituradora de carne. Pero nadie que no lo haya sufrido puede entenderlo.

Los cineastas que nos apoyaron… La mayoría con muy buenas intenciones, pero entre todos había gente que tenía un plan B. Gente que no confiaba en nosotros (dos simples muchachos) y que lo que querían era quitar a Abel Prieto de su puesto.

Y los funcionarios y los artistas de la UNEAC que querían eliminarnos. Para no perder sus puestos nos entregaron directamente a la policía.

Nada, estamos muy jodidos como país. Todos somos culpables.

Abel Prieto compra a los artistas y se queja de que después de que les da un premio nacional o cualquier otra mierdita, los artistas actúan como si fueran libres. Esta gente son una mafia. El que no ha chocado con ellos apela al lado bueno. Humano. Pero estamos hablando de mafiosos. De gente baja. Mala. Que no tienen ni este respeto por los individuos, por los artistas, por la obra… son solo policías, pero de los brutos. De los feos.

Aunque no es tu primera publicación, tu carrera la has desarrollado en el cine. ¿Cómo te decides a empezar a escribir, y especialmente Ni Santa ni Andrés?

―  Bueno, la verdad es que yo me paso más tiempo escribiendo que dirigiendo. Si sumamos los días de rodaje de mis tres películas no creo que llegue a cien días. Tengo 39 años y desde los 20 estoy escribiendo guiones. Por cada guión que se realiza tengo otros cinco o seis que no se han hecho. O sea, desde el inicio, me he acercado al cine tratando de desentrañar estructuras, situaciones. Decía Juan Carlos Tabío (mi mentor) que la parte que más le gustaba de todo era la creación del guión. Pero bueno, respondiendo a tu pregunta, luego de la censura de Santa… pensé que más nunca iba a poder filmar.

Acostado en el sofá de casa de mi madre tuve que ponerme a pensar y reinventarme. Una amiga me dijo: “¿Por qué no escribes algunas crónicas?” Y así empecé a escribir para un blog y luego para par de revistas y así me fui acostumbrando a escribir textos que no eran guiones.

Durante la pandemia escribí mucho. De esa experiencia salió un libro: En brazos de la mujer casada.

A mí me había afectado mucho toda la situación que se había creado con la película. Me sorprendió el trato de la policía secreta (yo era un ingenuo en aquel tiempo, estamos hablando de 2016); pero sobre todo me dolió mucho el trato de algunos artistas con respecto a mi persona.

No quería ponerme a escribir. Me parecía bien rencoroso. Pero al mismo tiempo sentía que lo que me había pasado a lo largo de tres años debía ser contado. Debía quedar en blanco y negro para que sirviera de experiencia para algún otro joven cineasta que pasara por lo mismo.

Ojo, todo lo que sucede en el libro palidece a lo que he visto pasar a cientos de jóvenes cubanos que han pedido cambios en la vida política del país.

¿Por qué una coautoría?

―  Porque cada vez que me ponía a escribir acababa llorando y con falta de aire. Me daban ganas de ir y coger por el cuello a Abel Prieto, a Fernando Rojas y a toda una serie de seres impresentables, que no tenían obra, ni una carrera respetable como para decir cualquier cosa de mi película. Pero lo que pasa es que como yo sí soy un artista, me dije: “No puedo perder tiempo en este dolor y debo seguir, trabajar en mi próxima película y en mis próximos libros, una serie de televisión que estaba preparando y otras cositas”. Adriana Normand era una persona que tenía la sensibilidad y la paciencia para poder transitar por toda la historia sin caer en ningún tipo de error. Adriana, como buena amiga y mejor profesional, ayudó con el trabajo más duro. Adriana fue exacta y nos retrató a todos. Hay momentos en que yo mismo no quedo bien, pero lo que quisimos fue eso. Ser bien exactos.

Experiencias durante el proceso creativo…

―  Adriana fue la mejor compañera. Fue la que más trabajó. Se entregó a esta historia como si fuera su historia y al mismo tiempo (por suerte) tenía la distancia necesaria para no caer en venganzas o exageraciones. En un primer momento el libro iba a salir y por problemas y temores se paró la cosa. Luego estaba a punto de salir y me daba un poco de miedo que vinieran más represalias, pero bueno, al final salió en el momento que debió salir.

Había muchas cosas que las tenía anotadas para que no se me olvidaran. Otras las tenía anotadas la productora. En aquel entonces no parábamos de tomar notas de todo ya que casi siempre nos quitaban los teléfonos o no podíamos grabar. Muchos de los otros documentos los tenía el agente de ventas de la película y otras cositas estaban en mi correo electrónico. Todo se empezó a guardar desde el día 1 desde la primera reunión en 2016 como parte de las pruebas en caso de que fuera necesario o se amenazara con un juicio.

Adriana supo organizar y darle forma a todo. Algo que para mí era muy doloroso.

Actualmente vives en Barcelona… 

―  Sí. Hace tres meses tuve que mudarme para acá por cuestiones personales. Mi pareja es de aquí y estamos construyendo un futuro juntos.

Me dices que se conoce el libro en la Isla…

―  Sí. Hay algunas personas que se lo están pasando en PDF y sé que algunos de los protagonistas ya se lo han comprado. La curiosidad de cómo quedan reflejados les ha hecho salir a buscarlo. Igual, ya te digo, es un libro que tiene cero rencores, cero espíritus de venganza.

Sin embargo, creo que todos quedamos muy mal parados en esta historia.

Es un texto que muestra lo jodidos que estamos los cubanos; cómo el status quo intenta partirte; la postura falsa y la doble moral de todo el mundo que se hace el que te apoya y que no saben nada y en el fondo todos saben todo y solo se hacen los bobos para poder seguir bailando.

Gran parte del libro está dedicada a Delfín Prats. ¿Podrías comentar sobre tu relación con el escritor?

―  Delfín es de los grandes poetas que tiene Cuba. A pesar de que no nos vemos mucho lo considero un amigo. Delfín me ha descubierto las películas que más me gustan. Sus visitas a La Habana siempre fueron como un regalo para mí. A Holguín fui en busca de una historia, pero aquello no salió. Delfín no tenía ganas de remover el pasado, entonces yo opté por conocerlo y agarrar lo que él me diera. Su movimiento, su cadencia, su manera de agarrar un objeto, de pararse, su filosofía para enfrentar los problemas. Delfín me sirvió de inspiración, pero también René Ariza, Rey Arenas, etc…

¿Tienes proyectos para continuar difundiendo Ni Santa ni Andrés?

―  Bueno estamos en un momento de promoción. Estamos dando muchas entrevistas y hay muchas librerías donde ya se puede encontrar el libro. Muy pronto habrá una presentación underground en La Habana y otra también acá en Barcelona.

En el libro mencionas que estás trabajando en una nueva película. ¿Podrías comentar al respecto?

Este año debo estrenar “Vicenta B.”, que es una película más personal. Es la película, de las mías, la que más me gusta. También estoy trabajando en una película con un creador español y que estamos en un proceso de desarrollo, pero de esto no puedo hablar mucho más por ahora.

Pero en lo que más estoy trabajando es en ser un cineasta del mundo. No me interesa ser un cineasta cubano. Ni hacer películas cubanas. Ni estrenar en el Yara. Estoy sanando y se siente tan bien. La distancia ayuda mucho.

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