MADRID, España. — China podría estar modernizando la Brigada de Exploración Radioelectrónica (BERE), en La Habana, garantizando su funcionamiento y formando a oficiales cubanos en nuevas tecnologías bélicas, así lo aseguraron exoficiales de esa unidad que ofrecieron la información bajo condición de anonimato.
Las fuentes descartan que la inversión pueda ser millonaria, ya que la instalación “se ha ido renovando” —pese a la crisis económica—, y subrayaron que “no debe considerarse el espionaje radioelectrónico como el arma más perfecta, porque exige complementarse con otras técnicas, como la satelital y la observación directa sobre el terreno”.
¿Qué necesita Cuba? “Plata para el mantenimiento de la infraestructura; también soporte energético, pues el espionaje radioeléctrico consume mucha electricidad; necesita nuevas tecnologías”. ¿Qué necesita China? “Que los cubanos compartan con ellos todo el caudal de información acumulado durante décadas, y que ahora puede servir a Pekín, dada la proyección global que ellos tienen”, sostuvo un ex alto oficial de la Inteligencia Militar castrista que reside en La Habana.
La fuente sostiene que “la BERE tiene grabadas hasta voces de jefes, pilotos y capitanes de buques norteamericanos en activos” y añade que “esa información, junto con el resto de datos, es crucial para cualquier país, incluido China”.
“Por ejemplo, dentro de un plan de ataque aéreo contra Cuba, se contemplaba la utilización de bombarderos estratégicos que, desde el Golfo de México, lanzarían cohetes cruceros sobre objetivos en la Isla. Cuba monitoreaba todas las maniobras que Estados Unidos hacía al respecto y toda esa información es importante para los chinos, porque les permitiría conocer al detalle los medios que el Pentágono tiene emplazados en los océanos Pacífico e Índico y el Mar de China”, explica el exoficial.
Si China pidió a Cuba basificar una instalación de escuchas radioelectrónicas, lo más lógico es que el EMG propusiera la modernización de la BERE, que cuenta con “una gran experiencia en el espionaje a Estados Unidos, atesora abundante información, incluidos los ADNs de cada medio de combate norteamericano y los movimientos de tropas”, sostuvo un extécnico de esa gran unidad, ubicada en las afueras de La Habana.
“Sería una inversión muy rentable para China, pero no creo que invierta miles de millones de dólares en Cuba”, apuntó.
Una exfuncionaria del área Internacional del Partido Comunista de Cuba (PCC) señaló que, de confirmarse las afirmaciones estadounidenses, debe ser “un hecho reciente, porque nunca tuvimos colaboración militar con China, e incluso las relaciones entre ambos partidos eran de bajo perfil, por recelos mutuos y episodios que arrancaron en los años sesenta, se profundizaron durante la guerra de Angola y se suavizaron con la caída de la URSS”.
En voz de su secretario de Estado, Antony Blinken, EE. UU. precisó que el arranque de la hostilidad china desde territorio cubano data de 2019.
El alto oficial jubilado admitió que la colaboración militar con China “fue de bajo perfil y hasta inexistente” durante décadas, pero apuntó que Pekín puede estar desempeñando “un papel crucial” en el funcionamiento de la BERE, asumiendo los gastos de operaciones, incluido el combustible, para hacer funcionar los grupos electrógenos que alimentan sus instalaciones en medio de la crisis energética, la renovación de equipamientos y la formación “de oficiales cubanos en nuevas tecnologías de espionaje radioelectrónico”.
La Habana negó tajantemente la existencia de una base de espionaje chino en Cuba tras la revelación aparecida en The Wall Street Journal. Por su parte, la Casa Blanca confirmó el hallazgo, aclarando que se trataba de una información inexacta. Desde entonces, el régimen cubano guarda silencio.
“Para entender la dimensión de la BERE no hay que ceñirse a su sede principal en el Cacahual, sino que deben incluirse campos de antena en Cuba y radiogoniómetros en la Isla, barcos y aviones y en países extranjeros (como el que funcionó en la zona del canal de Panamá hasta la invasión estadounidense, en diciembre de 1989)”, recordó el extécnico; que desconoce si actualmente hay instalaciones de ese tipo en Venezuela y Nicaragua.
“Cuando los americanos desembarcaron (en Panamá) se armó tal ´correcorre´ que los oficiales de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM) que controlaban el goniómetro instalado en las proximidades del canal abandonaron las antenas y volvieron a Cuba, vía Colombia”, reveló.
“En su época de mayor esplendor, cuando era dirigida por el coronel Salas, la BERE tuvo sendas réplicas en Naroca (en las inmediaciones del jardín Botánico y el cementerio de Managua) y en el Bosque de La Habana, donde también funcionó una unidad espía de la aviación de combate y transporte de Estados Unidos, ambas también soterradas; pero dichas instalaciones se desactivaron y/o redujeron al mínimo por la crisis económica que provocó el derrumbe del comunismo”, aseguró.
Antecedentes y funcionamiento
La Brigada de Exploración Radioelectrónica es una instalación, mayormente soterrada, cercana al Mausoleo del Cacahual y cuenta con una granja agropecuaria de notables dimensiones para el autoabastecimiento y el surtido a otras unidades militares cubanas, describió otro de sus oficiales jubilados. Este reveló que “la obtención de información militar por la exploración radioelectrónica existe en Cuba desde los inicios de la colaboración militar con la Unión Soviética; y su objetivo principal es Estados Unidos, rastreando todas las comunicaciones del US Army, US Air Force y del US Navy en el territorio continental hasta donde se pueda alcanzar, y el teatro de operaciones militares de Centroamérica y el Caribe, incluyendo el norte de Suramérica, especialmente Colombia y Venezuela”.
De acuerdo con esa información, el espionaje se realiza a través de radiogoniómetros fijos y móviles, situados en tierra, barcos y naves, además de los campos de antena de onda larga. Las comunicaciones vía satélite, utilizando diferentes medios, y las comunicaciones militares estadounidenses, por cualquier canal o vía que se produzcan, incluida la satelital, son rastreadas y ploteadas.
El régimen cubano tuvo una fragata para ese fin y alrededor del país había innumerables puntos fijos y móviles y aviones con dispositivos de rastreo; mientras que los norteamericanos usaban una aeronave RC-130 para sobrevolar el norte de la Isla.
Los soviéticos primero y después los rusos usaron la llamada Base de Lourdes, por el que pagaban 200 millones de dólares anuales, según cifras oficiales cubanas —otras fuentes elevan esos pagos hasta los 400 millones —, con dos objetivos fundamentales: realizar exploración radioelectrónica de la triada estratégica de los Estados Unidos, bombarderos estratégicos, cohetes y submarinos nucleares y ser un centro de comunicaciones con sus submarinos nucleares, emplazados en el Océano Atlántico. El reaprovisionamiento y los relevos de tripulaciones de esa flota sumergida soviética se realizaban en Cuba.
Para el espionaje radioelectrónico no es solo importante escuchar, sino descifrar lenguajes, códigos, indicativos, sus formas de uso en tiempos de paz y de guerra, cuando entran y salen de puertos y aterrizan o despegan en aeródromos, sus trayectorias de vuelo y derrotas marinas. En ese sentido, los cubanos “consiguieron identificar el ADN de los transmisores y receptores norteamericanos, codificando hasta las voces de los operadores y guardándolas como oro en paño”, describió el ex alto oficial jubilado de la DIM.
“Por ejemplo, durante la guerra de Angola, nosotros (DIM cubana) sabíamos con antelación cuando el 65 Grupo mecanizado del primer cuerpo de ejército sudafricano se movilizaba hacia Namibia, mediante escuchas desde la BERE, pero luego esos datos los comprobábamos sobre el terreno, observando el movimiento de tropas y midiendo los cráteres que dejaban bombas y morteros en el suelo”, apuntó.
La fuente agrega que “el despliegue de goniómetros lo hicimos, tras la batalla de Cuito Cuanavale, y los orientamos hacia el norte de Namibia, desde el frente sur angoleño, encargando a la agentura que distinguiera si los sudafricanos estaban haciendo preparación artillera con cohetes G-5 o G-6; y ese dato fue importante porque permitió proteger a un batallón de Tropas Especiales del MININT, emplazado en Tchipe”.
La información sostiene, además, que el actual embajador de Cuba ante Naciones Unidas, Pedro Luis Pedroso, siendo un oficial DIM, fue sembrado en una tribu de Namibia, donde enmascaró su labor de espionaje militar con el supuesto rol de pastor de cabras, comprobando sobre el escenario bélico los movimientos de efectivos y medios sudafricanos, midiendo cráteres e informando a la BERE desde una radio 123, de fabricación norteamericana, soterrada en las inmediaciones del asentamiento tribal.
“En Panamá, usamos a un recluta local que tenía acceso al hospital norteamericano y nos informó sobre el incremento de camas hospitalarias en la zona del canal. Ese dato lo unimos a los movimientos de tropas y comunicaciones, en torno a Fort Bragg (sede de la 82 División aerotransportada de Estados Unidos) en Carolina del Norte, detectados por la BERE”, refirió el ex alto oficial de la DIM, quien también recuerda “cómo, en aquellos días, los restaurantes y cafeterías cercanos a Fort Bragg se quedaron vacíos, indicándonos que estaban acuartelados; datos que cotejamos con el testimonio del enfermero panameño y concluimos que la invasión a Panamá estaba próxima”.
Pero no hay que pensar en la exploración radioelectrónica como la panacea. Actualmente, el modelo más eficaz es que el combina la observación por satélites, la información y antecedentes recopilados y la observación directa sobre los escenarios de conflictos, “como hicimos durante la llamada Primavera Árabe y en diferentes conflictos alrededor del mundo, incluidas las invasiones norteamericanas a Afganistán e Iraq y la guerra en Siria”, concluyó la fuente, negándose a precisar si considera que la BERE monitorea la actual invasión rusa a Ucrania.
Nota: Las fuentes consultadas para la realización de este reportaje accedieron a declarar bajo condición de anonimato.