LA HABANA, Cuba. – El 3 de junio, Betsy Díaz Velásquez, Ministra de Comercio Interior (MINCIN), informó en conferencia de prensa las nuevas restricciones para la venta de productos alimenticios y de aseo e higiene, que han desaparecido de los mercados desde mediados del 2018, lo cual ha provocado colas y altercados entre la población. Según la ministra, esto se debe a la limitada capacidad de producción de la industria nacional y a la falta de sostenibilidad económica de las importaciones. Afirmó que dichas regulaciones tenían el objetivo de evitar el acaparamiento y garantizar que quienes cuentan con menos recursos también puedan adquirir esos productos. El día 4 fue publicada en la prensa esa comparecencia explicando las formas de distribución, y se señalaba a las bodegas (donde se venden los productos de racionamiento) para esta venta controlada.
A pesar de las orientaciones de la titular (“Los bodegueros y administradores deben explicar a la población los productos que llegan y a qué hora será su venta, para evitar largas esperas en los establecimientos y que esto no genere malestar”), esta semana comenzó de sopetón en las bodegas de Lawton la venta de chícharos, uno de los granos de más demanda por su precio relativamente bajo ($3.50 la libra). Pero lo que dejó desconcertados a los vecinos fue la distribución. Y es que se habían anunciado 10 onzas per cápita, controlado pero no subsidiado, sin embargo, sólo trajeron tres sacos por bodega para vender a cinco libras por núcleo, que alcanzaron para algo menos de sesenta núcleos, cuando las bodegas pueden sobrepasar los 300 núcleos. Una vez más la población es víctima de las mentiras de los dirigentes que a través de los medios de difusión no nos informan correctamente.
Según refieren algunos vecinos, el grano se agotó esa misma mañana. “Ni me enteré de cuándo trajeron chícharos; tampoco lo anunciaron en la distribución de alimentos del Tribuna de La Habana”, comenta Adela, una señora que siempre está pendiente de lo que llega o va a llegar durante la semana.
“¿Cómo es posible que hayan vendido un producto que sólo alcanza para unos pocos cuando la ministra dijo que era para todos?”, comentó otra vecina, “Creo que esta forma de distribución puede ser buena si se hace como lo anunciaron, porque nos evita estar deambulando en busca de alimentos”.
Ante la falta de productos de aseo, la solución dada por la ministra demuestra la insensibilidad gubernamental hacia el alto nivel de pobreza en que vive el pueblo cubano: “En cuanto a los productos de aseo queremos llamar a la tranquilidad, porque hay un mercado complementario, que son las cadenas de tiendas (se refiere a las TRD), donde hay disponibilidades de jabón de línea económica tanto de tocador como de lavar, como también hay disponibilidad de detergente y de crema dental, o sea que es un mercado alternativo, no son los mismos precios pero son productos también que hemos estado monitoreando y que hay cantidades que permiten a la población tener acceso a ellos”.
¿Se ha preguntado la ministra por qué en estas tiendas que venden en CUC no hay carestía de estos artículos de primera necesidad? Sería acertada una rebaja de precios para que los trabajadores y pensionados, que son los que cuentan con menos recursos, puedan adquirirlos.
En estos momentos de serias dificultades el régimen pretende ocultar la realidad, algo que se les hace más difícil con el acceso de los cubanos a internet, por lo que para evitar las aglomeraciones y los subsiguientes altercados (dada la certeza de que la oferta es insuficiente), así como la necesaria movilización de fuerzas del orden para controlarlos, han distribuido la venta de productos alimenticios en las bodegas de barrio. Esto tendría el objetivo de disimular las colas multitudinarias indicativas de escasez, además de evitar tumultos que podrían derivar en protestas, pues el creciente descontento popular se hace sentir.
Por otra parte, al advertir que, aunque los alimentos regulados se anotarán en la libreta, serán vendidos según disponibilidades (o sea, no habrá suficiente para todos), se garantiza cierto nivel de cola que, aparejado a la consiguiente lucha por los mejores puestos, ha demostrado durante estos 60 años ser muy efectivo para desunir a los vecinos.