VILLA CLARA, Cuba. — Nomás ingresar a la sede del proyecto “Corazón solidario” se presiente la tranquilidad y bondad absoluta que suele regir en los templos. El recibidor es amplio y luminoso, y conduce a un patio interior techado en el que varias personas se balancean en sillones esa mañana mientras esperan por el almuerzo.
Casi todos ellos han sido diagnosticados con determinados trastornos sicosociales. Otros arrastran el estigma del abandono familiar y la desprotección de sus seres queridos que los arrojan a las calles a pedir limosnas o a subsistir por sí mismos.
Víctor Cuevas Cárdenas es el responsable de que ninguno de los concurrentes duerma con el estómago vacío, que se aseen con frecuencia y que vistan y calcen decentemente. Él mismo sufrió en carne propia hace muchos años el rechazo que implica ser diagnosticado con una enfermedad mental.
Allá por el año 1996, en pleno período especial, Víctor quedó desempleado. Fue entonces cuando se le ocurrió iniciarse en la venta de alimentos con un proyecto social al que nombró “Santa Teresa”, inspirado en la religiosa española, y cuyas ganancias serían destinadas en un 50% a obras de caridad.
“Terminó con una gran psicosis, vender más para regalar más”, cuenta Víctor, quien luego sería hospitalizado y diagnosticado con esquizofrenia paranoide. “Tengo un gran proyecto y quiero involucrar a todos”, fue la frase que se repitió a sí mismo mientras sobrellevaba la violencia verbal y física a que son sometidos muchas veces los calificados como “enfermos mentales”.
Víctor narra que una noche conoció la presencia de Dios, que le pedía hacerse enfermero y trabajar en ese mismo hospital donde permanecía ingresado. Tras “esconder” su patología para poder acceder a una matrícula, logra graduarse en el 2002 con Título de Oro como Técnico Medio en Enfermería.
La casa donde funciona “Corazón Solidario”, el proyecto que soñó Víctor Cuevas, era una ruina situada en el número 412 de la calle Maceo. Poco a poco pudo habilitarla y remodelarla gracias a la colaboración de varias ONGs de la Iglesia católica, a Manos Unidas y a personas que aportaron donaciones privadas, principalmente de Estados Unidos y España.
La pasión de Víctor
No han sido pocos los que han visto con malos ojos al proyecto de Víctor que, aunque se presenta como una institución auspiciada por la Iglesia Católica, sus puertas están abiertas para creyentes o no. Su finalidad común no es otra que promover una cultura de apoyo y empatía a favor de estas personas vulnerables, sin distinguir ideas políticas, religiosas, orientación sexual, género o raza.
“Aquí acogemos actualmente una mezcla de adultos mayores y personas con diferentes trastornos, sobre todo que padecen de esquizofrenia, sicosis crónica y retraso mental”, explica. “Lo fundamental al aceptar un nuevo participante es que tenga crítica de su condición y que haga tratamiento, para que entonces puedan vivir diferente y saber a ciencia cierta qué habilidades pueden explotar”.
El propio blog en línea de “Corazón solidario” plantea que el mundo de los trastornos mentales es muy complejo y que, a veces, la ayuda que se les proporciona a estas personas es insuficiente o no es dirigida del modo adecuado.
“Muchos llegan por conflictos familiares y otras causas. Si surge un problema entre ellos siempre trato de darle una solución empática con terapia de diálogo. Ocurre que siempre se intenta medicar a estas personas, de mantenerlos como drogados, pero aquí les damos terapia ocupacional. Cuando ellos hacen un sobrecito o cultivan la tierra, no están pensando otra cosa”.
Hacia el interior de la casa hay dos baños, una capilla, un comedor con mesas y banquetas, un área de recreación, un cuarto de lavado que da servicios totalmente gratuitos y un pequeño taller en el que fabrican velas criollas para generar algunas ganancias extras. Todo luce impoluto y bien cuidado.
En “Corazón Solidario” se mantiene el principio de la no exclusión y cada uno de los pacientes ayuda al proyecto realizando determinadas actividades útiles como escoger arroz, labrar la tierra, lavar la ropa o mantener la limpieza del local.
Para autoabastecerse de alimentos, en el patio trasero siembran verduras y especias, una zona que funciona a la vez como terapia ocupacional. En la cocina hay varios calderos con arroz que una de las trabajadoras acaba de cocer a fuego lento. “¿Ves cómo se despega?, siempre se le echa su aceite, aunque esté muy caro”, explica la señora que también destapa una olla repleta de chícharos recién sazonados.
Ese día también almorzarán embutidos y vegetales, un combo de comida que muy pocas familias pueden permitirse actualmente. Una buena parte de las personas que acuden a “Corazón Solitario” apenas les alcanzan sus pensiones para alimentarse a diario y muchos ni siquiera cuentan con un plato de comida en sus hogares disfuncionales.
Un proyecto mantenido por caridad
A pesar del empeño de estos promotores, los altos precios de los productos en el mercado informal y la crisis alimentaria que agobia al país también afecta el funcionamiento del proyecto. “Pagar las cuentas del mes está siendo una Odisea. El comedor, por ejemplo, cuenta con la ayuda de Cáritas, pero no cubre todas las necesidades”.
Gracias a las donaciones, Víctor garantiza que todo el que acuda en busca de alimentos reciba al menos su café en la mañana, luego una merienda, almuerzo y una comida en la noche para muchos de los que no cuentan con familiares que se la proporcionen.
Cada cierto tiempo también asisten allí barberos, podólogos o cuentapropistas de la ciudad que les “echan una mano”. Actualmente, están necesitados de ropa, zapatos, chancletas o toallas y artículos de aseo para las personas que se bañan en este lugar. También de material para manualidades que les permitan generar sus propios ingresos.
“Hay gente que nos ayuda, incluso con cigarros, tabacos, o medicamentos de familiares que se han ido del país. Para recaudar fondos estábamos haciendo bombones, pero ahora nos escasea la materia prima. También les damos un estipendio a quienes no tienen ningún otro sustento económico para motivarlos a colaborar y que permita cubrir alguna necesidad”.
Víctor tiene el sueño de algún día poder crear un refugio para personas sin hogar o sin sustento económico en el que puedan pernoctar, y que le permitieran comercializar sus propios productos sin ánimos de lucro.
Mientras trocea el pan encima de una mesa, Daver explica que es un trabajador multioficios de este lugar. Lleva tres años y tres meses en “Corazón Solidario”: “lo mismo busco mandados que fabrico bombones, que hago galletas de avena. El proyecto me cambió de la vida. En la calle hay mucha maldad. Somos una familia rara, pero nos llevamos bien”.