LA HABANA, Cuba.- Los estudios de Licenciatura en Derecho que cursaba la joven Beatriz Estévez González se interrumpieron en el quinto año, cuando le restaba vencer la prueba estatal. Su amor por la actuación la envolvió de tal manera que hoy es una de las principales figuras del arte callejero del Casco Histórico de la capital cubana.
Beatriz entró al mundo de la actuación por la puerta alta, alternando sus estudios de leyes con la interpretación callejera en un proyecto comunitario de zanqueros, en el Reparto Eléctrico del municipio Arroyo Naranjo.
Decidida a no dejar escapar ninguna oportunidad de convertirse en actriz, se incorporó al grupo de teatro de calle Gigantería, mediante una convocatoria a talleres de actuación. En la agrupación teatral se mantuvo elevada en los zancos, hasta que la interpretación artística de estatuas ganó su preferencia.
“Cada día es único”, asegura la actriz para resumir sus siete años de vida en el teatro callejero, y añade.
“Durante casi tres años de estancia en Gigantería realicé actos de cadenas de fuego, zancos y todos los personajes que aparecían. Esa fue mi primera experiencia fuerte con el teatro (…) Yo no he incursionado en el teatro de sala, todo el tiempo ha sido en la calle (…) Hace unos cuatro años inicié el actual personaje diseñado como un hada, aunque la gente lo clasifica como quiere, eso es parte del encanto.”
El hada de plata que representa la artista no tiene nombre. Ella afirma que no identificar al personaje es el principal impulso que revuelve la fantasía en la mente de quienes la observan.
¨Yo sé que es un hada, pero la gente le dice mariposa, cascabel, duende, lo que sea. Al final las hadas se transforman, si me llaman mariposa, libélula, pájaro o cualquier otra cosa es que estoy logrando agitar la imaginación de las personas.”
Inerte
La calle Mercaderes es una vía de paseo enfocada en impresionar al tránsito constante del turismo extranjero, que pasea por el Casco Histórico de la ciudad. En el punto donde se encuentra con la calle Obrapía, está el parque dedicado a Simón Bolívar; es allí el sitio escogido por la actriz para representar su personaje inerte, que utiliza la vegetación del entorno para armonizar la imagen del hada.
La actriz utiliza movimientos lentos y delicados para sacar a su personaje de la inmovilidad solo cuando entrega una flor, a quien decide acercarse para comprobar si es una estatua. No es obligada la retribución monetaria por llevarse la imagen del hada en sus celulares, como exigen otros personajes costumbristas cuando regalan un beso o maquillan a un perro para inspirar un atractivo fotográfico.
Paralizada como la estatua que representa quedó la vocación de Beatriz por las leyes. Ella está convencida que prefiere interpretar un hada que atrae a los caminantes con el hechizo de la actuación, antes representar el papel de abogada, revolviendo leyes que aseguran el desencanto de la profesión.