LA HABANA, Cuba. – Dado que Cuba es una isla, antes de 1959 el pescado y los mariscos siempre formaron parte de nuestra dieta, y no había restricciones para comprarlo ni venderlo. Sin embargo, desde los inicios de la dictadura de Fidel Castro empezaron las prohibiciones y restricciones, y los productos del mar no estuvieron exentos. Así, se acabó para el pueblo el pargo, la cherna, el bonito, la langosta y el camarón, como también desaparecieron los vendedores que recorrían las calles con todo tipo de productos del mar a precios muy accesibles. En su lugar, nos hicieron comer merluza o macarela, y racionadas además.
Luego, en la década de los ochenta, la flota pesquera se destruyó drásticamente no sólo por el abandono y la ineptitud de sus incapaces dirigentes –lo que ocasionó que parte de sus embarcaciones terminaran vendidas como chatarra–, sino también tras las discrepancias que surgieron con países que habían prestado dinero al régimen: cuando Castro se negó a cumplir manifestando que “la deuda externa es impagable”, como respuesta, los acreedores decomisaron muchas naves pesqueras y de la marina mercante.
Para comienzos del llamado “período especial” ya el pescado había desaparecido, por lo que el gobierno buscó soluciones desesperadas como la construcción de estanques para criar especies como la tilapia, la claria (traída de China) y otros “bichos” cuyo “sabor a tierra” nada tiene que ver con nuestro paladar, por lo que son poco aceptados dentro de la población a pesar de sus propiedades nutricionales.
Pero actualmente y desde hace ya cierto tiempo, las pescaderías que ofertaban estos productos de agua dulce están desabastecidas. Esto no solamente afecta a quienes padecen de enfermedades cardiovasculares, colesterol alto o triglicéridos, sino también a nuestros niños, pues este alimento, por su aporte nutricional, es esencial para el desarrollo en edades tempranas.
“Que en las pescaderías estatales lo que vendían no es pescado bueno y sabe a tierra no se lo discuto a nadie, pero con un buen adobo y un poco de hambre me lo comía bien”, comenta Gertrudis, una vecina, en la cola del pescado en la que esperamos desde temprano. Sin embargo, a la 1 pm no había llegado el camión, por lo que unos esperaban impacientes mientras otros se retiraban decepcionados. Una mujer trató de justificar la escasez y la venta de pescado de agua dulce al pueblo, y la respuesta de otra no se hizo esperar. Dijo ser de Caibarién. Su padre era pescador y vendía sin ocultarse. “Nadie se metía en eso. Ahora para comer pescado de mar hay que comprarlo en bolsa negra a 2 CUC la libra porque está prohibido pescar, y si no, pagarlo más caro en la shopping, en divisas”.
Precisamente, Lázaro, un vecino amante de los productos del mar, fue a Playa Baracoa, como hace cada quince días, y no pudo comprar nada. Según pudo apreciar “la gente está aguantada esperando a ver cómo viene la nueva Ley de Pesca”. En efecto, esta es la actividad comercial fundamental en dicha localidad costera. Muchos de sus pobladores tienen sus embarcaciones y permisos. El gobierno autorizó la pesca comercial privada mediante un convenio de trabajo con el Ministerio de la Industria Pesquera para comercializar su producción con las Empresas Pesqueras, y ellos se han acogido a estos contratos porque les permiten utilizar artes de pesca de captura masiva. Pero como es costumbre, el incumplimiento en los pagos se hace presente. Esa es la razón por la que venden clandestinamente ciertas cantidades de productos del mar para poder cubrir sus necesidades.
“Es momento de estar tranquilo, porque ‘ellos’ están partiéndoles las patas a cualquiera y cuando vengo a ver me confiscan el barquito”, le confesó a mi vecino el pescador que siempre le vende. También se han desaparecido los vendedores callejeros con buenos ejemplares, quienes casi siempre se dedican a la pesca submarina, muchas veces en el Malecón. Conozco a un joven pescador clandestino a quien recientemente detuvo la Policía en Playa con 50 libras de pescado. Se lo confiscaron y le pusieron una multa. Después del susto, reconoce que por ahora va a “refrescar”. “Están anunciando la nueva ley”, comenta, “voy a esperar un poco a ver con qué se bajan, porque esta gente nunca hace nada para beneficiar, cada vez que se aparecen con una ley es para joder al pueblo”.
Contradictoriamente, según el periódico Granma del 28 de marzo de 2019, la Empresa Pesquera Industrial La Coloma, la mayor de Cuba, aportó a la economía del país en el 2018 más de 25 millones de dólares por concepto de exportaciones entre langostas, el 80 % de los túnidos, el pepino de mar y el cobo. Dicha entidad posee más de 100 embarcaciones que operan en aguas de la plataforma insular del occidente cubano y en el Golfo de México.
Así pues, este como tantos otros rubros es explotado por el gobierno, que lucra con nuestros recursos mientras se los escatima al pueblo, que no ve ni los frutos del mar ni se beneficia con las ganancias de su exportación.