LA HABANA, Cuba. – Dentro de las privaciones que sufre la sociedad cubana, los ciegos y débiles visuales se encuentran entre los más afectados, puesto que no basta con la comprensión y solidaridad de una pequeña parte de la población: también el gobierno debe emprender una serie de acciones necesarias para lograr su plena inclusión en la sociedad –lo que no ha hecho en 60 años de dictadura–. Sólo así, cuando no se sientan una carga o marginados, lograrán su pleno bienestar.
Por la desidia gubernamental, son los impedidos físicos los que más sufren, por ejemplo, las malas condiciones en que se encuentran las vías públicas. Tienen que enfrentarse a diario a barreras arquitectónicas tales como el deterioro de las calles llenas de baches y huecos, las roturas y falta de aceras y contenes, las alcantarillas sin rejilla, los salideros de agua potable y albañal, los huecos que abre Aguas de La Habana y después nadie cierra, la basura desbordada por aceras y calles, entre otras. Y es que en nuestro país no se toman medidas para acabar con las barreras arquitectónicas. Por el contrario, cada vez que a alguien se le antoja hace una rampita para entrar la moto o la carretilla.
Hace unos días un señor, débil visual, cruzaba la calle Concepción entre 15 y16, en Lawton, y al tratar de alcanzar la acera se cayó, por el desnivel que hay entre ésta y la calle. Este obstáculo fue creado al echar asfalto en la calle y dejar una loma de unos 20 cm por encima del contén.
En el recién finalizado 8º Congreso de la Asociación Nacional del Ciego (ANCI) –organización gubernamental–, que sesionó en el Palacio de las Convenciones de La Habana, el presidente Díaz-Canel expresó: “Cuba continuará defendiendo la inclusión y vamos a seguir conquistando desde el presente un futuro sin barreras”.
Será que Díaz-Canel desconoce que en Cuba no es posible lograr desde el presente un futuro sin barreras culturales, puesto que los ciegos y débiles visuales no tienen acceso a los medios y la técnica desarrollada en los últimos tiempos para lograr su inclusión. Acaso desconoce que la gran mayoría de ellos son en la práctica analfabetos, ya que no saben leer ni escribir en Braille. Además, los pocos que saben tienen dificultades por la falta de materiales. Me decía Luis que él puede escribir porque un familiar le envía las hojas desde España, pues “la ANCI no da nada”. En efecto, quienes conocemos las difíciles condiciones en que vive la gran mayoría de los ciegos y débiles visuales en Cuba, sabemos que poco o casi nada hace la ANCI para propiciar su mejor inserción en la comunidad. “Este año no fui a la Feria del Libro, porque si no sé leer en Braille, ¿de qué me sirve que me regalen un libro?”, dice otro señor.
En otro párrafo, el gobernante plantea algo inverosímil: “Necesitamos de su aporte para seguir avanzando en las conquistas de la revolución (…)”. Esta pretensión es inaceptable. Es el gobierno quien tiene la obligación de proporcionarles los recursos necesarios a este desvalido grupo poblacional para que puedan vivir decorosamente e integrarse a la sociedad.
Le pregunté a Pedro, un amigo invidente, sobre el Congreso, y esta fue su respuesta: “Por la ANCI no me avisaron, yo lo escuché por la televisión. Les pregunté a otros y tampoco sabían nada. Al parecer era para un grupo selecto de su piña”. Tampoco hemos podido enterarnos de lo tratado en dicha reunión, pues los únicos reportes sobre la misma son de índole política, enfatizando la gratitud que debe sentir la comunidad de invidentes cubanos hacia Fidel Castro.
Sería bueno que los medios oficialistas divulgaran las acciones emprendidas por el gobierno después de este Congreso para lograr un futuro sin barreras, así como también los recursos aportados a los ciegos y débiles visuales para mejorar sus condiciones de vida no sólo materiales, sino también intelectuales. Además, deberían crear espacios educativos para que la población aprenda cómo tratar (y sobre todo cómo ayudar) a estas personas.
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