PARÍS, Francia. – “¿Qué futuro le puede esperar a una nación gobernada por aquellos que quieren destruirla?” La frase es de José María Aznar y, como ya es costumbre entre la gente pudiente de este mundo, ha circulado hoy en las redes sociales. Podemos estar de acuerdo con la misma, pero no podemos dejar de recordar en esta hora grave para la hispanidad, que el señor Aznar es uno de los enterradores del régimen del 78, o sea, el sistema de monarquía constitucional nacido tras la muerte de Francisco Franco.
En efecto, en 1996 para poder acceder al gobierno de España, José María Aznar y Jordi Pujol, líder de Convergencia y Unión, firmaron entonces en un lujoso hotel de Barcelona el acuerdo que transferiría al gobierno provincial competencias tradicionales del Estado, como el tráfico, la sanidad y la educación. El Partido Popular de entonces, permitió, además, que se creara en 1983 una fuerza militar, los Mossos de Escuadra que con los años se ha convertido en el brazo armado de la Generalitat de Cataluña.
Pero esto no fue todo, con el fin de seguir en la Moncloa (sede del gobierno español), Aznar permitió que, en una de las provincias más furibundamente franquistas y españolistas de la península, se aplicase “la inmersión lingüística”, o sea, que el castellano fuera suprimido de las escuelas públicas. De esa manera, el catalán pasó de ser una anecdótica lengua regional a convertirse en una lengua oficial difundida por la televisión pública, la radio y la prensa escrita. Esta rocambolesca política nacionalista fue aplicada a rajatabla durante más de 20 años, sin que se tuvieran en cuenta las sentencias del Tribunal Supremo que daban razón a los padres insatisfechos porque no podían educar a sus hijos en español. También los comerciantes privados tenían que rotular en catalán y se exponían a fuertes multas si incumplían con la aplanadora nacionalista que, poco a poco, ha ido convirtiendo a Cataluña en lo que es hoy: un casi país independiente donde cada año son más los que han dejado de sentirse españoles.
La independencia de Cataluña es ya una cuestión de tiempo, a pesar de todas las declaraciones que puedan hacer unos y otros para tranquilizar a la población. Revertir el proceso, lo que equivale a intervenir el gobierno provincial, cerrando todos los medios nacionalistas, sin olvidar el dedicar ingentes recursos a “españolizar” durante años a las nuevas generaciones que ya apenas hablan español, tendría un coste político que, no nos engañamos, ningún partido va a asumir.
Así es que dejémonos de cuentos, el desmantelamiento de España no será obra de Pedro Sánchez. Será el resultado de todas las decisiones que han ido tomando todos los gobiernos desde el siglo XIX hasta ahora. Sánchez juega, hábilmente, en un tablero de ajedrez casi vacío, con las piezas que han ido dejando sus predecesores, y hará lo que pueda hacer siempre pensando en sus intereses personales, igual que el resto de los presidentes del gobierno que le han precedido.
Una opinión que también ha compartido Arturo Pérez-Reverte en su cuenta de Twitter, no más darse a conocer la investidura del socialista: “En cualquier caso, felicitemos a la mayoría de nuestra clase política: no era fácil reunir tanto rencor, incompetencia y oportunismo. Enhorabuena a ellos, a quienes los hemos votado y a los Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez que pasito a pasito nos trajeron de la mano hasta aquí”.
El escritor no se equivoca en su análisis, sin embargo, como el resto de las élites españolas e iberoamericanas, se queda corto en la medida que es incapaz de reconocer la causa que ha llevado a los hispanos a convertirse en sus propios enemigos: el asumir como verdaderos los tópicos de la leyenda negra, considerando en primer lugar que son inferiores a los anglosajones. Esta aberración, estudiada por Elvira Roca Barea y otros intelectuales, atacada esta última de manera furibunda por El País, hace un par de semanas (lo que significa que no anda muy desencaminada), convierte a España en una tierra propicia para la ingeniería social donde el futuro -consideran sus gobernantes- está siempre en otra parte, llámese Francia o Europa; también en la difusión de ideologías foráneas que, como el anarquismo y el marxismo siempre han proliferado de lo lindo en la Península exportándose por desgracia hacia Iberoamérica.
En esta semana Pedro Sánchez ha jurado la Constitución española ante el rey. Ambos hombres han bromeado durante la ceremonia y sus reflexiones han dado la vuelta por las redacciones. Ninguno de los dos hombres -furibundamente europeístas- va a apostar por la hispanidad. Imaginan, como muchos otros antes que ellos, que España carece de verdaderas opciones para tomar su destino en mano, pues entre otras razones objetivas, su colosal deuda depende del exterior. Simplemente, el Estado no puede funcionar sin el crédito internacional. Esta situación no deja de agravarse desde 2016 cuando, para sufragar el gasto público (hospitales, escuelas, administraciones…) se necesitaban casi dos meses de emisión de bonos a cargo del Tesoro.
Así pues, las medidas “sociales” anunciadas a bombo y platillo por el comunista Iglesias se detendrán en el preciso momento en que la troika decida que se ha acabado el recreo. Otros más duros que el líder de PODEMOS han mordido el polvo ante las exigencias del Banco Central Europeo, del Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea.
Comprendemos que la mitad de los españoles no estén contentos con la coalición de izquierdas que va a gobernarles durante los próximos cuatro años, si por el camino los nacionalistas catalanes y vascos no le retiran el apoyo, claro; pero en cambio los cubanos estamos de plácemes. Primero, porque el acuerdo entre socialistas y comunistas prevé acordar la nacionalidad española a todos los descendientes de españoles, lo que significa que más de tres millones de cubanos, tirando por lo bajito, podrán largarse de Cuba a donde les dé la gana con el pasaporte español, el quinto más poderoso del mundo. Y luego, porque haremos realidad el sueño de Chávez y de Castro, exportar “nuestra invicta y gloriosa revolución” hacia confines insospechados en este planeta. No olvidemos que ya en España conspira contra el orden constitucional, una tupida red de consulados cubanos, que contribuyen desde hace años a financiar la subversión interna. Sólo falta que esos agentes de la Seguridad del Estado, pronto nuevos españoles de pleno derecho si la ley sale adelante durante la legislatura de Pedro Sánchez, se trasladen hacia la península para hacer valer sus derechos plenos al pan con lechón y los mangos bajitos.
En todo caso, lo que sí se puede esperar en lo inmediato es que la política exterior de España hacia Iberoamérica, profundice su sintonía con las narcodictaduras hispanoamericanas. Veremos muy pronto al ministro de exteriores español condenando el “golpe de estado en Bolivia” y “la represión en Chile”. Tiempo al tiempo.
Si tienes familiares en Cuba comparte con ellos el siguiente link (descargar Psiphon), el VPN a través del cual tendrán acceso a toda la información de CubaNet. También puedes suscribirte a nuestro Boletín dando click aquí.