LA HABANA, Cuba. -Comercios desabastecidos, edificaciones en ruinas o a punto de colapsar, calles invadidas por los escombros y personas con escaso dinero en los bolsillos tratando de sobrevivir a las catástrofes cotidianas no son noticias frescas en cuanto a la situación en Cuba, sin embargo, se acerca una de esas jornadas en que los cubanos que viven en la isla sienten, más que otras veces, el agobio de la pobreza extrema.
En Cuba, si otras fiestas, como Navidades o cumpleaños, pueden ser celebradas de modo discreto, ignoradas, olvidadas o postergadas (ya sea por voluntad propia o por decreto oficial), el Día de las Madres no puede pasar inadvertido aun cuando las “finanzas” familiares no soporten los gastos en obsequios y agasajos.
En estos días, las personas esperan el cobro de los salarios solo para gastarlos en su totalidad en eso que la miseria ha obligado a llamar “un presentico” y no “regalo”. Los precios en las tiendas son altísimos a pesar de la mala calidad de los productos, mientras que los sueldos de los trabajadores (la mayoría por debajo de los 20 dólares mensuales) no alcanzan ni para satisfacer la compra de artículos de primera necesidad. Numerosos testimonios recogidos en la calle dan cuenta de la situación.
Lisia González, vendedora ambulante de 67 años, comentaba al respecto: “Está de madre el Día de las Madres. [“Estar de madre”, en Cuba esta frase denota una situación o comportamiento difícil]. El tiempo de hacer regalos ya se acabó, ahora hay que hacer presenticos para que la gente sepa que uno se acuerda de ellos. Es muy feo que llegue el Día de las Madres y no recibir nada, ni siquiera una postal. Es una pequeña alegría en medio de tanta angustia. Yo me pongo contenta con cualquier bobería. No le puedo decir a mi hija que me regale un perfume ni un par de zapatos, ni siquiera un jabón. Eso que se lo dé a mi nieto. Yo trato de regalarle cosas útiles, para tratar de aliviarla. Le regalo dos tubitos de picadillo o un par de jabones, eso para ella es una ayuda tremenda”.
En un concurrido parque de la calle Línea, en el Vedado, algunas abuelas se reúnen para vender objetos y ropas de uso. Con eso esperan obtener algún dinero que compensen sus bajísimas pensiones y, sobre todo, ayudar a sus hijos en un mes de mayo bien difícil, como nos asegura Adelaida, una anciana de 72 años:
“Este es un mes malo. Todo se va en comprar regalos y en comida porque mis hijos vienen el domingo. (…) Tengo dos hijos y tres nietas, de algún modo tengo que aliviarles en la casa. Busco en el escaparate y todo lo que ya no uso o que sé que no me hace falta lo vendo pero así mismo como entran cuatro pesos, se van al instante. Las cosas están muy caras en las tiendas. Un adornito cualquiera, de yeso, te cuesta más que si fuera de porcelana pero me da pena no regalar nada. Yo sé que ellos para regalarme hacen mil sacrificios. Total, después cuando ya no se acuerden qué me regalaron, yo vengo y lo vendo, y de algún modo les devuelvo el dinero”.
Iradis, de 48 años, tiene un hijo terminando una carrera en la universidad. Ella espera encontrar algo barato en esta venta de parque:
“Aunque las cosas son de uso y algunas se ven algo estropeadas, siempre se encuentra algo bueno y barato. Yo con esto me ahorro algo de dinero. No pienses que ahorro mucho, tan solo me alcanza para dos o tres cosas más que también tengo que regalar para no quedar mal con nadie. Tengo a mi hijo terminando la carrera y ahora es cuando más dinero necesita. (…) Aparentemente los estudios son gratuitos pero que vengan a decírmelo a mí. Ya ni llevo la cuenta de lo que he tenido que gastar. (…) Tengo dos tías que me criaron, ahora espero encontrar algo barato. Yo quisiera regalarles otra cosa mejor pero no me alcanza el dinero”.
En otro lugar de la capital, en la calle Monte, en Centro Habana, los vendedores particulares han improvisado una especie de feria por el Día de las Madres. Sentados en los portales, en la acera, muestran sus mercancías de mala calidad y de pésimo gusto. Sin embargo, son las mejores opciones en comparación con las ofertas de las tiendas estatales que aprovechan la víspera para extorsionar a los trabajadores subiendo los precios u obligándolos a comprar productos de “lento movimiento”, según nos asegura un trabajador de una TRD (Tienda Recaudadora de Divisas) en la calle Monte que no quiso ser identificado:
“Este es el momento en que aprovechamos para sacar todo lo que no se vende durante el año. La gente está desesperada buscando algo, cualquier cosa, y compran lo que haya. Nosotros, inteligentemente, retiramos de exhibición las mercancías que siempre se venden y ponemos otras de lento movimiento que hay en el almacén. Algunas están a punto de vencer y hay que bajarles el precio pero entonces las convoyamos con otra y le gano un poco más. (…) No, nosotros no podemos poner precios, ya eso viene así por una disposición. No es alteración de precios, además, eso pasa en todos lados, el país es el que no puede perder”.
Debido a la situación política y la debacle económica, ser madre en Cuba es uno de los mayores sacrificios. Los bajos índices de natalidad de los últimos años, a diferencia de lo que sucede en otras naciones, no se corresponden con un alto nivel de desarrollo sino con el cuidado de las mujeres, por no decir el temor, a criar a sus hijos en un país sin garantías de futuro. De modo que aquellas mujeres que se arriesgan a parir, se disponen no solo a luchar ―en el más estricto sentido del término―, por el bienestar de la familia que han creado sino a soportar un porvenir de incertidumbres, frustraciones, reveses y donde el “éxito ―lamentablemente tenido por muchos como simple solvencia económica― solo proviene de los silenciamientos, de comulgar con el delito o con las faltas de libertades, de transformar el cuerpo en mercancía, de los exilios físicos y mentales.