LA HABANA, Cuba.- Los mandantes verde olivo lo dejaron claro en el VII Congreso del Partido Comunista: no tienen prisa. Para ellos, tozudos como son, el mañana siguen siendo los planes quinquenales, la planificación económica centralizada, la empresa socialista, y sobre todo, el poder absoluto.
Hubo un momento, hace unos años, en que, con las reformas raulistas, por tímidas que fueran y por mucho que aclararan que no eran reformas sino ‘actualización del modelo económico’, pareció que se iba a imponer el sentido común. Pero hoy las viejas ballenas nadan hacia la playa, como si estuvieran desesperadas por encallar y morir en la orilla.
Todos sabemos que por mucho que se diga de dientes para afuera que se cambiará “todo lo que deba ser cambiado”, los retranqueros del inmovilismo encabezados por Fidel Castro —el autor de la frasecita del ‘cambieteo’—, que sigue siendo El Jefe, no permitirán el cambio. No importa que sea cuestión de vida o muerte para la nación, que parece importarles bastante menos a los retranqueros que el poder al que se mantienen aferrados como lapas desde hace 57 años.
Hay mucho miedo y demasiadas barreras. Muchos piensan que los cambios sólo pueden venir ‘de arriba’, pero los presuntos reformistas palaciegos, bien asustados de las purgas habidas y por venir, no aparecen. Por ahora, disfrutan sus privilegios y aplauden. Y siempre callan.
Se respira el mal aliento del desmadre y la desbandada. Presentimos que ‘esto’ no da más, que no puede seguir así, que si no cambia revienta, y si cambia también, porque es un trapo podrido que ya no acepta más remiendos…
Pero ni siquiera nos atrevemos a soñar. Hace tiempo perdimos también esa costumbre….
Hay razones para el pesimismo. El castrismo ha minado todos los caminos para salir del laberinto. ¿Qué se puede esperar de esa chusma desmoralizada, apática y cínica, en la este sistema ha convertido a buena parte de la población cubana? Para que recupere los valores cívicos y morales, para que se adecente, demorará casi tanto tiempo como el que tardaron en deformarla, en convertirla en un rebaño… 40 años, dos generaciones, porque es sabido que es mucho más fácil y demora menos destruir que construir…
¿Se imaginan qué pasaría si mañana mismo el régimen legalizara los partidos de oposición y convocara para el próximo mes a elecciones democráticas, sin trucos y con supervisión internacional? ¿Estaremos preparados para la democracia?
Me temo que quedará por muchas décadas la resaca de la dictadura castrista, con todos sus vicios y aberraciones. Habrá apatía, corrupción, mafias, las añoranzas de la tutela estatal, la nostalgia por el pasado comunista de los viejitos chivatones…
Tendremos, como los israelitas de Moisés, que vagar 40 años por el desierto, cargados con una muy pesada impedimenta, para purgar los pecados del castrismo. Tal vez ni nuestros hijos alcancen a llegar al oasis, si es que existe alguna vez tal oasis y no es sólo otro espejismo.