MIAMI, Estados Unidos. – El pasado viernes 3 de marzo comenzó, a todo tren, el Festival de Cine de Miami que celebra cuatro décadas de éxitos con una programación donde la filmografía de tema cubano se hace más ostensible que en otras ocasiones.
El evento es el único en Estados Unidos que forma parte de los desvelos culturales de una universidad como lo es Miami Dade College (MDC), institución de educación superior de puertas abiertas que preside Madeline Pumariega, joven educadora cubanoamericana de notable carrera, primera mujer en desempeñar tal responsabilidad.
La dirección del Festival y el MDC me confiaron la curaduría del programa cubano del evento que al final ha resultado estar prácticamente todo vendido, lo cual obligó a la apertura de más proyecciones para satisfacer la acogida del público.
Lo cierto es que en el Festival de Cine de Miami ya se han exhibido más películas cubanas que en el de La Habana, el pasado mes de diciembre, marcado por la censura a la película de Carlos Lechuga Vicenta B. y el ninguneo dispensado al más reciente largometraje de Fernando Pérez, El mundo de Nelsito. Ambas películas se estrenan, sin embargo, esta semana en Miami.
El saldo de los primeros días del Festival ha sido el de revelar e iluminar circunstancias de la historia cubana obliteradas por el castrismo.
Varios asistentes al estreno de AfroCuba ‘78 confesaron su desconocimiento de lo sufrido por los talentosos músicos de la primera alineación del grupo, excomulgados por la maldad represiva de la dictadura, mientras que en otra función emblemática del evento, la proyección del documental El trueno y el viento, Pedro Luis Ferrer deja bien claro su rechazo a la falta de libertad del régimen.
Los directores de ambas películas, Emilio Oscar Alcalde y Jorge Soliño, respectivamente, explicaron los esfuerzos de dejar sentados para siempre, mediante la eternidad del cine, capítulos que servirán a las futuras generaciones para entender el daño que causan consuetudinariamente los sistemas totalitarios y el rencor que manifiestan por el arte que se resiste a comulgar con sus desafueros.
El mismo sentimiento, pero con más urgencia e inmediatez provocó entre los asistentes el estreno mundial del documental Patria y vida: The Power of Music, dirigido por la actriz, cantante y directora española Beatriz Luengo.
No se trata del consabido making off de la emblemática canción convertida en himno de la rebelión nacional acontecida en julio de 2021, sino de una reflexión conmovedora e íntima sobre el origen del tema a partir de la historia personal de uno de sus intérpretes y compositores, esposo de Luengo, el afamado cantante Yotuel, fundador del emblemático grupo Orishas.
Yotuel me confió que el documental ya había sido aceptado en el importante Festival de Cine de Málaga que comienza esta semana.
Se refirió, asimismo, al interés inicial de su esposa en realizar un documental para extender la influencia de la canción a otros confines del mundo y de cómo ella lo fue desarrollando a partir de una narrativa propia de los hechos, sin su intervención directa en el cuerpo estético y conceptual de la obra.
Con alegría contagiosa Yotuel me hizo saber la satisfacción de haber podido poner en solfa, para siempre, el tanático lema del dictador Castro, borrando la “muerte” y la “o” sin esperanzas, para sustituirlas por la “vida”, precedida de la “y” inclusiva, abierta a la libertad.
Al final de la presentación, Luengo no pudo contener las lágrimas en varias ocasiones cuando se refería, entre otros temas emotivos, a los presos del Movimiento San Isidro, entre los que figuran Maykel Osorbo, uno de los compositores del tema, y el artivista Luis Manuel Otero Alcántara.
Al mismo tiempo reconoció la ayuda del matrimonio de Gloria y Emilio Estefan ―presente durante la función― así como del productor estadounidense Michael Fux, quien agradeció haber participado en un proyecto que contribuya a la certeza de la libertad cubana.
Entre otras celebridades que también mostraron su solidaridad con la realización del documental estuvieron las cantantes Camila Cabello y Gloria Gaynor.
La primera parte del programa de tema cubano en el Festival de Cine de Miami terminó esa misma noche con cuatro proyecciones del fenómeno cinematográfico más popular del cine independiente del exilio, la continuación de la saga perturbadora del presidio político cubano con el estreno mundial de la película Plantadas, de los directores Lilo y Camilo Vilaplana.
Presentes en una suerte de primera fila de la dignidad, asistieron al tributo contenido en el filme mujeres que sufrieron en carne propia el odio de una dictadura sin espacio para la disensión y mucho menos para quienes, como ellas, se atrevieron a conspirar contra su temprana represión.
La presentación sirvió para recordar que todavía hay presas políticas en las mazmorras castristas, de las cuales se mostraron fotografías.
El influencer Alex Otaola subrayó que los desmanes narrados en Plantadas no nos permiten olvidar o pasar la página, y que los criminales y sus cómplices deben ser llevados ante la justicia.
Resultó muy enaltecedor constatar que al final de la proyección no pocos de los jóvenes actores que se pararon ante el público para agradecer los aplausos así como la presencia de las entrañables ancianas, escaparon recientemente de Cuba y recibieron su bautismo de exilio recreando una parte de la historia silenciada por el castrismo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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