LA HABANA, Cuba. — Cuentan que la esposa de Luis XVI, preocupada por un airado disturbio popular (prólogo de la Revolución Francesa), preguntó a uno de sus cortesanos a qué se debía la protesta. “Es que el pueblo no tiene pan, Majestad”, contestó el interpelado. La respuesta que se le atribuye a la reina merece ser reproducida: “¡Entonces por qué no comen bizcochos?”.
Quizás el comentario de la famosa conocida como María Antonieta (por una mala traducción, pues su nombre correcto en castellano sería —¡claro!— María Antonia) sea apócrifo (“fake news”, diríamos hoy). Pero en tal caso habría que aplicar el sabio refrán italiano: Se non è vero, è ben trovato… Aunque se trate de una invención, ella refleja de modo tan admirable el despiste de los privilegiados de este mundo, que bien merece ser citada.
Ahora en nuestra Cubita bella le ha salido un serio competidor a la austriaca del Siglo XVIII convertida en reina de Francia gracias a una alianza matrimonial. El inesperado contrincante es el flamante Presidente de la República escogido por un solo correligionario suyo, y votado por un total de 605 de sus connacionales: Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Al “Puesto a Dedo” (a quien muchos compatriotas irreverentes, en lenguaje coloquial, le atribuyen el carecer de casa) se le ha ocurrido comentar sobre el actual verano caribeño: “Vamos a encontrarle los encantos a este tiempo de calor intenso”. Y, evocando al gran literato José Lezama Lima (perseguido por el castrismo en vida y exaltado tras su muerte), exhortó a disfrutar lo que él llama “la ‘fiesta innombrable’ de vivir en Cuba”.
Es un hecho innegable que quienes ejercen el mando en regímenes no democráticos (¡y vaya que lo era el de la Francia del Siglo XVIII y lo es el de la Cuba del XXI!) padecen un distanciamiento sideral de las necesidades populares. En ese contexto, parece natural que una rancia aristócrata del Viejo Continente, en aquella era lejana, no tuviera ni la más remota idea de lo que para un desheredado de la fortuna significa no tener un trozo de pan que poner en su propia boca o en la de sus hijos.
¡Pero que diga una insensatez análoga quien actualmente pone su cara como líder del único partido y Jefe de Estado de un país que se llena la boca para asegurar que es “de los humildes, por los humildes y para los humildes”! ¡Alguien que, de haber vivido en la Francia de la Ilustración, se supone que estaría entre los revolucionarios que protestaban en la calle, y no entre los privilegiados que habitaban los palacios!
¿Es que el señor Díaz-Canel desconoce que, para los que se debaten entre interminables apagones y carestías, este “tiempo de calor intenso” no posee encanto alguno! ¡Que muchos de nuestros compatriotas de a pie malviven en viviendas que a menudo carecen hasta de ventanas (como sucede en los “solares” o conventillos de la flamante “capital de todos los cubanos”)!
Para esos cientos de miles de infelices, la falta de fluido eléctrico representa no poder contar con los servicios de su modesto ventilador (¡ni soñar con un equipo de aire acondicionado!) que alivie en algo el sofoco de las noches veraniegas. ¡Y sufrir, además, el azote de los mosquitos, para cuyo alivio el flamante Estado socialista (en estos tiempos de dengue y otros males aún peores transmitidos por su picada) no es capaz de asegurar siquiera una fumigación con un poco de petróleo!
¡Por supuesto que el señor Díaz-Canel y los suyos no tienen información práctica alguna sobre esas calamidades! ¡Él, que se mueve por aposentos y despachos climatizados, y que se desplaza en vehículos también refrigerados, no puede tener ni la más remota idea de la magnitud de las desgracias que el socialismo que él tanto defiende ha significado para la generalidad de sus súbditos!
Pero, hasta ahí, todo entra dentro del concepto de lo aceptable y previsible. ¡Lo inaudito es que el actual mandamás, con su trino, se mofe de sus compatriotas más desdichados! ¡Que los exhorte a un hipotético disfrute de la canícula que, para ellos, sólo representa una calamidad más que se suma a las muchas que padecen en este país que el propio Díaz-Canel y sus predecesores han destrozado de modo inmisericorde y del cual casi todos aquellos aspiran a largarse tan pronto tengan ocasión para ello!
Lo de la “fiesta innombrable” mejor lo reserva para la señora Ana Hurtado (intérprete de un grosero y reciente show propagandístico) o para el impresentable eurodiputado Manu Pineda. En fin, para alguno de esos extranjeros desinformados, verracos, aprovechados o cínicos (o las cuatro cosas) que ven en el “socialismo real” de Cuba la sociedad perfecta, a la cual sólo quien sea un canalla o un mercenario al servicio de inconfesables intereses foráneos es capaz de criticar.
Decididamente, los asesores del señor Díaz-Canel (¿tal vez pertenecientes al inefable Departamento Ideológico del Comité Central?) son pésimos. El nuevo despiste se suma a otra frase inolvidable: “La limonada es la base de todo”. Esos dislates, sumados a los perpetrados por la No-Primera Dama (con aquello del “dictador de mi corazón” y lo de tener este mismo órgano “en modo estropajo”) hacen pensar que ambos miembros de la pareja presidencial reciben un mismo asesoramiento: el peor de todos los posibles.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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