LAS TUNAS, Cuba. — El Hotel Palco, el restaurante El Palenque y el Salón Cubanacán (El Laguito), entre otros sitios de ocio y placer, ¡y cómo no!, las luces, cámaras y micrófonos del Palacio de las Convenciones y todas las candilejas, como para que la puesta en escena de esa suerte de obra de teatro político de diplomacia comercial tengan éxito, están a disposición de Antonio Guterres, secretario general de la ONU; de Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil; de Alberto Fernández y de Gustavo Petro, presidentes de Argentina y Colombia, respectivamente; así como de una larga lista de presidentes, primeros ministros, cancilleres y embajadores de las 133 delegaciones de los países que se reúnen en La Habana durante dos días para celebrar la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de los 77 más China, país que, aunque no pertenece al Grupo, sí los apoya.
Pero mientras este viernes y sábado los asistentes a la Cumbre del G77 y su anfitrión, Miguel Díaz-Canel, estarán pronunciando discursos en el Palacio de las Convenciones, diciendo de injusticias sociales, de un comercio desigual, de proteccionismo, del “bloqueo” de Estados Unidos a Cuba, y luego irán a comer langostas o cerdo asado en el restaurante El Palenque o a tomar mojitos en el Hotel Palco, miles de cubanos, millones, apenas si con muchísimos esfuerzos habrán conseguido que comer ese día, y permanecerán a oscuras, sin electricidad ni agua corriente en sus casas, de paredes agrietadas o derrumbándose, apretujada la familia, compuesta ya de varias generaciones, pensando qué comerán al día siguiente, o cavilando si los niños tendrán pan o leche para ir a la escuela, o qué dar de desayunar al abuelo, porque todo es más difícil desde que los hijos jóvenes, los que ayudaban a buscar el sustento, hoy están en camino de Estados Unidos, de España, de Rusia, de cualquier lugar donde puedan ganar el sustento.
Y por supuesto, no se hablará de los cientos de presos políticos en los discursos en el Palacio de las Convenciones. Incluso, no se mencionaran esas mujeres y hombres que están en la cárcel por manifestar sus ideas. Ellos, preocupados por las economías de sus países y la del “grupo”, dirán que se necesita un nuevo orden económico mundial, donde el dólar no sea quien lidere las finanzas en las transacciones internacionales. Nadie, ni Guterres ni Lula ni Petro ni Alberto Fernández recordarán a Díaz-Canel que el Partido Comunista de Cuba (PCC) fue quien lideró una llamada “Tarea Ordenamiento” que, supuestamente, pondría fin a la llamada “dualidad monetaria”, pero que terminó depreciando la moneda nacional en una espiral inflacionaria que no se detiene por obra y gracia de una razón sencillísima: en Cuba no hay producción de bienes ni de servicios con calidad y mucho menos productividad por escaso o nulo apego por el trabajo. ¿Y cómo sentir deseos de trabajar si el salario no tiene capacidad de pago?
Si la Cumbre del G77 está como dicen enfocada en “los retos actuales del desarrollo” y en el papel de “la ciencia, la tecnología y la innovación”, los participantes en el conclave debían saber que en Cuba la clase política, la de los comisarios del PCC, la de los burócratas, la de los generales y coroneles que no dirigen ejércitos, sino son gerentes de empresas, todos ellos, aunque residen en Cuba, no viven como cubanos, como esos a quienes les han cerrado las calles para que pasen los del G77. Y así, los que debía estar dedicados a “la ciencia, la tecnología y la innovación” han emprendido un reto actual de desarrollo, pero de desarrollo personal y han optado por marcharse de Cuba. El país al que ustedes, ciudadanos del mundo, equivocadamente han llegado.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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