LA HABANA, Cuba. – El sábado 6 del mes en curso, el periódico Granma, en su sección “Fidel en el 59”, sorprendió a los lectores con una historia que muchos desconocen. Pero yo la recuerdo. Tenía 20 años en ese año y todavía no he perdido la memoria.
Era el 30 de marzo. Fidel Castro llevaba poco más de dos años en el poder, convertido de la noche a la mañana en guerrillero heroico y jefe de un ejército desaliñado que se divertía por las calles de La Habana sin saber qué hacer.
“Citado -dice Granma- por el Sindicato de la Cooperativa de Ómnibus Aliados, los obreros del sector se reunieron con Fidel aquel 30 de marzo”.
Según la historia contada por Granma, pasada la media noche, trató diversos temas relacionados con el transporte y dijo que el ómnibus era uno de los lugares donde más se discutía de política.
Por último, dijo ante los trabajadores: “Yo espero que el pueblo no haya perdido la costumbre y que esté opinando otra vez en el ómnibus, para enterarme de cómo andan las cosas”.
¿Era un chiste, o una ironía de mal gusto?
Era verdad que en Cuba se podía discutir de política en cualquier parte. No solo en el ómnibus, porque en Cuba había libertad de expresión. También en el parque, en los establecimientos comerciales y también, lo más importante, en los medios de comunicación.
Pero, ¿Qué ocurrió apenas dos meses después? En una alocución pública, Fidel califica de traidores a todo aquel que critique a la Reforma Agraria y el 7 de julio del mismo año, según una norma de su política, el improvisado jefe de Estado considera como contrarrevolucionario a todo aquel que se pronuncie contra las medidas fundamentales del nuevo gobierno.
Incluso la CTC comete su primer error al declarar su rechazo al derecho de huelga, dijo, “por innecesario ante el nuevo gobierno, reivindicador de los obreros¨.
De esta forma se va cerrando tanto el cerco, que a los cubanos solo le quedaba una opción: o mantener la boca cerrada, o escapar del país por inconformes.
Uno de los primeros pasos que dio para contrarrestar la opinión de los medios de prensa libres, fue fundar la Agencia Prensa Latina y meses después clausurar periódicos, revistas, emisoras de radio y hasta canales de televisión. En pocos meses todo fue propiedad de su régimen, como ocurre hasta hoy.
El escenario que le sigue es sobrecogedor: Entre 1959 y 1960, los dos primeros meses de Revolución, se fusila a mil trescientos treinta cubanos, además al norteamericano William Morgan, un joven presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios, Porfirio Ramírez y un Comandante de La Sierra, Humberto Sorí Marín.
El 4 de enero de 1961 se aprueba una ley que dispone el fusilamiento en 72 horas después del arresto de los acusados de subversión contra los mandatos castristas.
Se calcula que ya para esa fecha había diez mil presos políticos. Y en La Cabaña son fusilados el 18 de abril de 1961 los estudiantes Virgilio Campenía Angel y Alberto Tapia Ruano, de 22 y 23 años respectivamente, miembros del Movimiento Estudiantil Revolucionario.
En respuesta a la situación que ya vivía Cuba, los Estados Unidos proclaman el 25 de abril de ese año el embargo total contra la Isla. Días después se hace público que queda nacionalizada la enseñanza libre y prohibido cualquier credo que no sea el credo del castrismo.
Terminándose 1961, se calcula en unos cuatro mil los fusilados en Cuba.
Pasaron los años y nada cambió en la isla de Fidel Castro. En 1978, por ejemplo, se decreta la Ley de Peligrosidad, vigente hasta hoy. De acuerdo a esa ley el régimen puede arrestar, encarcelar y condenar por supuestos delitos como “amenaza potencial de la sociedad”.
Esperemos que todo esto y más lo revele el periódico Granma algún día.