LA HABANA, Cuba.- Media hora antes de su excarcelación, el mayor Vladimir se presentó en el cubículo 4 y le dijo a José Rolando Casares, activista y miembro ejecutivo de la Mesa de Diálogo de la Juventud Cubana: recoge tus cosas. “Lo primero que me vino a la mente es que estaba siendo trasladado, como le han hecho a otros presos, para Taco Taco, u otros centros penitenciarios, a razón de que en Consolación del Sur hubo casos aislados de coronavirus”, pero lo condujeron a la oficina del oficial.
“Me estaban esperando con unos papeles para firmar, y cuando empecé a leer me di cuenta que decían ‘libertad condicional’, y que estaba aprobada desde hacía tres días, pero no me lo habían comunicado”, no obstante, tuvo que seguir esperando, esta vez por el oficial de la Seguridad del Estado que le advertiría que la libertad podía ser revocada si incurría en el mismo delito.
José Rolando Casares fue condenado a 5 años de trabajo correccional con internamiento en 2017 por los supuestos delitos de “desacato”, “atentado” y “ultraje sexual”, el mismo día en que su esposa, Yamilka Abascal, fuera condenada, pese a su avanzado embarazo, a 2 años de prisión domiciliaria por el supuesto delito de “desacato”. Sin embargo, lo que realmente los condenó fue su activismo por los derechos humanos.
Ocho meses antes de las condenas, ambos habían intentado viajar a La Habana para participar en el Foro de la Campaña Poder Joven, pero fueron interceptados a mitad de camino por la policía. José Rolando Casares fue golpeado y despojado de su ropa, ya que los oficiales buscaban información sensible de la organización a la que pertenece. Un mes más tarde, Abascal fue incriminada también para privarla de su posición como testigo.
En estos 3 años y 4 meses de condena la esposa de Casares ha tenido que padecer calumnias, que le apedreen la casa, e incluso ha sido amenazada con quitarle la patria potestad sobre sus hijos porque no ha dejado de exigir la liberación de José Rolando.
“El niño ya tiene tres años. Cuando fui llevado a prisión estaba de meses, y ahora me ve como un extraño. Siento que tengo que tener tiempo con mi familia”, y aunque dice sentirse feliz sabe que se enfrenta a un reto, “quiero tener a mi familia junta de nuevo, quiero ver cómo manejamos el daño psicológico que han tenido los niños y la presión a la que ha estado expuesta Yamilka todo este tiempo sola”.
Durante el encarcelamiento, al activista también se le privó de los beneficios del programa pensado para que los reclusos mantengan contacto con sus hijos, y justo por ellos dice que mantendrá su lucha como activista.
“En mis planes futuros queda seguir trabajando por la libertad y la democracia de Cuba, para que mis hijos tengan un país donde se respeten los derechos humanos”, y agrega: “formar a los jóvenes para que se empoderen, para que sean actores de cambios en la sociedad cubana sigue siendo mi objetivo”. El tiempo en prisión, tratando de sobrevivir a las golpizas de los guardias, a la mala alimentación y al poco acceso a los medicamentos le han consolidado sus ideas de democracia.
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