LAS TUNAS, Cuba. — “Martes, ni te cases ni te embarques”, dice el viejo refrán… Y como para hacer honor a ese adagio agorero, el pasado martes 6 de junio, óiganme…, ¡como si en Cuba no hubieran pasado 64 años de atracos ininterrumpidos, descarados unos y enmascarados en la ley otros!, leí un mensaje “profiláctico” para evitar la emigración ilegal seguido de una exhortación inaudita de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana que dice: “Mejor invierte en un negocio en tu país que te ayude a mejorar tu vida y la de tu familia”.
La recomendación para invertir “en un negocio en tu país” es como si estuviera anclada en la amnesia, en el olvido, y funcionara cual cura de caballos para la sevicia, sí, del odio, del encono salvaje, atávico, enfermizo, inoculado por un virus transmisor de fobias, el de los aborrecimientos comunistas por la propiedad privada, la de éste, la de aquel, la del otro y del otro, destinadas a ser confiscadas, “nacionalizadas”, “socializadas”, todas las industrias, grandes y pequeñas, de compañías o de familias, extranjeras y nacionales, haciendo pobre a Cuba y miserables a los cubanos, marchitos unos en su país y otros desperdigados por los caminos del mundo.
Y, repito, óiganme, con esos antecedentes de desolación nacional y para atenuar la avalancha de los que huyen, como alternativa para evitar que no viajen de forma ilegal a Estados Unidos, la legación en La Habana de la administración Biden sugiere a los cubanos invertir dineros para fomentar negocios en Cuba. Acaso… ¿Olvidaron la Primera Ley de Reforma Agraria, Ley Escudo y la llamada “ofensiva revolucionaria”, que entre 1959 y agosto de 1968 eliminaron todo vestigio de propiedad privada en Cuba, amenazados, hasta hoy día, los negocios surgidos luego como “señales de cambio” por operaciones repentinas como la “Ley Maceta…? ¿Ignoran los diplomáticos estadounidenses que el régimen castrocomunista tiene en marcha un proceso lampedusiano, de gatopardismo puro, clásico, mediante el que simula transformaciones socioeconómicas, jurídicas, discursivas y hasta de apariencias, para que nada cambie, para mantener el papel dirigente del Partido Comunista, entiéndase, el régimen totalitario?
Tampoco resulta casual que la Embajada americana pidiera a los cubanos invertir en vísperas de empresarios estadounidenses reunirse con cubanos en La Habana. Se sabe, es público y notorio: El castrocomunismo es antagónico con la democracia y hoy emplea para burlar el embargo a los “empresarios privados” como antes empleó a oficiales de los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior. Y su misión es mantener a perpetuidad el régimen comunista, aunque aparenta el comercio y la producción de bienes y servicios para “bienestar” del pueblo cubano.
Incuestionablemente, y como sucede en el mundo de las relaciones internacionales, ningún diplomático, de ningún país, hará de forma inconsulta un pronunciamiento como el que hiciera la Embajada de Estado Unidos en La Habana esta semana y que levantara tantas ronchas en el ya muy irritado tejido de la sociedad cubana, dentro y fuera del archipiélago. La exhortación tiene precedentes, y uno de ellos podemos encontrarlo en el mensaje enviado al pueblo cubano en ocasión del 20 de mayo por el entonces recién estrenado secretario de Estado Anthony Blinken, en el que dijo: “Apoyamos a quienes mejoran la vida de las familias y los trabajadores, los cuentapropistas que han forjado sus propios caminos económicos y todos los que están construyendo una Cuba mejor, y un mañana mejor para ellos mismos en Cuba”.
Cabe preguntar: ¿De verdad cree Anthony Blinken que los cuentapropistas y los poseedores de las llamadas micro, pequeñas y medianas empresas “están construyendo una Cuba mejor, y un mañana mejor para ellos mismos en Cuba”? ¿En realidad cree la administración Biden que se está construyendo una Cuba mejor y que esto es posible bajo la dirección de los comunistas como partido político único, regente de la sociedad y del Estado?
En su mensaje al pueblo de Cuba por el 20 de mayo, Blinken también dijo: “Estados Unidos está a su lado y busca apoyarlos en su búsqueda de la libertad, la prosperidad y un futuro de mayor dignidad”. Y, no culpo a Biden ni a Blinken: ciertamente, la mayoría de los cubanos no piensan como nación, si no buscan la libertad y la prosperidad personal, no la de su país, y tampoco culpo a esos cubanos por su falta de patriotismo, porque hay causas por las que no vale la pena inmolarse. Y ya son demasiados los que han dado la vida y la libertad por Cuba, inútilmente.
Pero la amnesia política es mala consejera. Y obnubilados, ilusos o amnésicos resultan quienes creen que en Cuba se pueden producir cambios políticos conducentes a una democracia representativa a partir de transformaciones económicas como la propuesta por la Embajada de Estados Unidos en La Habana. A caballo sobre un gatopardo el régimen comunista apuesta por esos saltos, y en los giros de esa carrera de obstáculos, tal pareciera como si la administración Biden facilitara la silla de montar al castrismo.