LA HABANA, Cuba.- En las redes sociales circula una convocatoria del Ministerio del Interior (MININT) publicada el lunes 18 de enero en el diario “Sierra Maestra” de Santiago de Cuba, y dirigida a cubanos varones de entre 18 y 35 años, interesados en optar por el curso de Educador Penal. El llamado no tendría nada de extraordinario si no fuera porque entre las “facilidades” con que la Dirección de Establecimientos Penitenciarios pretende atraer a miles de jóvenes que malviven en un país en crisis, figura el atractivo salario básico de 6 690 pesos, complementado con las habituales regalías destinadas al personal del MININT: pagos adicionales, vacaciones en las Villas Recreativas del sector, atención médica de calidad superior a la que reciben los ciudadanos comunes, y otros beneficios.
El anuncio se hace público en medio de una creciente insatisfacción por causa de la nueva escala salarial que sigue perdiendo la pelea ante la inflación y el desabastecimiento de productos de primera necesidad. Mientras la totalidad de los ciudadanos critica la política de precios y remuneraciones, las interminables colas y las dificultades que enfrentan a diario para costear la pobreza más cara del mundo, el régimen engrosa los fondos de la burocracia militar a despecho de los médicos, profesores, innovadores, campesinos y obreros directamente implicados en el desarrollo del país.
De acuerdo a lo exigido en la convocatoria de marras, cualquier cafre con noveno grado puede aspirar a pasar un curso de 5 meses para ganar más que el médico especialista mejor pagado de Cuba, que con la nueva escala de salarios devenga 5810 pesos (242 dólares al cambio actual de 24×1) como premio a tantos años de estudio en condiciones inimaginables y a costa de inmensos sacrificios personales y familiares.
En el reajuste salarial se tomó la injusta decisión de eliminar el pago por años de servicio dentro del sistema educativo, como si los maestros no fueran merecedores de un salario elevado más compensaciones acordes al grado docente, la categoría científica y la experiencia acumulada en su profesión. Resulta inconcebible que un profesor titular, cargado de méritos, solo gane 5560 pesos en un sector para el cual nunca han existido facilidades o incentivos de ningún tipo; mientras el Ministerio del Interior no solo asegura una paga excesiva, sino que ofrece “ayuda” a los aspirantes a Educador Penal para que terminen el 12 grado.
La educación de un reo es, al parecer, más importante que la de niños y adolescentes, y más atendible que la formación de profesionales cubanos. Para que se tenga una idea clara de la desproporción entre la paga del MININT y el resto, basta decir que el Rector de cualquier universidad cubana gana apenas mil pesos más (7660) que un recién egresado del susodicho curso de Educación Penal, y el director de un Centro de Investigación y Servicios Científico-Tecnológicos, solo 300 pesos más (6960).
No es de extrañar que Cuba sea la nación más improductiva de América Latina y que el régimen culpe constantemente al bloqueo por todo lo que no hay. La ruta del dinero no declarada por el castrismo, la fracción mayoritaria del producto interno bruto que nadie sabe adónde va, agiganta los salarios, prebendas y pensiones de quienes no han hecho mucho más que lucir uniformes y medallas, contra una vida entera de trabajo por parte de los que ahora mismo cuentan cada centavo para llegar a mitad de mes.
Si a los campesinos les pagaran cifras similares los campos cubanos serían una plétora de alimentos, y los jóvenes se sentirían mejor dispuestos a trabajar la tierra. Si hubiera un mínimo de justicia laboral y sentido común, los estibadores de Sancti Spíritus y La Habana no se hubieran plantado para exigir mejores salarios, víctimas de un atropello irreconciliable con el principio socialista de “a cada cual según su trabajo”, cobrando 0.50 pesos por cada saco después del reordenamiento, según precisó un reportaje publicado en el diario 14yMedio.
La dictadura desprecia al productor y al obrero; les adeuda sumas considerables y paga a destiempo, sin el menor asomo de consideración. Lo único que importa es que el hambre mantenga al pueblo de rodillas y amedrentado ante un poder represivo sufragado con el dinero que debería destinarse íntegramente a programas viables de desarrollo agrícola e industrial, seguridad social, educación acorde a los tiempos que corren, salud pública universal y responsable, construcción de viviendas, bienestar animal y un largo etcétera.
La esencia del régimen ha quedado sutilmente expresada en una convocatoria que estimula el interés por la represión, aprovechando un contexto socioeconómico gravísimo para venderles a tantos jóvenes desocupados y desesperados un futuro en la esfera militar. Es cierto que la plaza de Educador Penal implica riesgos, pero no equiparables al que corren diariamente los médicos en medio de la crisis epidemiológica causada por el SARS-CoV-2.
La convocatoria publicada en el periódico “Sierra Maestra”, acompañada por otras con un mayor nivel de exigencia y salarios menos tentadores, deja claro que Cuba no estimula la formación de hombres de ciencia. No es un modelo a imitar en el terreno de la educación; el sistema de salud se ha deteriorado dramáticamente a lo largo de las últimas tres décadas; y sin importar cuántas veces los ministros repitan la misma mentira a través de los medios de comunicación, no tendremos soberanía alimentaria. Cuba es un país regido por los militares, esos que al principio de la debacle alguien dijo que volverían a los cuarteles para dejarle el camino libre a la democracia y el estado derecho.
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