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LA HABANA, Cuba.- Este 14 de noviembre, en una extensa y airada declaración, el Ministerio de Salud Pública cubano (MINSAP) anunció la retirada de los galenos y el personal de salud cubanos que prestaban servicio en Brasil en el marco del programa Máis Médicos desde el año 2013.
En el comunicado, el MINSAP explica que considera inaceptables, por ofensivas, las condiciones impuestas por el presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, para la continuación durante su gobierno de la presencia de los médicos cubanos en Máis Médicos: la revalidación de sus títulos, la contratación individual, que cobren íntegros sus salarios y que puedan llevar a sus familias a Brasil.
La indignación del MINSAP ante las condiciones impuestas por Bolsonaro seguramente no es compartida por los médicos cubanos que trabajan en el país sudamericano en condiciones de semiesclavitud. Si acaso puede molestarles, por ver cuestionada su calidad profesional, la exigencia de revalidar sus títulos, pero, si no son masoquistas, les complacería mucho poder cobrar íntegramente sus salarios y no como hasta ahora, el 25 % de lo que les pagan los brasileños, y la posibilidad de poder tener con ellos en Brasil a sus hijos y cónyuges.
Airados están los mandamases del MINSAP que ya no podrían limitarse a pagar el salario en pesos cubanos y embolsillarse el 75% del sueldo en divisas de los médicos, ni retener a sus familiares en Cuba, cual si fuesen rehenes, para impedirles que puedan abandonar la misión, o desertar, como gustan decir, tan dados como son a la jerga bélica.
Recordemos que a los médicos que “desertan”, los mandamases los castigan impidiéndoles visitar Cuba durante ocho años.
Más allá de la retórica sobre la ayuda internacionalista, el alquiler de los médicos y demás personal de salud a otros países, principalmente a Venezuela y Brasil, representa un jugoso negocio para el estado cubano. Junto al turismo y las remesas, es una de las principales fuentes de ingreso de divisas a sus arcas. La tajada que perderán en Brasil explica su enojo y su decisión de traer de vuelta a sus siervos de bata blanca, con pacotilla y todo, y trancarlos con doble llave en el corral, hasta que aparezca un mejor postor.
Los mandamases, a través de los medios a su servicio, desde que Jair Bolsonaro ganó la presidencia de Brasil, lo tildan de fascista. En lo personal no me gusta Bolsonaro, ni las políticas que anuncia, demasiado a la extrema derecha para mi gusto, pero en cuanto a fascismo, los mandamases de por acá, por mucho discurso socialista que empleen, le llevan un buen tramo. Y ni se diga en cinismo y marrullería.