LA HABANA, Cuba.- Acaba de concluir en La Habana el X Congreso Internacional Universidad 2016, que contó con la participación de delegados de varios países, El ministro cubano de Educación Superior, Rodolfo Benítez Ortiz, tuvo a su cargo la conferencia inaugural, que tituló “Universidad Innovadora por un desarrollo humano sostenible: mirando al 2030”.
Tal como indica el título de su disertación, el Ministro insistió en la necesidad de lograr una universidad innovadora para atender los grandes desafíos de nuestro tiempo. Según el señor Alarcón, a esa condición se podrá acceder, en lo fundamental, mediante el incremento de la investigación y de las actividades de extensión universitaria. Bueno, ¿y a qué se refiere el Ministro cuando habla de actividades de extensión universitaria?, podrían preguntarse algunos.
Pues bien, el lunes 15 de febrero, el mismo día en que comenzaba Universidad 2016, el periódico Trabajadores, en el artículo “Vocación de servicio y utilidad pública”, recogió declaraciones al respecto de Gil Ramón, viceministro de Educación Superior. El funcionario relacionó la extensión universitaria con el “exitoso desempeño” de los estudiantes en el rol de observadores en las elecciones del Poder Popular celebradas en abril del pasado año. También con la participación de esos estudiantes en el último proceso de rendición de cuentas de los delegados de circunscripción a sus electores.
Curiosa manera esta de colocar a la universidad ante los desafíos de nuestro tiempo, desperdiciando el talento juvenil en unas elecciones en las que nadie cree. Porque innovar, en el caso cubano, sería en primer término luchar por recobrar la autonomía universitaria, una conquista histórica que el castrismo suprimió en 1960 cuando, después de expulsar de las aulas a los profesores que no comulgaban con el comunismo, e impedir que Pedro Luis Boitel accediera a la presidencia de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), el gobierno revolucionario creó el Consejo Superior de Universidades, una especie de ministerio que dirigiría la educación superior en el país.
Tampoco en esta ocasión se mencionó nada sobre la abrogación de la famosa sentencia “La Universidad es solo para los revolucionaros”, esa condición que le otorga un carácter excluyente a las universidades de la isla. Al contrario, cada día los gobernantes se esfuerzan por involucrar más al estudiantado en las diferentes estructuras del poder. El ejemplo más reciente fue la designación de la presidenta de la FEU, Jennifer Bello, como miembro del Consejo de Estado.
Las últimas jornadas de Universidad 2016 se dedicaron a un coloquio sobre la vida de Fidel Castro y su vinculación con las universidades, por supuesto, después de 1959, y no cuando era un “gatillo alegre” en los predios del Alma Máter, así como a conferencias impartidas por Frei Betto y Atilio Borón.
Resulta llamativa la vinculación de esos señores con las autoridades cubanas. No se pierden un evento de los que se efectúan aquí. Tal parece como si ellos no encontraran otra tribuna que la cubana, o si los gobernantes de la isla no hallaran a nadie más que quiera venir a hablar mal del capitalismo, el neoliberalismo y las sociedades de consumo. Se trata, al parecer, de un maridaje perfecto.