LA HABANA, Cuba.- En días pasados se anunció que el Gran Maestro cubano Lázaro Bruzón no participará en la próxima Olimpiada Mundial de Ajedrez que se celebrará en la ciudad georgiana de Batumi. La Comisión Nacional del juego ciencia dio a conocer que el ajedrecista, que actualmente ocupa el número uno en el ranking nacional, viajó al exterior por razones personales, y después comunicó que enfrenta un tratamiento médico que exige reposo, no compatible con los rigores de una competencia.
El año 2018 no ha sido muy satisfactorio para Bruzón. En el torneo Capablanca in Memoriam, en mayo pasado, el Gran Maestro compartió el último lugar en el grupo Premier, el cual fue ganado por el norteamericano Samuel Shankland. Semejante desempeño hizo descender al cubano en el coeficiente ELO que confecciona la Federación Internacional de Ajedrez. Si antes Bruzón clasificaba cómodamente entre los primeros cien jugadores del planeta, al cierre de agosto, a duras penas, alcanza el lugar 95.
Curiosamente, la situación actual de Bruzón guarda cierta similitud con la del Gran Maestro Leinier Domínguez, quien también reside en el exterior después de comunicarles a las autoridades deportivas cubanas que estaría un tiempo -ya lleva más de un año- sin tomar parte en ningún evento ajedrecístico. A lo anterior se agrega que otro Gran Maestro, Yunieski Quesada, solicitó la baja del equipo nacional de la isla.
No son pocos los que opinan que una desavenencia de los jugadores -los tres mejores de Cuba- con la Comisión Nacional de Ajedrez habría motivado las actitudes antes mencionadas. Se especula acerca de que los dirigentes del ajedrez cubano no les brindan la atención que merecen estos jugadores de alto rendimiento.
Resulta significativo, por ejemplo, que la inactividad de Leinier ocurriera después de obtener un resultado muy meritorio en la Olimpiada Mundial de 2016, efectuada en la ciudad de Bakú, ocasión en la que el ajedrecista conquistó la medalla de plata entre todos los primeros tableros concursantes en esa lid. Una actuación solo superada, entre los cubanos, por la medalla de oro obtenida por José Raúl Capablanca en la Olimpiada de Buenos Aires en 1939.
La participación de un equipo cubano en la Olimpiada de Batumi sin Leinier, Bruzón y Quesada, hace presagiar un resultado poco alentador. Es muy probable que Cuba descienda del lugar 21 que conquistó hace dos años en la cita mundial de Bakú.
La mejor actuación de Cuba en torneos mundiales por equipos tuvo lugar en el año 2014, en la localidad noruega de Tromso, cuando nuestra representación se adueñó de la séptima posición. En esa ocasión Lázaro Bruzón jugó un ajedrez de tanta calidad que obtuvo ocho puntos en once partidas efectuadas.
Ahora la Comisión Nacional de Ajedrez manifiesta que se mantiene en contacto con Bruzón, “a fin de seguir al tanto de su estado de salud, y le hemos reiterado la disposición del organismo deportivo cubano a contribuir a su evaluación y tratamiento cuando así lo considere”, según se publicó en el periódico Juventud Rebelde.
No obstante a esa declaración, los aficionados del juego ciencia en la isla insisten en la posibilidad de que, al igual que ha sucedido en otras especialidades deportivas, el ajedrez nacional haya perdido a otra de sus figuras cimeras.