LA HABANA, Cuba.- Si se habla en Cuba de violencia de género y no se menciona el acoso o las golpizas que sufren algunas mujeres en el país por su pensamiento político, entonces cualquier propuesta que se haga estará incompleta.
CubaNet ha conversado con la periodista, productora y feminista Marta María Ramírez, una de las 40 firmantes de la Solicitud de Ley Integral contra la violencia de género en Cuba, entregada a la Asamblea Nacional el pasado 21 de noviembre.
“Hay varias ausencias en el texto que tienen que ver con la búsqueda de cierto consenso y sobre todo con tratar de iniciar un proceso, pasar de la pasividad de una campaña a una acción puntual”, dice Ramírez, consciente de la inconformidad que ha generado entre las mujeres opositoras.
Y se pregunta: “¿Cómo enfocar esa violencia política transversalizada con el concepto de género? Porque, por ejemplo, varias de las personas activistas hemos sido amenazadas con nuestras criaturas, y fíjate que hablo de personas, porque ha habido hombres también amenazados con sus criaturas, y estamos indefensos ante la legislación”, pero el “consenso” o la “conceptualización” siguen sin justificar la ausencia, y Ramírez lo sabe.
Entre los temas que han salido a debate en el “poco tiempo” que han tenido para lograr el “consenso”, y que quedaron fuera de la agenda que se presentó a la Asamblea, están “las golpizas propinadas por el pueblo enardecido a mujeres que militan y marchan, como las Damas de Blanco; la prostitución femenina; las mujeres trans, que sufren en la sociedad por ser catalogadas como hombres, pero que en la relación de pareja, en sus espacios de socialización, sufren una violencia muy parecida a la que vivimos las mujeres; la violencia obstétrica”, y la lista de las ausencias legales es más larga aún para la feminista.
“No aparece explícitamente la necesidad de lugares de refugio, cambios de identidad y todo lo que podría construir este marco legal para las mujeres, que resultan víctimas de violencia a otros extremos, y que necesitan salir de esos hogares”, asegura Ramírez, que menciona además una laguna en la Solicitud de Ley Integral que para muchos pudiera ser un sinsentido o una contradicción, pero que la coloca en un lugar especial dentro del pensamiento feminista en Cuba y es “que falta un espacio para los hombres”.
“No estoy justificando la barbarie ni la justificaría nunca, pero los hombres violentos, según estudios no cubanos, no tienen problemas psicológicos, pero sí tienen la construcción de una masculinidad en la que la sociedad forma parte, y en la que nosotras también hemos participado con nuestro silencio y nuestra complicidad”.
Entonces, ¿en qué se concentra la Solicitud de Ley Integral? El documento pide “incluir en el cronograma legislativo (…) la elaboración de una Ley Integral contra la violencia de género, constituir un grupo asesor (…) que acompañe el proceso de redacción del proyecto, y recibir y procesar propuestas de la ciudadanía en el proceso de elaboración”, tres peticiones que se concentran en la creciente denuncia de feminicidios ocurridos en la Isla.
“Una vez más, no estamos pidiendo nada que quite derechos a otras personas. Estamos pidiendo a partir de los propios resultados, que siempre van a ser un subregistro de encuestas que han sido realizadas oficialmente. Si los operadores del derecho, desde el policía al que se llama, el que recibe el caso en la estación, el médico o la médica, el abogado, o quienes formen parte de esa estructura, no están entrenados y no investigan que detrás de cada denuncia ha habido abuso sistemático, identificar un feminicidio es casi imposible”, describió Ramírez, con respecto a la estructura que existe en Cuba y revictimiza a las mujeres o es protagonista de la violencia.
“Gran parte de los feminicidios reportados por la prensa independiente cubana han sido en la calle, no han sido al interior de los hogares, y hay personas que siguen hablando de violencia intrafamiliar. Me parece vergonzoso porque esas mujeres lograron salir del ciclo de la violencia, se separaron de sus violentadores y terminaron asesinadas en la calle frente a sus hijos”, y pone sobre el tapete otra cuestión trascendental ¿qué está pasando en una sociedad donde la violencia se hace norma y la gente lo asume como lo cotidiano?
“¿Cuál es la doble moral que sigue existiendo en la sociedad cubana? ¿Por qué no hablar de los tipos de violencia a las que somos sometidas las mujeres cubanas? El acoso callejero es un indicador, solo con ver cómo se comporta sabríamos de qué estamos hablando”, y con estas preguntas da sus razones y las de otras 39 mujeres que firmaron el documento, aun cuando lo considera incompleto.
“Todo ha sido en pos de entregar una propuesta concreta, y no solamente una campaña para poner en una valla, un spot promocional durante el Festival de Cine o en la televisión en horarios no estelares”.
Todavía sigue siendo una incertidumbre si se prestará atención o no en la Asamblea a una solicitud que ha partido de un sector de la sociedad civil no ligada directamente al estado o la Federación de Mujeres Cubanas, única organización autorizada para hablar de estos temas.
Con las “medidas” que se tomaron a principios de la revolución cubana, según Ramírez: “sumarnos como una fuerza productiva, como una fuerza política en calidad de votantes a favor, hicieron cosas que marcaron pautas importantes, como el derecho al aborto o la igualdad salarial, pero olvidaron que había un recorrido y terminaron por sobrecargar a la mujer cubana de responsabilidades y exponerlas además a abortos, acríticamente, como método anticonceptivo”.
Sin embargo, esta feminista cree que el de Cuba es “un gobierno que ha demostrado ser ultraconservador”.
“En el debate constitucional de la asamblea se demostró que están bastante perdidos en el tema de género, y no estoy hablando de militancia, ni de feminismo, sino de tener claras las definiciones. No siento que haya cambiado, pero sí espero que haya oídos receptivos” porque la situación de la violencia se ha ido de las mano, ya sea porque la han potenciado ellos mismos con la represión sostenida sobre un vario grupos de mujeres, o porque como dice la misma Ramírez: “nosotras hemos sido grandes reproductoras de ese machismo, porque el patriarcado nos condenó a tener que cuidar a nuestros hijos, entonces, lo que sea mi hija: machista, feminista, buena persona o mala persona, va a ser responsabilidad de su mamá y no de la figura paterna”, por eso prefiere hablar de “violencia machista”, para que nos incluya a todos.
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