LA HABANA, Cuba.- Aún no se cumple un mes desde que Miguel Díaz-Canel asumiera la presidencia del Consejo de Estado cubano, pero los medios masivos internacionales no han dejado de especular sobre cuál será el carácter de su mandato, la apariencia moderna de la nueva Primera Dama y, más recientemente, los dos hijos del presidente, Miguel y Jenny, frutos de su primer matrimonio.
Se ha divulgado la noticia de que ambos jóvenes son músicos, más o menos inclinados al pop rock, y esa imagen encaja perfectamente con la otra, medio nostálgica, de un Miguel Díaz-Canel que alguna vez tuvo pelo largo en la muy metalera Santa Clara, y pedaleó cientos de kilómetros en bicicleta como el resto de los cubanos, antes de entrar definitivamente en la era del carro y el aire acondicionado.
Los hijos del presidente han fundado “DeCuba”, una banda de música alternativa y aliento neotrovadoresco, con la que ya han lanzado su primer single, Vuelos, cuyo vídeo clip obtuvo un Premio Lucas en la categoría de “Nueva Trova”, en la edición de 2017. Pero la historia empezó un poco antes, bajo el nombre de “Polaroid”, agrupación liderada por el cantautor Juan Carlos Suárez, a la que se unieron Jenny primero, y después Miguel.
La banda realizó una gira por Argentina y tuvo su peña en el cotizado bar Sarao. En junio de 2016 se produjo el salto al mainstream cubano con aquel concierto ofrecido en el capitalino teatro Mella, donde fue presentado Ágora, su álbum debut, producido por el sello BIS MUSIC.
Fue un excelente comienzo. En el plano musical y compositivo, Ágora transparenta influencias diversas que van desde el rock argentino hasta el country, resultando entre las producciones más logradas de la escena alternativa cubana de los últimos años.
Discretamente acreditados en el fonograma como Miguel y Jenny Díaz, aquella noche los jóvenes solo eran parte de una banda novel que desde la obertura cautivó al público; aunque no dejaba de parecer raro que en el teatro estuvieran Miguel Díaz-Canel Bermúdez (entonces primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros), Abel Prieto y el entonces ministro de Cultura, Julián González Toledo.
Tan extraña resultó la presencia de esos altos dignatarios como el poder de convocatoria de un grupo poco conocido que compartía escenario con figuras de la talla de Gastón Joya, Rodney Barreto, Oliver Valdés, Roberto Carcassés, Yaroldi Abreu, Emilio Martiní, Kelvis Ochoa y Alaín Pérez. Pero el espectáculo fue tan bueno que la suspicacia pasó a un segundo plano.
De las diez canciones incluidas en el disco Ágora —nominado al CUBADISCO 2016—, casi la mitad fueron escritas por Miguel Díaz-Canel Villanueva; letras deudoras de la Nueva Trova, pletóricas de lirismo y preocupaciones universales. Textos y arreglos musicales revelaron que los integrantes de “Polaroid” poseían una cultura nutrida en los predios del rock latinoamericano y británico, el indie, el pop y la canción de autor.
La banda se desintegró, según dicen, por diferencias estéticas entre sus miembros. Pero ese único álbum es testimonio suficiente de lo que todos, juntos o por separado, pueden alcanzar. Jenny y Miguel tienen hoy su propio ensemble, y con el tiempo se sabrá si eran mejores cuando formaban parte de “Polaroid” e invitados, o son capaces de sacar este nuevo proyecto adelante sin depender del apellido paterno.
Quien tiene padrino se bautiza, ya lo dice el refrán; así que los jóvenes contarán con el apoyo institucional y las garantías que a otras bandas del panorama alternativo han costado sangre, sudor y lágrimas conseguir, si no perecieron en el intento. Pero sería injusto afirmar que los hijos de Díaz-Canel se antojaron de ser artistas y su padre solo tuvo que decir las palabras mágicas.
Los dos poseen talento, formación musical y carisma. Si su carrera forma parte de una estrategia política, es pronto para decirlo. Como también es pronto para saber qué clase de presidente será Díaz-Canel; un hombre que antaño tuvo melena y bicicleta china, nació el mismo día que Adolfo Hitler y casi arruinó a la Universidad de La Habana durante su breve gestión al frente del Ministerio de Educación Superior.
También él carga con su aura simbólica y su ronda de fracasos. Su mandato pudiera ser apenas una digresión temporal para que otro Castro suba al poder dentro de cuatro años. Quizás decida “lucirse” ante el Gran Hermano que lo vigila, y apriete la mano contra el pueblo para conservar el cargo. Existe asimismo la posibilidad, muy remota, de que Díaz-Canel sorprenda al mundo y se convierta en el presidente que Cuba necesita.
Por el momento, algunos detalles parecen marcar la diferencia, además de su afición a los Beatles y el haber nacido en cuna plebeya. Los cambios que impulsó mientras fue Primer Secretario del PCC en varias provincias —como la apertura de El Mejunje en Santa Clara o la rehabilitación del centro urbano de Holguín— y dos hijos con inclinaciones artísticas, confieren otro matiz a la imagen del censor que el año pasado arremetió duramente contra los bares privados y la prensa independiente.