MIAMI, Estados Unidos.- Mi hermano mayor fue el segundo de la familia en tomar la decisión de regresar a los Estados Unidos que nunca debimos abandonar.
A la sazón, era empleado de confianza de Aero Caribbean, línea aérea llamada a complementar vuelos nacionales y regionales de Cubana de Aviación.
En una de esas incursiones a Managua, Nicaragua, mi hermano desertó y apareció en Miami.
Al cabo de los años solo quedaban mis padres y mi hermana en la isla, y cuando los primeros trataron de tramitar su salida con visa oficial de los Estados Unidos, que habíamos gestionado, un cruel oficial de la Seguridad del Estado se entrevistó con mi padre para hacerle saber que no podrían abandonar el país en cinco años, como una suerte de castigo por la fuga de mi hermano en Centroamérica.
El intachable progenitor de los Ríos se defendió como pudo ante la arbitrariedad. Les dijo que su hijo era mayor de edad y él no conocía sus planes de desertar. El impune policía le hizo saber entonces que cumplía con una resolución al respecto. Mi padre le preguntó si podría ver y consultar una copia de la misma y el represor le dijo que no.
Este es un capítulo mínimo, más bien personal, del modo en que funciona la parte más sofisticada del aparato despótico castrista.
La decencia e integridad de un padre de familia, sin expediente en el ámbito de la justicia, fue irrespetado por la arbitrariedad de un sistema sin compasión, creado y entrenado para prodigar daño ante la más mínima sospecha de disenso.
Estos oficiales no son los que salen a partir huesos en las manifestaciones contrarias al régimen, con uniformes desgastados.
A mi padre lo hacían regresar cada mes para saber del progreso de su reclamo, y durante años hubo una sola respuesta: “No hay decisión sobre su caso, puede regresar el próximo mes”.
A veces los encuentros incluían arteras amenazas: “Ni se le ocurra buscar la asistencia de abogados no autorizados para estas gestiones, y mucho menos dar a conocer su caso en los medios de prensa imperialistas, porque entonces no va a salir nunca de Cuba”.
El castigo no llegó a los anunciados cinco años porque ocurrió algo parecido a una amnistía, insospechada, en la que la poeta María Elena Cruz Varela fue liberada junto a otros presos políticos en 1994, y mi padre recibió el añorado “permiso de salida”, como si hubiera formado parte del grupo.
Es importante revelar al mundo estos mecanismos diabólicos heredados, sobre todo, del instrumental inhumano soviético y alemán.
Recientemente, Hamlet Lavastida acaba de reconocer al oficial a cargo de su caso, el teniente coronel Francisco Estrada Portales, quien ya ostenta una carrera de interrogador profesional, denunciado previamente por otros opositores cubanos que han sufrido su cinismo.
Estas personas se entrenan para quebrar la integridad de quienes se oponen abiertamente al régimen o, como en el caso de mi padre, se hartaron del mismo y prefieren huir de su malsana influencia.
No sucede con mucha frecuencia que sus respectivas identidades sean reveladas públicamente, como es el caso de Estrada Portales. Generalmente son fotografiados e identificados aquellos que dan golpes en las calles.
Los cubanos del futuro, cuando esta crápula de torturadores físicos y mentales comparezcan ante la justicia, deberán regresar a las enseñanzas de los otros alemanes, aquellos que hoy disfrutan de su democracia bien ganada, pero no olvidan el pasado y siguen empeñados en armar el rompecabezas tenebroso de la Stasi, la temible policía secreta de la etapa comunista.
Ahora mismo hay especialistas analizando de 40 a 55 millones de pedazos de papel rasgados y embolsados por los “segurosos” alemanes en la estampida final del régimen, que resumen los expedientes de miles de personas vigiladas y atormentadas por la institución represiva durante cuatro décadas.
Algún contenido de las bolsas resulta insalvable, pero otros documentos se trataron de destruir manualmente y esos son los que se componen para la posteridad.
Archivos contenidos en cerca de 500 bolsas ya han sido reconstruidos, pegados minuciosamente a mano. Quedan 15 500 para la memoria que debe prevalecer.
El principio que rige esta insólita labor es la de ayudar al pueblo a entender cómo la Stasi interfería en sus vidas.
Al comienzo de los años noventa muchas personas fueron arruinadas cuando se supo que habían sido colaboradores de la Stasi.
Es bueno que los órganos represivos cubanos y sus asociados se miren en este espejo. Tal vez la idiosincrasia cubana no permita tan minucioso rescate como el llevado a cabo por los alemanes. Quizás la policía política cubana no es tan minuciosa con sus archivos o los ha ido limpiando cada cierto tiempo.
Lo cierto es que algún día deberán responder ante la justicia por sus crímenes.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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