SANTA CLARA, Cuba. ─ Poco antes de las siete de la mañana el muchacho carga su bicicleta con varios pomos de yogurt que distribuye en cuatro paladares particulares del centro de Santa Clara. Una vez terminada la entrega, pedalea hasta el reparto Caracatey, zona periférica que colinda con los hospitales provinciales y donde lo proveen de mercancía para vender en las calles. Su forma de ganarse la vida cambió hace más de siete meses, cuando dejó de trabajar como músico acompañante en un centro turístico de la cadena Palmares. Ahora, en sustitución de su instrumento musical, debe transportar un saco cargado de frutas o viandas para proponerlos a voces en distintos barrios de la ciudad.
Este último mes ha vendido mangos y aguacates. Por cada unidad obtiene quince o veinte pesos, de acuerdo a la cantidad que logre despachar antes de que la fruta se ablande y tenga que devolverla al proveedor como merma. “No sé si tenga buenas cuerdas vocales para cantar, pero al menos la gente me oye cuando voy gritando por la calle”, comenta a modo de broma y sin reparo alguno el joven músico, que pide el anonimato, no porque sienta vergüenza por el nuevo oficio asumido como vendedor ambulante, sino para evitar problemas futuros con su empresa comercializadora. “Lo mismo me pongo un traje que unas botas de goma, sin complejo. Pena me daría que mi hijo no tuviera un huevo para la comida o que me tenga que ir a vivir agregado por no tener dinero para pagar este alquiler a fin de mes”.
El último salario que este muchacho percibió a través de la Empresa Provincial Comercializadora de la Música y los Espectáculos “Rafael Prats” de Villa Clara no superó los 4 500 pesos en el mes de junio. Hasta el momento, desconoce cuándo le abonarán los dos meses restantes. “Como yo, otros músicos llaman a la empresa a diario para saber si entró el dinero, pero nos han dicho que viene de La Habana y no ha llegado a la provincia. Parece que piensan que uno vive de tajadas de aire, porque tampoco hemos dejado de ensayar el repertorio”. En similar situación de desespero se encuentran la mayoría de los músicos o artistas villaclareños a raíz de la total paralización de la vida cultural de la provincia, sumado a la inestabilidad con sus cobros mensuales.
Hace un año, Cubadebate hizo referencia a las condiciones del sector artístico ante la interrupción total del escenario cultural y afirmó que se le garantizaría al gremio una protección laboral y salarial ante la situación generada, mediante la Resolución 18 del 2020. Los artistas pertenecientes al llamado régimen comercial, por ejemplo, se favorecerían con el aplazamiento de sus pagos tributarios. Ambas modalidades, los subvencionados y los comerciales, recibirían un estipendio mensual, valorado, en muchos casos, como el 60 % de su salario.
De acuerdo con el propio medio, la cifra de trabajadores afiliados al régimen comercial de la música, el teatro, el humor, la danza y el circo, asciende a alrededor de 13 500 trabajadores, incluyendo a “personas que apoyan estas actividades”. Según el periódico Escambray, por ejemplo, se han distribuido más de 12 millones de pesos en salarios para los músicos espirituanos, que oscilan entre los 3000 y 5000 pesos, en concordancia con las categorías de cada proyecto artístico. El mismo semanario reconoce que existen artistas que “dedican sus horas a otras labores, dejando a la vera de la suerte sus repertorios”.
Si bien en la capital las unidades artísticas comerciales disfrutan de mayores posibilidades para seguir desarrollándose en su sector de manera virtual y promocionándose por los medios nacionales, hacia el interior del país una parte del gremio artístico ha debido emplearse en trabajos que guardan poca o ninguna relación con el ámbito en que se desarrollaban.
Esta circunstancia, lógicamente, no resulta privativa del escenario cubano. La suspensión de todo tipo de espectáculos presenciales producto de la pandemia ha golpeado sobremanera al sector de la cultura y el turismo en gran parte del orbe, así lo reconocen diversos medios de prensa internacionales que han atendido la situación de desempleo a la que se enfrentan tanto músicos como artistas, o hasta realizadores audiovisuales y vestuaristas vinculados al mundo del entretenimiento. Sin embargo, son otros los conflictos encarados por este sector dentro de la Isla, entre los retrasos con su estipendio, las carencias de todo tipo, y rematado por un alza inusitada de los precios de los productos alimenticios y de primera necesidad.
“Si ese salario fuera constante y sonante, una pudiera decir que, con eso, al menos garantizas una quincena del mes”, explica una vocalista villaclareña que también asume el anonimato y que, como vía alternativa, ha explotado cierta gracia para bordar ropa y pañales de niños recién nacidos. “Antes, esos cuatro mil pesos se lo podía ganar cualquier artista con dos peñas al mes, o trabajando menos de una semana en el cayo. No es que nos hubiéramos acostumbrado a ganar mucho, es que la vida ha subido mucho de precio”.
El cobro de cada actividad programada para las unidades artísticas comerciales no se realizaba al momento, sino mediante facturas firmadas por los directivos o representantes de la entidad que los contrataba. “Para mí es una falta de respeto”, manifestó el músico villaclareño Ariel L. Rodríguez en un grupo público de Facebook relacionado con el gremio. “Ese dinero no es regalado, bastante porcentaje que le hemos dado a la empresa por años y, muchos años, la mitad de nuestro salario, más como están los tiempos que todo está caro y más la familia que hay que mantener”.
En Villa Clara, muchos de los músicos, solistas, animadores o bailarines insertados en el medio turístico constituían el sustento monetario de sus familias. Gran parte de este sector se veía beneficiado con cierta bonanza económica, respaldada por la cercanía de Los Cayos villaclareños, fuente de ingreso, también, para la propia empresa a la que pertenecen y a la que debían abonar un porciento negociable entre el contratista y el contratado.
Además de los espacios habituales que la mayoría de las unidades artísticas mantenían en sus municipios, se sumaban intensas jornadas nocturnas varias veces por semana en los hoteles de la cayería. Por otra parte, muchos integrantes de compañías y agrupaciones contratadas en estos resorts residían en otras provincias como Ciego de Ávila o Sancti Spíritus y desembolsaban un porciento de su salario en rentas y alquileres para mantener la cercanía a ese trabajo mejor remunerado.
“En los hoteles todo el mundo luchaba a su manera”, afirma una bailarina que ha decidido presentarse como Mariela y que, desde que cerró su espectáculo, trabaja entregando viandas y hortalizas a domicilio en una motorina particular que pudo adquirir gracias a sus ahorros. “El que no ganaba con propina, vendía discos por la izquierda a los turistas, otros lo veían hasta como una forma de encontrar pareja para irse del país. El cayo es para hacer dinero un tiempo e invertirlo en algo de valor”.
Varios solistas e integrantes de agrupaciones de pequeño formato refirieron para este reportaje que han buscado alternativas en estos meses tales como: la reventa de artículos de las tiendas MLC, elaboración de vinos caseros, y en el municipio de Placetas, un joven artista contactado por redes sociales, se ha tenido que dedicar a la confección de galletas. Con peor suerte corren los que afirman “no saber hacer otra cosa”.
“Para nadie es un secreto que casi todos los artistas están haciendo cosas que jamás imaginaron”, prosigue la bailarina. “Un compañero mío está de ayudante de albañilería y otra que bailaba conmigo está poniendo uñas acrílicas en su pueblo porque tuvo que dejar el alquiler. También conozco gente que tienen algún don y se han dedicado a tirar las cartas. En nuestro caso, hay que echarle mano a lo que aparezca y dejar reposar el baile”.
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