CIUDAD JUÁREZ, México.- La pequeña Karelia nunca había visto armas largas, ni cortas: hasta ahora. En un refugio temporal para migrantes que pertenece a la red de albergues gobierno del Estado de Chihuahua, en Ciudad Juárez, conoció la misión de un pastor cristiano. También el olor a muerte: un domingo, hacia las 8 de la noche:
Tres hombres armados irrumpieron en la humilde vivienda. En la colonia Francisco I. Madero, una de las violentas de esta ciudad fronteriza con El Paso, Texas, en donde viven actualmente muchos de los 17 mil migrantes que están esperando su turno para entrar ordenadamente a Estados Unidos, con el objetivo de solicitar asilo político. La mayoría ya fueron retornados a Ciudad Juárez, dentro del acuerdo de retorno del MPP, pactado entre los presidentes de Estados Unidos y de México.
Los delincuentes entraron por la puerta principal. Como si nada. No hay seguridad. Los migrantes estaban solos.
– “!Todos al piso!!!”, exclamaron los hombres encapuchados y enfundados con botas altas.
“Sentí cuando las pistolas cargaban, tengo mucho miedo”, afirma Karelia Martínez Rodríguez a CubaNet, tras obtener el permiso, para ser entrevistada, de su madre que vive en Estados Unidos.
“Sabía que esto iba a acabar en muerto. Me dio mucho miedo porque pensé que uno se iba a morir, o muchos”, asegura la niña, de rostro angelical que quiere ser actriz.
Elizabeth, de 13 años, está sentada ahora en la misma litera en la que se refugió. Al escuchar los gritos en aquella tarde de terror se metió debajo de la cama junto a su abuelita, de 67 años de edad. Su hermana Karelia, de 11 años, estaba cargando el celular, y se ocultó en otra cama. De pronto, los delincuentes irrumpieron en la recámara. A su abuelo, de 73 años, no le dio tiempo de esconderse.
Las pequeñas, a las que les fascinan las películas de princesas, hicieron lo que les dijo su abuelito: no hablar, no llorar, no respirar si pueden.
-“Vamos a matar a uno, para que vean que es en serio”, exclamaron los delincuentes, drogados.
Comenzaron a golpear a su abuelo. Patadas en las piernas, en su boca, golpes con el arma.
“Me sentí muy mal porque ahí lo estaban golpeando y yo viéndolo. Me daba mucha tristeza, yo quería defenderlo”, recuerda Elizabeth, que quiere ser abogada.
– ¿Qué pasó con tu abuelito?, le pregunto.
Él se fue a Cuba hoy, porque no aguantaba esta sensación de estar en un país donde hay mucha violencia, y ya estaba enfermo… tiene 73 años y lo golpearon mucho.
Chamel Martínez, de 15 años recién cumplidos, tiene su litera en el pasillo del albergue en el que se refugian 52 migrantes cubanos: familias, niños, mujeres y ancianos. Este niño, de Falcón, Villa Clara, quiere ser “pastor de iglesias cristianas para ayudar a las personas a encontrar el amor de Jesús”. Llora hoy y dice que no ha tenido suerte. En su cuerpo están las huellas de la barbarie.
“Estaba acostado en la cama y de pronto empezaron las personas a correr. No sabía qué sucedía, Cuando voy a bajarme de la cama, viene una persona con el arma y me dice que me voltee, y me golpea, con la parte de atrás del arma, en la cabeza, en el hombro, en las costillas”.
“Comenzaron a pedir los teléfonos, dinero, y se llevaron las maletas de las personas. Les pegaron y les dieron patadas. Me pegaron tres o cuatro veces, cuando llegaron y cuando se fueron”.
Durante unos minutos tardó en saber de su hermana Jennifer, de 16 años de edad, que huyó de los hombres armados saltando una valla de unos dos metros y se refugió en la casa de unos vecinos.
Sentada en una colchoneta una mamá cubana descansa de su casi sexto mes de embarazo. Está con fuertes contracciones y vómitos desde que vivió el terror del asalto. Su esposo, Glendys Gastón Ruiz, está en la Fiscalía, poniendo una denuncia contra los asaltantes junto a otros migrantes cubanos que se han atrevido a hacerla. El aire acondicionado refresca el aplastante calor del desierto en el verano de Ciudad Juárez. Otros colchones de plástico son hogar para otras dos familias en esa habitación. Su niña de 6 años escucha las palabras de lo que ya vivió.
“Sentimos mucho miedo, como si ya fueran nuestros últimos minutos de vida. Imagínese, esas personas amenazando, diciendo que dispararán. Nosotros no tenemos dinero, somos personas pobres, es un acto de maldad que hicieron contra nosotros, porque estábamos desprotegidos”, dice Lety Rodríguez Rodríguez, nacida hace 33 años en Villa Clara.
“Me puse muy nerviosa. Vi a mi marido que salió con la niña, como si estuviera el albergue cogiendo candela. Y me di cuenta que pasaba algo. Salí corriendo y con mucho miedo, llorando, vi hombres armados. Pensé que estaban adentro matando, yo temía que iban a secuestra a mi hija”.
“Lo peor es que nosotros hemos sido regresados, por el protocolo del MPP. Tenemos Corte en octubre y no tenemos condiciones ningunas, y estamos horrorizados. Tenemos terror de estar aquí”.
A los 20 minutos del asalto al albergue de migrantes la Policía Municipal llegó. También el pastor cristiano que fundó el refugio y las autoridades encargadas de atención a migrantes del gobierno del estado mexicano de Chihuahua, en Ciudad Juárez.
“Fuimos testigos del pánico, desconocemos qué es lo que estaban buscando exactamente. No pasó a mayores, algunas personas necesitaron atención médica y se llevaron algunas dinámicas de contención emocional”, afirmó a CubaNet Enrique Valenzuela, director del Consejo Estatal de Población y Atención a Migrantes.
Tres de los migrantes isleños fueron trasladados al hospital en ambulancias, aunque no tuvieron ninguna fractura, sino lesiones físicas leves. El resto fue reunido por las autoridades estatales y del albergue. Se les pidió que no divulgaran información, que no enviaran ni publicaran los vídeos que habían grabado, recomendación que se escucha en grabaciones.
“Nos amenazaron con echarnos si contactábamos con periodistas”, afirmaron varios cubanos que prefirieron no conceder sus testimonios, a pesar de que CubaNet tuvo el permiso del Pastor y de las autoridades para acceder al albergue.
En Ciudad Juárez, donde el 80 por ciento de las personas que están varadas esperando el asilo político en Estados Unidos son de Cuba, los migrantes isleños están atrapados entre las fuerzas de seguridad corruptas, los delincuentes y el nuevo acuerdo migratorio entre los gobiernos de Estados Unidos y México.
Esta ciudad mexicana, una de las más peligrosas del mundo, en la que en lo que va de año han sido asesinadas más de mil personas, es a donde han sido retornadas ̶ por las autoridades migratorias estadounidenses ̶ a más migrantes, quienes deben esperar su proceso de asilo fuera de Estados Unidos. Es el acuerdo del MPP, por sus siglas en inglés, que irónicamente se nombra como el Protocolo de Protección a Migrantes, y que prácticamente anula la ley de Ajuste Cubano, a través de la cual los cubanos regularizaban su situación migratoria al año y un día de llegar a Estados Unidos.
El refugio para migrantes está ahora custodiado día y noche por una unidad de la Policía Municipal.
– ¿Cuál es vuestro plan?, pregunto a Karelia Martínez, de 11 años.
El plan es que mi abuela nos lleve a Estados Unidos con mi mamá, porque la extraño mucho y quiero estar con ella. Hace cuatro años que no la veo. Pero tengo mucho miedo de estar en México.
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