PUERTO PADRE, Cuba.- El veredicto del juez federal Darryl Gailes en el caso de los balseros detenidos por la guardia costera estadounidense en el faro American Shoal Light, sentará un precedente en la Ley de Ajuste Cubano, y en consecuencia, el régimen de La Habana está actuando para silenciar a estos inmigrantes.
De la veintena de cubanos atrapados en el Faro American Shoal Light, posiblemente la mitad residen en Puerto Padre, ciudad perteneciente a la oriental provincia Las Tunas.
“Como 11 muchachos (jóvenes) vecinos míos están en ese grupo,” dijo a CubaNet, a condición de no divulgar su nombre, un residente del barrio María Núñez en Puerto Padre.
El Camello, el nieto del Chino Dulcero, Tatica hijo de Cara de gallo, uno flaco que vendía tarjetas de recargas, Yordanki, el hijo de Adela, el nieto de Melba…, una ristra de apodos o indicaciones confusas, es lo más que puede conocer quien trate de saber de estas personas que hoy corren el riesgo de ser devueltas a Cuba en condición de anonimato, cuales bultos en huacales o animales enjaulados.
En reuniones matutinas que las administraciones gubernamentales sostienen con sus empleados diariamente para hacer adoctrinamiento político, esta semana en Puerto Padre se ha indicado a los empleados gubernamentales “cuidarse” de la investigación que “ellos” (la prensa independiente) están haciendo de esta “salida ilegal” con el fin de que se mantenga “la asesina” Ley de Ajuste Cubano y “más jóvenes” vayan a Estados Unidos.
Ya desde la pasada semana la seguridad del Estado ha reforzado el chequeo múltiple, (visual y con medios técnicos) que ejerce sobre este corresponsal, influyendo sobre quienes, en este caso de los balseros, están en posesión de información para que no la divulguen.
¿Sufren los familiares de estos balseros un típico caso de Síndrome de Estocolmo? “No estaría mal que el cuarto poder (la prensa) haga algo por estos muchachos”, dijo un abogado a este corresponsal. Pero escasa ayuda puede darse a quién no está dispuesto a recibir auxilio.
Y este es el caso de Claribel Quevedo, madre del balsero Carlos Alberto Borge Quevedo, hoy detenido en un guardacostas y en espera del veredicto del juez Gailes tras ser capturado en el faro American Shoal Light, a quién presentado por un amigo de ambos este corresponsal intentó entrevistar sin conseguirlo:
“No me pregunte. No voy a decir nada. Ellos están allá y que sea lo que vaya a ser. Además, yo no sé quién es usted,” dijo Claribel.
“¿Cómo que tú no sabes quién es él? Yo acabo de decirte quién es, que es mi amigo y que tanto él como su periódico lo que quieren es ayudar, publicar los nombres de quienes se fueron y por qué se fueron y están en este problema,” dijo mi amigo a Claribel.
“No, yo no sé nada,” refutó Claribel, ahora hosca, aunque la noche anterior, con cara risueña había dicho: “Mañana en casa de Francisco hablamos.”
Algo parecido había sucedido con la madre del balsero apodado El Camello: una amiga mutua había concertado la entrevista, pero los familiares del balsero en peligro de ser regresado a Cuba nunca acudieron para identificar ante la opinión pública internacional a su ser querido, con todo el peligro que entraña ese retorno a Cuba cuando del balsero no se conoce si no su apodo, el nombre de un animal, una condición semejante a su actual cautiverio e incierto destino.
El balsero Livan Concepción, que también fuera capturado en el faro American Shoal Light, es nieto de una señora nombrada Melba. Residía Livan junto a su abuela en la avenida Máximo Gómez, justo en la esquina de la calle Playa Girón, en el edificio de “los combatientes”, llamado así puesto que sus apartamentos fueron otorgados a personas que gozan de esa condición (de combatientes de la revolución cubana). Iba este corresponsal a entrevistar a Melba, la abuela del balsero, cuando otro vecino advirtió:
“No pierda su tiempo, ella es tremenda comecandela (comunista) y no le dirá nada. Además, ya ahí (en el edificio) estuvo la seguridad del Estado”.
Es la persecución en ausencia que dentro de Cuba sufren estas personas detenidas a bordo de un guardacostas de Estados Unidos. Y no cabe si no preguntarse qué será de quiénes hasta se les prohíbe su identidad si son regresados a Cuba en tan vulgar condición de anonimato, cuales bultos postales sin remitente ni destinatario.