VILLA CLARA, Cuba. — Cuando el dramaturgo Freddys Núñez Estenoz sube a escena para dar paso a su obra, todo el público de El Mejunje ya ha guardado silencio. Saben de antemano que lo que está por revelarse llegará a estrujarles el alma. “Este país necesita dejar de lado el odio”, se le escucha decir al director de Teatro del Viento en su speech inicial.
El patio del lugar se ha llenado de público, aunque no es noticia la presentación allí de la puesta “No tengo saldo”, que se estrenó hace casi cuatro años. Lo notorio de su reposición en el centro del país es que forme parte de una jornada sobre el “teatro de resistencia” y que su argumento actualizado cale hoy más que nunca en los espectadores.
“La realidad cubana muta todo el tiempo, por lo tanto, el espectáculo se actualiza también”, describe el director camagüeyano. “Son microhistorias para intentar dialogar con el público de frente a frente, desde sus problemas y sus carencias, desde sus necesidades, sus sueños y aspiraciones. Se trata de ponerlos delante de su realidad desde una perspectiva teatral”.
“Aquí estamos, y estar aquí no es como estar allá”, comienza diciendo una de las actrices en un soliloquio desgarrador. “Hasta el manisero se va”, prosigue la joven que habla sobre ilusiones rotas, abandonos y fe desmoronada. Más adelante irrumpe en la escena otro actor que saca de una caja un radio marca VEF: “No funciona, esto no funciona para nada y mi padre no lo quiere entender… He gastado los ahorros de mi vida reparándolo, pero el sistema no funciona”.
“No tengo saldo” no es una puesta sobre el saldo en sí, su argumento hurga en la fuga masiva de jóvenes, en la separación de las familias, en los conflictos generacionales y la desesperación de los que aún permanecen en el país. Esta es la primera obra de una trilogía llamada “Mediando” y sucedida por “To ta bien” y “Y ahora qué”.
Una de las actrices representa a una doctora recién graduada cuya pretensión principal no es otra que marcharse de la isla: “Se vende mi título de oro, mi primer estetoscopio. Mis manos exigen mudarse a cualquier parte para reparar lo roto. Compro allá todo lo que vendo aquí”.
Freddys confirma que su teatro intenta “quitar esa cuarta pared” entre la obra y el público y lo logra magistralmente tocando temas sumamente sensibles a través de ese discurso satírico que siempre ha distinguido a su agrupación.
A pesar de que emplea cierta vis de comedia para solucionar algunas situaciones en escena, fueron más los espectadores conmovidos que los que decidieron reír ante esos giros dramáticos por momentos desconsoladores.
“Tengo miedo de que mis raíces se pudran” y “¿Qué es la vida?: decirle adiós al que amas con la certeza absoluta de no verlo nunca más”, se escucha también desde el escenario. “Los amigos terminan marchándose” y “Te espero en la otra orilla”, exponen otros de los parlamentos.
“No tengo saldo” es más que un ensayo de los miedos y frustraciones tras el imparable éxodo masivo. Dicho por el propio director, es un reflejo de “las aspiraciones truncas y la incapacidad de construir sueños aquí y los colocamos allá”. También de la diáspora en los oficios, un conflicto sufrido recientemente hacia el interior de Teatro del Viento. De eso, precisamente, trata esa resistencia y sobre ese testimonio se desarrolla la puesta en escena que concluye mencionando los nombres de los que se fueron. “La Isla se está muriendo de tristeza”, dicen a coro.
En julio pasado Freddys dedicó un extenso mensaje en redes sociales para hablar de las despedidas en su agrupación: “Se nos va Cuba, despacio pero constante, pronto, muy pronto seremos nada, y tendremos que adorar las glorias pasadas, que, con el tiempo serán tan distantes, que puede que muchos duden si fueron verdaderas”.
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