LA HABANA, Cuba. – En la noche del pasado viernes 12 de febrero, la vivienda del exoficial de la Marina Mercante Omar Torres Sosa y su familia fue vandalizada por una o varias personas que lanzaron un objeto contundente contra una de las ventanas de cristal.
Seis días antes, la familia también denunció que habían lanzado algún tipo de ácido sobre la pared del portal, además de un huevo.
Sin embargo, esta no es la primera vez que el joven ex marino mercante del municipio Ciro Redondo, en Ciego de Ávila, denuncia este tipo de ataques en su contra. Desde hace varios meses, estos sucesos se han vuelto comunes en su casa: además de encontrar las palabras “gusano” y “mercenario” escritas en las paredes, Torres Sosa y su familia, incluido su hijo de seis años, han tenido que soportar que lancen piedras e incluso botellas con petróleo contra su hogar.
Pero estas agresiones no comenzaron “ayer”. Todo comenzó en 2018, cuando “denuncié a través de un foro de marinos llamado ‘La Cuaderna Cubana’, los problemas con el pago de salarios en tiempo a los marineros mercantes, así como las pésimas condiciones de vida y trabajo a bordo de los barcos cubanos”, contó Torres Sosa a CubaNet.
“Al cabo de un tiempo muy corto ―continúa― la Seguridad del Estado llegó hasta mí y fui separado de la compañía a la cual le había dedicado casi diez años de duro trabajo. Además de eso, inexplicablemente fui víctima de un asalto a manos de dos individuos que me causaron serias lesiones ―lo que me llevó a una sala de cirugía ― y que aún hoy no han aparecido”.
De esa forma, el régimen cubano le quitó a Torres Sosa, egresado en 2009 de la Academia Naval Granma con título sobresaliente, la posibilidad de seguir trabajando en la profesión que estudió (Ciencias Náuticas) y que le apasiona.
“Desde que me licencié ingresé a la bolsa de empleo de la empresa Selecmar, y a partir del año 2010 comienzo a trabajar con la compañía cubana radicada en Grecia ‘Northsouth Maritime Company’. Sin embargo, me expulsaron de allí sin siquiera mirar una trayectoria intachable en cuanto a mi trabajo”, manifiesta.
“Cuando me sacaron de la empresa no me informaron las razones en un principio. Al solicitar explicaciones, un año después fue que me entregaron una carta donde decía que el motivo principal de mi separación era por supuestos vínculos con grupos contrarrevolucionarios”.
Según declara el joven avileño, tras manifestarse pacíficamente a favor del Movimiento San Isidro ―mediante una directa de Facebook transmitida desde el parque Sergio Antuña, de Ciro Redondo, el 29 de noviembre de 2020― su expediente laboral desapareció de manos de la Policía política y del capitán Rafael Guzmán Pérez, director de la compañía.
“El día 5 de febrero tuve conocimiento por varios marinos que me escribieron sobre una circular que se le envió a toda la flota explicando la deserción del capitán Rafael Guzmán Pérez, mano derecha de Guillermo Faustino Rodríguez López-Calleja, hermano de Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, quien dirige el Grupo de Administración Empresarial GAESA”, declara.
“Yo supe del suceso ―explica el joven marinero― en la mañana. Ya en la noche comenzaron a arremeter contra mi casa golpeando las ventanas y tratando de abrirlas. Desde ese día mi hijo de seis años no duerme bien”.
Según declara Torres Sosa, “el capitán Rafael Guzmán se encontraba en lo más alto de la cúpula castrista y, siendo director de la Northsouth Maritime Company, tenía acceso a cuentas con las que operan ellos. Este no es más que un futuro testaferro del régimen, el tiempo será el encargado de demostrarlo”.
“Los marineros aún navegan bajo condiciones infrahumanas, muchos se han visto obligados a desertar fundamentalmente en la zona de Canadá para liberarse de la tiranía. Guzmán Pérez truncó la carrera laboral de muchos marinos, era un demagogo que desfalcó millones, un dinero que representa sangre, sudor y lágrimas de cada uno de los marinos a los cuales se nos tronchó un futuro”.
Esa y otras son las razones por las cuales todavía Torres Sosa usa su uniforme de marinero mercante a la hora de protestar. Lo utiliza como signo de rebeldía para exigir los derechos arrebatados a él y a otros marineros.
“Eso fue lo que me quitaron a mí: mi título, la carrera que me apasiona, una trayectoria laboral intachable… Con este uniforme no estoy representando a la Marina Mercante cubana sino a cada uno de los marinos cubanos que se consideran libres de pensamiento y espíritu”.
Debido a la invalidación de su título y a la desaparición de su expediente laboral, aún Torres Sosa no ha logrado encontrar empleo en su municipio. En medio de esa tensa situación, su esposa, que se desempeñaba como manicure, tuvo que dejar su trabajo por la escasez de los productos necesarios. “Es bien difícil, pero no es atenuante para rendirnos. Si mi hijo come, ya me siento bien”, asegura Torres Sosa a CubaNet.
“Mi familia ha estado a mi lado desde que comenzó todo, aunque hay quienes por miedo o por no compartir las mismas ideas se han alejado. Mi esposa Litsay, por ejemplo, es mi Mariana, es mi bastón y mi soporte.
No obstante, agrega: “Es duro ver que cuando te montan en un carro patrulla muchas personas que te vieron nacer y crecer miran hacia otro lado o se desentienden, y en ocasiones entran en debates preguntándose si lo que hago es por dinero. Para algunos parecemos entes o algo paranormal a quien ellos no pueden o no quieren ver”.
Torres Sosa no decidió ser disidente u opositor. Hay motivos, como su expulsión de la compañía marítima, que lo obligaron a tomar una postura exigente ante las autoridades, a las cuales “se les notaba la complicidad” en torno a lo sucedido.
“En el momento en que los emplazas a que te den una respuesta es la propia Seguridad del Estado quien comienza a preguntarte en los interrogatorios si eres un desafecto de la Revolución, y al final son ellos mismos quienes te llaman contrarrevolucionario u opositor y uno acaba adoptando con inmenso orgullo el nombre por el cual pagamos duras consecuencias”.
En ese punto, la coacción directa o a través de terceros resulta uno de los métodos más utilizados por la policía política de la Isla para acallar a las voces discordantes.
“¿Sabes que tú hijo no será nadie aquí en Cuba?”, le han advertido. “Pero eso lo sabemos de antemano. Por eso tengo fe en que mi pequeño será parte del cambio y verá y sabrá lo que es vivir en una Cuba verdaderamente libre”, analiza Torres Sosa.
“Lucho y lucharé por brindarle un futuro mejor a mi hijo y a los hijos de aquellos que aún no han decidido sumarse a la pelea. Cuando vives en carne propia la represión y la violencia a la cual somos sometidos a diario los opositores, no queda otro camino que seguir con más fuerza. Nuestro único delito es pensar diferente y levantar la voz por los derechos perdidos”.
A él ―dice― nada ni nadie podrá obstaculizarle los deseos de luchar “en contra de una tiranía como la de Raúl Castro. Solo dejaría de hacerlo el día que Cuba sea libre de comunismo, pero aclaro, dejaría de luchar solo para ponerme a ayudar a levantar lo que quede de nuestra patria”, apunta.
Su futuro y el de Cuba están ligados: sin libertad no hay ningún horizonte. Pero una vez alcanzada la meta, “nuestros sueños se irán revelando”, asegura. “Y yo nunca he dejado de soñar con el mar”.
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