Foto-galería de Frank Correa
PALMA SORIANO, Cuba. – Reconocido como territorio de importancia crucial en los últimos días de la guerra de 1959, Palma Soriano, en Santiago de Cuba, es el más grande en extensión de todos los municipios orientales. A veces se le ha llamado con el sobrenombre de ¨La Habana chiquita¨.
Allí los precios son más elevados que en la capital, y la única opción que existe para paliar la crisis son las ferias de los sábados, situadas en la calle Paquito Borrero, desde La Avenida hasta Martí. Todo el pueblo las espera con ansias, pero es más una acción sicológica que real, pues la venta consiste en rebajarle solo un peso a cada producto.
En una estancia de siete días en el pueblo, descubrí una microempresa extendida a todos los ámbitos de la población. Una verdadera microempresa ¨mínima¨, con la que al parecer sobreviven los palmeros; venden todo tipo de productos, en sus casas, en los portales, en catres que colocan en la acera, o pregonándolos en voz baja.
Otro detalle notable es el pésimo estado de las calles. Enormes baches en una ciudad de topografía irregular, signada por bajadas abruptas y subidas largas, donde el transporte urbano son coches tirados por caballos. Toda una caballeriza arrastrando coches a base de tubos de hierros, tablones y cabillas, y tapiados con lona en forma de techo. Los palmeros los llaman ¨Los asesinos¨, pues por los tantos baches de las calles se han reportados clavículas partidas, costillas rotas, cabezas fracturadas y brazos enyesados, con su punto culminante en una baranda de un coche que se zafó en plena marcha en una loma y todos los pasajeros cayeron violentamente.
Pero el problema más grave de Palma Soriano es el agua, que llega solo una vez al mes. Los palmeros se han agenciado tanques enormes, o a cambio han construido embalses. La capacidad de llenado es decisiva para sortear 29 días del mes sin agua en las casas.
A pesar de estos y mucho otros contratiempos, la predisposición de los palmeros para las fiestas es buenísima. Me atrevo a afirmar, por lo que vi en siete días, que podrían ostentar el número uno en consumo de alcohol per cápita en Cuba. Mientras venden en su microempresa se dan tragos. Por el pueblo, casi todos andaban con una botella de ron. De noche en el parque, pasaban parejas de brazos y era ella quien la llevaba.
Había carnavales en el cercano pueblo de Contramaestre. A las seis de la tarde parecía verse el pueblo entero alistándose en los camiones.
Hablé con personas de avanzada edad y me contaron que es una vieja tradición del pueblo ir a los carnavales de los pueblos cercanos, Santiago, San Luis, Dos caminos, Songo La Maya, Guantánamo.
Tomasa Guerra, de 93 años, me contó cosas interesantes sobre este pueblo. Dijo que, cuando Fidel anunció el triunfo de la revolución en 1959, desde el cuartel de Palma, declaró a Palma Soriano ¨la primera capital de la revolución¨. Con una claridad que me asombró. Recitó una poesía que se aprendió de memoria cuando niña:
¨El municipio de Palma es el más grande de Oriente, pero también el más pobre. No encuentra alcalde que obre, con largueza soberana. Esta región cubana muere de tanto rigores, y de llevar senadores, al congreso de La Habana¨.
-Y ahora es lo mismo –sentenció la anciana con su voz casi apagada.