LA HABANA, Cuba.- Habría que ser demasiado ingenuo para creer que algo medianamente positivo saldrá de las reuniones a las que el régimen ha llamado por estos días para debatir los documentos aprobados por el VII Congreso del Partido Comunista (PCC), la Conceptualización del Modelo Económico y el Plan de Desarrollo hasta el año 2030.
Cada vez que a los cubanos de a pie —o casi descalzos de tan rotos que tienen los zapatos—, sin voz ni otro voto que no sea el que depositan sin ganas ni esperanzas por los delegados de circunscripción del Poder Popular, oyen hablar de debates, se sienten como mal pagados extras contratados para rellenar escenas de batallas y que de pronto se ven en una comedia en la que no tienen cabida frente a las cámaras, ni siquiera un segundo, entre los asistentes al banquete de la boda del consabido final feliz.
Pero siempre hay ilusos que dicen que sería imperdonable no aprovechar esta oportunidad que graciosamente nos concede el gobierno para hacernos escuchar. Confían en que sus opiniones serán tenidas en cuenta para desestatizar, desburocratizar y acabar con ese “aparataje descomunal que ha decomisado la sociedad”, como decía Alfredo Guevara, un comisario que estaba autorizado por el Comandante, que era amigo suyo, a majaderear de vez en cuando. ¡Como si no supiéramos que con el fin de ese aparato, al quedarse totalmente sin puntos de apoyo, se vendría abajo el sistema entero!
Es realmente conmovedor el candor de los que creen en la perfectibilidad del socialismo castrista, cual si fuera la segunda venida de Marx, a pesar de la refutación del marxismo en toda la banda que son los 57 años de flujo y reflujo del régimen castrista.
Los que creen en los debates se hacen preguntas para las que ni los únicos que pudieran ser capaces de responderlas, los jefazos, tan ocupados como están en seguir aferrados al poder y ganar tiempo a toda costa (sabrá Dios para qué), parecen tener la respuesta.
Pero ellos aseguran confiar en que la revolución no los defraudará, esperan que aun queden dirigentes con honra en el partido y que estén dispuestos, pese a los riesgos, a tener en cuenta sus criterios. ¡Infelices! Parece que no saben que la capacidad de crítica individual de los militantes del Partido está reducida a los baches en las calles (que son de Fidel), los problemas con el pan y las guaguas y si acaso, ciertos chismes que amenizan y ponen pimienta a las reuniones de los núcleos. Porque las críticas gordas y el momento y lugar adecuado para hacerlas se deciden “arriba”. Y por supuesto que no es precisamente en estos debates, de los cuales los asistentes quieren salir lo más rápido posible.
Los retranqueros de la ortodoxia suicida, que lograron imponerse en el VII Congreso, hace mucho que se taponaron los oídos para no escuchar las críticas. ¡Y todavía hay zoquetes que hablan de la posibilidad de que haya democracia en el PCC!
La honestidad y la discrepancia todavía cuestan el carné rojo y que le cuelguen al más bienintencionado de los militantes comunistas, si se pone quejoso, el peligroso cartelito de “conflictivo”, con todo lo que ello implica.
Los cebaderos de corruptos, las piñatas planificadas y los guateques de mentirosos han roto todos los récords. Para qué perder el tiempo, para qué volvernos locos, con la cuestión de la honra y la doble moral si definitivamente lo que hay, también en el Partido, tanto como en casa de cualquier jinetera y su chulo, que en los ratos libres se dedica a carterear, es una absoluta y total falta de moral.
A veces, de tan mal como sale todo, he escuchado especulaciones acerca de algún plan siniestro urdido por sectores de la burocracia política más retrógrada para destruir al Partido desde adentro.
¡Cuánta paranoia! ¡Qué ganas de complicarlo todo! Que avisen, entre tantos fósiles caprichosos y retrógrados que patinan en el mismo charco, quiénes son y dónde están los progresistas, los reformistas tapaditos, porque no se ven asomar por ninguna parte…
Mientras, los militantes siguen yéndose en masa (por enfermedad, vejez, problemas personales, los nervios jodidos, insomnio crónico, depresión perenne, disfunción eréctil, etc.) de las filas del Partido que se dijo era inmortal, y los jóvenes se niegan a ser captados para la UJC, quedan algunos militantes que creen estar más a la izquierda que Lenin y Stalin juntos, que no entienden qué pasa, que echan de menos la explicaciones que creen merecer, que se ponen paranoicos y se sienten marginados por la dirección del Partido luego de que empezó el coqueteo con los yanquis, y temen que con tanto oportunista y burócrata cleptómano presto al reciclaje como hay, el reculateo termidoriano y la restauración capitalista estén a las puertas de lo que queda del fidelismo.
Conozco uno, militante de larga data, que me ha confesado que teme que los jefazos históricos, de tan viejos y cansados, y como no acaban de morirse, hayan decidido encallar como las ballenas y dejar que se vaya al carajo su versión del socialismo, que fue como el cuento de la buena pipa, y más después que les dio por pretenderlo próspero y sostenible.