LA HABANA, Cuba. – Tal como se anunció por la prensa oficial desde horas de la mañana de este 11 de septiembre, en el espacio habitual de la Mesa Redonda tuvo lugar una comparecencia especial del Presidente (no electo) de Cuba, Miguel Díaz-Canel, a fin de informar sobre la “situación energética coyuntural” que está atravesando el país en este mes de septiembre. Esta vez el programa se transmitió desde el Palacio de la Revolución, y acompañaron a Díaz-Canel los ministros de Economía, de Energía y Minas, y del Transporte.
Con aspecto cansado —en correspondencia con una jornada que inició en horas tempranas en una reunión del Buró Político, con Raúl Castro a la cabeza, donde se aprobaron “las medidas para paliar la situación”— el “presidente” hizo su alocución sin apartarse un milímetro del guion que, a grandes rasgos, inició con las causas de todos los males: la nueva “arremetida” de maldad del Imperio norteamericano (y aquí una mención directa a los fondos que destina el gobierno de ese país “a la subversión en la Isla”), además del caprichoso empeño de la actual administración norteña en causar sufrimiento a la población cubana con la aviesa intención de achacar las carencias y privaciones a la ineficiencia del gobierno.
Según Díaz-Canel, la limitación de las remesas y los esfuerzos del gobierno de Trump para impedir la llegada de petróleo a Cuba fueron, entre otros, los factores de mayor importancia que condicionaron la “baja disponibilidad de diésel”, lo cual está impactando directamente sobre el transporte público y sobre el de carga.
Porque resulta que “ya no hay problemas de abastecimiento, como los que enfrentamos a finales del año pasado y en los primeros meses de este año”. Dizque hay barcos de alimentos en el puerto —cargados de carne, harina para hacer el pan, etc.— que no han podido ser descargados debido a la “actual coyuntura energética”. “Coyuntura”, un vocablo mencionado en numerosas ocasiones durante la alocución de Díaz-Canel y comparsas, y que parece ser el nuevo eufemismo para denominar lo que en los años 90’ conocimos como Período Especial —gracias a la fértil imaginación de Castro I— cuyo retorno entre nosotros el régimen se niega a reconocer.
Por su parte, el Ministro de Energía y Minas anunció la “posibilidad de apagones”, que serían programados y avisados oportunamente a la población; mientras el Ministro de Transporte se refirió a la inevitable “reprogramación” de los viajes interprovinciales —que “no van a ser suspendidos sino prolongados” en el tiempo, lo que implica que “habrá personas que compraron sus boletos pero no podrán viajar en las fechas que tenían previstas”— una situación que afectará tanto los servicios de ómnibus nacionales como los viajes en trenes, servicio de efímera vida puesto que fue reinaugurado a bombo y platillo en semanas recientes. El Ministro de Economía, a su vez, hizo mención triunfante del aporte financiero del turismo y de otros ingresos derivados de las inversiones extranjeras, etc., todo lo cual, sumado a los planes de desarrollo que se acometen en todo el país, significa que debemos estar seguros de que el crecimiento del PIB para este año está garantizado.
Habrá también afectaciones “en la distribución de algunos productos”, pero al menos nos dieron la buena noticia que hasta el próximo domingo, 15 de septiembre, “no deberán producirse apagones, salvo que haya interrupciones por roturas u otros factores”.
Sin embargo, afortunadamente esta vez el gobierno tiene un Plan. No por gusto el mandatario nos recuerda que ahora tenemos lo que nos faltaba en los 90’, a saber, los Lineamientos del PCC, la Conceptualización del Modelo y —como si no fuera suficiente— una nueva y flamante Constitución, herramientas utilísimas que en los días actuales nos permiten enfrentar exitosamente las acechanzas y conjuras imperiales. Ahora, nos dice un sonriente Díaz-Canel, el Plan de Cuba se enfrenta al Plan de USA. “Plan contra Plan, como decía Martí”, aseguró complacidísimo de sí mismo.
¿Y cuál es el maravilloso Plan maestro urdido en secreto conciliábulo por los druidas y su “continuidad”? Pues, textualmente: “desempolvar algunas de las experiencias aprendidas durante el Período Especial”, como por ejemplo “el trabajo a distancia” (de ser posible que se realice el trabajo desde la casa, aprovechando “las ventajas de conectividad que ahora tenemos”, para aliviar el uso del transporte público y obrero), el transporte estatal deberá recoger pasaje en las paradas de ómnibus siempre que tengan capacidades disponibles (lo cual pareciera un deja vú de los célebres “amarillos”, nombre que el gracejo popular aplicó en aquellos duros años finiseculares a los Inspectores Estatales, debido al color de sus uniformes, y cuya función era obligar a los choferes estatales a cargar pasaje), aplicar el “control popular” (eufemismo de “chivatería”) ante cualquier violación de las medidas y de la legalidad, “mover los horarios de trabajo” incluso a las madrugadas, de ser necesario, y reintroducir la tracción animal en lugares donde esta variante sea posible, entre otras perlas.
Y por si no fuera suficiente para convencernos que esta “tensa coyuntura energética” no es un Período Especial sino “una oportunidad de entrenamiento, puesto que puede repetirse en el futuro” —lo que contradice el concepto mismo de lo que se entiende como coyuntural— ahora tenemos “una estrategia de desarrollo económico-social” basado en el turismo, en “la exportación de servicios médicos y de fármacos”, además de otros rubros como la producción de huevos, carne de cerdo y pollo.
Pero la mejor de las noticias es que la susodicha “coyuntura” es solo cuestión de días. Ya los contratos del petróleo para el consumo del mes de octubre “están negociados”, lo que implica que el mes venidero no será energéticamente tenso, y el día 14 de este propio mes de septiembre entrará un barco de petróleo —llegado de un misterioso lugar que nuestro presidente, tan sagaz y pillín, no quiso revelar para que el Imperio no lo sepa— y que es la solución para este pequeño bache energético.
¡Así que al final todo se trataba de la entrada de “un barco”! ¿Significa, acaso, que con ese solitario navío petrolero que entrará secretamente, como si de un bajel filibustero del siglo XVII se tratase, se podrán conjurar todos los problemas coyunturales de esta Isla de 110 mil kilómetros cuadrados y 11 millones de almas malvivientes? ¿Y entonces, no bastaba con hacer un informe de prensa explicando el hecho en lugar de inventarse planes inverosímiles y medievales al más alto nivel gubernamental? ¿En verdad la plana mayor de la cúpula nos toma a los cubanos por tontos?
Pero les diré a mis lectores una secreta sospecha que me corroe: yo sé que no estamos en Período Especial porque ni el presidente a dedo ni su equipo de balbucentes ministros ha mencionado hasta ahora aquel artefacto que fue el sello distintivo de la tenebrosa crisis: la bicicleta. ¿O acaso será que no se ha podido descargar todavía “el barco cargado” de ciclos, por falta de diésel?
Al final, todo este absurdo de una Isla “soberana e independiente” que hace tan penoso alarde de su economía de candonga me recuerda una frase que repite como un papagayo un pobre loco que suele amenizar con sus discursos y consignas sin sentido en la parada de ómnibus del hospital de Emergencias, donde se aglomera su involuntario público. Al final, aunque no venga al caso, el pobre hombre termina su perorata invocando a aquel otro orate, no tan inocente: “Esto con Fidel no pasaba”. En Cuba, desde lo más alto del Poder hasta lo más bajo de los parias se puede escuchar cualquier disparate.
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