LA HABANA, Cuba.- “¡Es un caballo de Troya!”. La expresión fue casi un lugar común de la conversación en Cuba, y era usada, incluso, por quienes jamás habían puesto sus ojos en una de las tantas páginas que escribió Homero. Mi abuela paterna solía dejarla escapar de su boca algunas veces, y casi siempre guardaba relación con la intención de alguna vecina de contarle un chisme. “Ese caballo no es lo que parece”, insistía después de despedir a la chismosa, y olvidaba el asunto.
Creo que esa era la manera que encontraba para advertirnos de que no era bueno prestar oído a los rumores. A mi abuela Ángela le fue muy bien con ese proceder; sus amigas elogiaban sus buenas maneras, su enorme discreción. Yo la recuerdo mucho, aunque no creo que de mi se diga lo mismo; suelo poner gran atención a los rumores, intuyo señales en algunos cotilleos y eso que pone en evidencia que no soy fiel a sus consejos.
Nadie podrá negar el hecho de que hay signos que reclaman muchísima atención, contraseñas que pretenden crear estados de opinión, sobre todo si fueron fijadas antes, y con letra de imprenta, en el periódico de mayor tirada y circulación de este país. Resulta que en las últimas semanas, el periódico Granma ha decidido publicar algunos artículos que se empeñan en mostrar lo “tramposos” que suelen ser algunos cubanos “desleales”, tanto que hasta se les podría llamar, y ya se les llama en ese diario: “Caballos de Troya”. ¿Y qué hacen esos cubanos que despiertan tanta ira? ¿Qué hicieron para conseguir que sus coterráneos se atrevan a denostarlos?
Por supuesto que nada tiene que ver con aquel enorme artefacto de apariencia animal que los griegos construyeron para rendir a Troya. La verdadera respuesta está en esos articulistas cubanos que salieron al ruedo, a las arenas más visibles, es decir, a las páginas del Granma. Ellos son tres, hasta ahora, como las Gracias de Rubens y como los reyes magos, como los mosqueteros y los cerditos, que también son tres, y como los tres monitos: el que no quiere ver, el que no quiere escuchar, el que no quiere hablar…, y quién se atreverá a dudar que pronto sean cuatro, como los jinetes del Apocalipsis, y luego cinco, y después…
Después pueden ser más, muchos más, podrían ser todos los periodistas asociados a los órganos oficiales de prensa, esos que todavía no navegaron sobre el charco de noventa millas. Resulta que muchos de los que ya cruzaron, podrían estar escribiendo, ahora mismo, esos textos exaltados e injuriosos en los medios más centrales, si no hubieran hecho ya el viaje. Ahora mismo se podrían mencionar los nombres de muchos que escribieron artículos con presupuestos parecidos a los que el Granma publica en estos días, y que hoy están en Miami, pero de eso no se habla en el Órgano oficial del Partido Comunista de Cuba.
Textos como esos son comunes en la prensa oficial de las últimas cinco décadas, y son predecibles, tan típicos que aburren, tan esquemáticos que se podrían intercambiar los nombres de los articulistas sin que los lectores nos demos cuenta del trueque. Siempre el mismo discurso; todos repiten idénticos ataques contra quienes escriben en medios “alternativos”, para negar luego el término, para decir que los diferentes son ellos, como se afirma en el texto Los alternativos somos nosotros, de Iroel Sánchez, con el que se intenta demostrar que quienes no escriben en los medios oficiales, es decir, en Granma, Juventud Rebelde, Cubadebate…, no son más que mercenarios pagados por el imperio.
Esa es la fórmula más socorrida, acusar de enemigo del pueblo al que disiente del discurso oficial. Eso también hace Rosa Miriam Elizalde en su artículo Medios públicos y privados: Tres preguntas de Julio García Luís, y que se arma a partir de algunas notas que preparara el profesor para sus clases de periodismo en la Universidad de La Habana; artículo y referencias que resultan dramáticamente tautológicos en su intento por demostrar lo mismo que el anterior y que el que le sigue en esa triada de injurias, y que cierra, supongo que solo por ahora, con La nueva prensa, de Raúl Antonio Capote, quien escribe sobre un periodismo de alquiler, que se refiere a la compra de periodistas, que explica el ventajoso negocio que resulta de comprar conciencias.
Y la verdad es que no acabo de entender por qué nos siguen sorprendiendo textos como esos si ya aparecieron sus idénticos desde el año 59. Estos de ahora son muy parecidos a la famosa coletilla. Mucho se parecen, y es igual el empeño en desacreditar, solo que aquella coletilla, la primigenia, aparecía tras el texto que quería denigrar, lo que era muy feo, pero permitía al menos que el lector conociera las dos versiones del asunto, solo que ahora resulta imposible, hacer comparaciones.
Por estos días el lector lee en el Granma una diatriba sobre un periodista que escribió un texto que él no pudo ojear antes, porque los medios digitales en los que aparecen están censurados en la isla, y por otro lado la mayoría de los posibles lectores no tiene computadora, y tampoco tienen conexiones a Internet, y si las tuvieran se iban a enterar, sin que les costara ningún trabajo, de que esos sitios están bloqueados en la isla, que los únicos que pueden acceder a esos espacios que andan por el éter, son los mismos que escriben en el Granma y en otros diarios oficiales, pero aún así, y aunque no exista peligro alguno de que esas alternativas tengas lectores, ellos chillan, pero antes las bloquean. Es contradictorio, es poco inteligente, que sus destinatarios las enfrenten si antes no consiguieron leerlas.
¿En qué lugar está entonces el peligro? ¿Qué dicen esos artículos de la prensa alternativa? La respuesta es muy sencilla, dicen lo que callan los medios oficiales, y es por eso que los refieren e intentan definirlos, los critican, pero nunca permitirán que se publiquen. Lo mejor es impedir el acceso a esos sitios “peligrosos”, esos sitios que, como algunos periódicos que dejaron de existir hace ya mucho, “pueden ensangrentar a la patria”. Y el sangramiento se evita ocultando, haciéndolos desaparecer, aunque muchos tengan la certeza de que lo mejor sería la coexistencia, ¿Acaso creen que alguien aceptaría los presupuestos de esa prensa “espuria”? Al parecer, ellos suponen que sí.
El discurso sigue siendo el mismo: la ilegitimidad del dinero y su procedencia; antes venía de Batista y ahora de los Estados Unidos. En todos los casos se intenta probar que es una ofensiva contra la revolución, y que quien le hace algún cuestionamiento no es más que un criminal. Es común leer que los intereses colectivos deben estar por encima de todo lo demás, mientras los lectores siguen sin leer lo que realmente les interesa. ¿Hasta cuándo piensan esperar?
Si esa prensa se cree realmente fiel a ese pueblo al que se dirige, cuándo harán las denuncias que este quiere ver en los periódicos. ¿Por qué no se pronunciaron hasta hoy sobre la desfachatez de Antonio Castro, el hijo de Fidel, cada vez que juega golf en Varadero? ¿Cuándo llegará el momento en que se denuncie el despilfarro de dinero que este simple médico hizo en las costas de Turquía? Chanel llenó a la Habana de glamour pero a ninguno de estos periodistas le pareció desacertada la visita. Y hasta creo que algunos sí se molestaron, pero no pudieron opinar. ¿Será porque Antonio Castro y su hijo andaban por allí? ¿Tendrá que ver con la asistencia de Mariela?
Hasta hoy no he visto la firma de esos periodistas en un texto que cuente de las peripecias de una madre para comprar los zapatos de su hijo. Puedo asegurarle que se podrían escribir extraordinarias novelas picarescas que tuvieran como centro a este asunto. Y que no crean que pienso en unos trapos de Chanel, hablo de unos simples zapaticos con lo que se pueda ir a la escuela
¿Por qué no escriben sobre los miles de cubanos que quieren abandonar el país sin que mencionen a la ley de ajuste cubano? ¿Por qué no aceptar que esa Ley de Reforma Agraria, promulgada hace tanto tiempo, no resolvió los graves problemas de alimentación que persisten en la isla? ¿Por qué no enfrentar este grave problema sin que se precise mencionar el bloqueo? ¿Por qué no enfrentar las múltiples escapadas de profesionales del país sin hacer culpable a las leyes que se promulgan en Norteamérica? ¿Cuándo escribirán sobre las verdaderas causas de la escasez de maestros?
¿Cuándo van a pronunciarse sobre los asuntos más esenciales? ¿Llegará el instante en que se abandone el ocultamiento y se deje de pensar en las apariencias? ¿Cuándo se entenderá que el bienestar no tiene que ver únicamente con la dignidad y con lo virtuoso de las acciones? El bienestar es también la buena educación y los mejores maestros, pero también una casa linda y adornada, es un libro, un automóvil, un viaje a París o a Bodrum. El bienestar tiene que ver con la buena comida, esa que la Ley de Reforma Agraria no consiguió todavía para los cubanos. ¿Estará dispuesta esa prensa oficial?