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LA HABANA, Cuba. – Este 24 de noviembre el periódico Granma publicó el artículo titulado “¿Quién está detrás del show anticubano en San Isidro?”, del intelectual oficialista y exagente de la Seguridad del Estado Raúl Antonio Capote.
El texto, permeado de principio a fin por una retórica desgastada y cada vez menos eficaz gracias a la persistencia de un panorama social que no puede edulcorarse con palabras, contiene muchos vituperios y falsas acusaciones en contra de un grupo de jóvenes cuyos únicos “delitos” han sido clamar por la libertad de uno de los miembros del Movimiento de San Isidro (MSI), reclamar medidas que beneficiarían a nuestro sufrido pueblo y defender su derecho a pensar y actuar de forma diferente a la de Raúl Antonio Capote y de quienes bailan al son de la comparsa oficialista de escupitajos, violencia, discriminación y odio.
Quien lea ese texto con detenimiento y conozca cómo se fueron enhebrando los acontecimientos comprobará que lo que está en juego hoy en el barrio San Isidro no es la posición de unos “mercenarios o títeres al servicio del Gobierno de los Estados Unidos” ―como expresa el articulista― sino el derecho que tiene todo ser humano a ser tratado dignamente.
Capote afirma que la vida del barrio San Isidro cambió al triunfar la Revolución en 1959, pues hoy, “la otrora escarnecida barriada habanera cuenta con 14 consultorios médicos, una clínica de medicina tradicional, una clínica veterinaria, tres círculos infantiles, un jardín infantil y cuatro escuelas”. No dudo que sea cierto, pero desde 1959 hasta hoy han transcurrido 61 años, un lapso significativo para la vida humana y Capote no menciona que en San Isidro hay tanta o más pobreza que en 1959; tampoco refiere que además del derecho a la salud y a la educación hay otros derechos humanos igualmente válidos que no se respetan allí ni en el resto del país. No menciona los derechos que tenemos todos los cubanos a no ser discriminados por nuestras ideas políticas, a participar igualitariamente en la vida social, política, cultural y laboral del país, a ser juzgados por tribunales imparciales, a la inviolabilidad de nuestros domicilios, a no ser detenidos de forma arbitraria e ilegal, a poder expresar libremente nuestros pensamientos. Sobre esos derechos, violados de forma reiterada a los miembros del MSI así como a toda la población cubana Capote hace mutis.
Escribe ―a guisa de apoyatura― que Denis Solís no presentó recurso de apelación contra la sentencia, como si en Cuba un opositor pacífico pudiera esperar justicia de tribunales dependientes de las decisiones del Partido Comunista y la Seguridad del Estado. ¿Qué justicia puede esperar un ciudadano que en menos de 72 horas es detenido, enjuiciado y sancionado?
En su afán por desprestigiar al joven, el exagente encubierto afirmó que a su presunta mala conducta se une el hecho de estar vinculado a terroristas de Miami, aunque no ofrece una sola prueba de ello.
Igualmente escribió que el MSI fue “fabricado” por intereses al servicio de los EE. UU. Es la misma acusación que siempre ha hecho la dictadura contra cualquier movimiento ciudadano desvinculado del control estatal, sea formado por intelectuales, cultivadores de orquídeas o amantes del vuelo del colibrí. La dictadura no tolera la otredad.
Luis Manuel Otero Alcántara tampoco se salva de las diatribas de Capote. Para tratar de desacreditarlo afirma que “entre los políticos a los que profesa admiración destacan congresistas que han impulsado el arreciamiento del genocida bloqueo en contra del pueblo de Cuba”. ¿Por qué no escribe que los “genocidas” que nos bloquean ―según él― son los mismos que venden a la dictadura el pollo gracias al cual apenas subsistimos? ¿Por qué Capote no dice absolutamente nada del bloqueo a elementales derechos humanos que por más de 60 años nos ha impuesto la dictadura comunista? Trata de desprestigiar a Otero Alcántara vinculándolo con Luis Almagro, Marco Rubio, Mara Tekach y Michael Kozak. Pero no se conoce que ninguno de esos políticos haya reprimido a algún cubano, haya negado el ejercicio de nuestros derechos o asesinado a algún compatriota. El Che Guevara sí lo hizo y Capote es uno de sus admiradores confesos.
También aseguró que lo que buscan los jóvenes de San Isidro es desacreditar la trayectoria “limpia y ejemplar” de la Revolución, reconocida recientemente con la elección de Cuba como miembro del Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU. Mire, señor Capote, si Cuba está hoy en el CDH es porque esa entidad está permeada por intereses espurios que priman sobre la ética que debería defender. Resulta inadmisible que ocupe un puesto allí y actúe como lo hace en contra del MSI, violando groseramente la Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Hoy he visto una “directa” de la joven Anamely Ramos González, sitiada en la casa de Luis Manuel Otero Alcántara. Con gran claridad expresó que ellos no son delincuentes ni terroristas, como aviesamente ha tratado de presentarlos Capote; que están viviendo una situación extrema pero que allí ellos también están ensayando un proyecto de país diferente. “Queremos que liberen a Denis Solís y esa es la única manera de iniciar un diálogo, porque nosotros no hemos roto ese diálogo, sino que entramos a una casa a hacer un programa cultural por un amigo preso injustamente y llevábamos cuatro días de detenciones constantes y no teníamos otra manera de exigirlo. Entramos aquí para tratar de incidir desde la poesía y el arte en una sociedad que está totalmente rota y ellos se apostaron en las esquinas para impedir que nos trajeran alimentos, (y ahora) impiden la entrada de la Iglesia, de nuestros familiares y de diplomáticos. No es que Denis Solís sea nuestro amigo y necesitemos salvarlo, es que necesitamos salvar a Cuba”.
Obviamente, ni Capote ni Granma, fieles a su gastada práctica de denigrar sin permitir la defensa de los denigrados, van a reproducir en sus páginas las conmovedoras palabras de esta joven.
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