LA HABANA, Cuba.- El municipio de Centro Habana es uno de los más desatendidos y densamente poblados de la capital cubana. Su fondo habitacional padece un deterioro extremo, el abasto de agua es irregular en algunos consejos populares y la insalubridad forma parte de la vida cotidiana. Los escasos inmuebles rehabilitados están vinculados al trabajo por cuenta propia, pues el sector privado se ha encargado, en interés propio, de remozar y embellecer hasta donde lo permite el caos circundante.
Más allá de las avenidas principales —Carlos III, Reina, Galiano, Zanja, Belascoain, Infanta y San Lázaro— que tampoco presentan óptimas condiciones, ninguna calle ha sido totalmente reparada en décadas. Como si el desgaste causado por el prolongado uso y el abandono estatal no fuesen suficientes, cada vez que el gobierno acomete acciones para sustituir las tuberías del gas, la fisonomía urbana del céntrico municipio queda peor.
Casi un kilómetro de la calle Salud se encuentra abierto en un canal irregular donde el vecindario vierte su basura sin escrúpulos, junto a las tuberías de agua potable que permanecen expuestas, con algún que otro salidero que nadie reporta porque a nadie le importa, y probablemente cuando terminen las obras el hilo de agua seguirá empapando la adulterada mezcla de piedra, tierra y cemento con que han de rellenar los huecos.
En ello ha transcurrido más de un mes. El reemplazo de tuberías es necesario, puesto que las anteriores ya no cumplen con los requisitos de explotación; pero para los habitantes es una molestia vivir durante tantos días envueltos en la nube de polvo que cubre cada centímetro de sus casas, soportando el hedor putrefacto de los desechos arrojados en las zanjas, o tropezando con montones de escombros que se acumulan en las esquinas, entrecalles y aceras.
A través de ese escenario de postguerra se abren paso, como pueden, ancianos en un riesgo inminente de caer y matarse, o romperse un hueso; que viene siendo lo mismo dadas las condiciones actuales de los sistemas de salud y asistencia social. Los niños corretean por los extensos canales y en las noches, cuando los trabajadores de la empresa Cupet se han retirado, cabalgan sobre las gruesas tuberías que en algún momento serán ensambladas.
Cada quien aprovecha a su manera el descuido, la morosidad y la falta de planificación de las entidades estatales, cuyos trabajadores se reúnen en torno al “cráter matriz” y extraen una pala de tierra por cada 15 minutos de incesante charla. La culpa por la demora es siempre de alguien más; del camión de recogida que no ha aparecido, de las herramientas de trabajo que faltan o fueron a buscar a quién sabe dónde.
El impacto ha sido especialmente negativo para La Flor de Loto y La Mimosa, dos de los restaurantes más frecuentados de La Habana que han visto su clientela diezmada por la inaccesibilidad, la suciedad y la precaria solución implementada por el personal para facilitar la entrada de los visitantes. Ambos establecimientos solían estar repletos día y noche, pero hoy sus mozos languidecen con el menú bajo el brazo, a la espera de clientes poco exigentes en cuanto a visualidad, higiene y comodidad.
Alrededor de la capital no hay un solo municipio a salvo de las chapucerías cometidas por Cupet o Aguas de La Habana; aunque a los barrios pobres les toca siempre la peor parte, pues la solución más sencilla suele ser colocar una capa de fealdad encima de otra.
Benigno, vecino de la calle Salud, ha encontrado el modo de tolerar el ruido ensordecedor del martillo hidráulico, la elocuencia soez de los operarios y el desastre generalizado; mas le preocupa sobremanera que siendo tan torpes en su trabajo afecten las conexiones del agua, un servicio que hasta el momento se ha mantenido estable y representa la única tranquilidad para los inquilinos de la zona.
“Es triste ver cómo están dejando esta calle que ya de por sí estaba mala”, dijo el anciano a CubaNet. Benigno reconoce que la indisciplina ciudadana empeora la situación; pero como tampoco se pone freno a ese problema, “el Estado no debería permitir que las obras demoren tanto (…) Aquí la gente ve un hueco y lo convierte en basurero. Por desgracia, es así”.
La sustitución de las tuberías de gas terminará en algún momento y con ello se resolverá una urgencia; pero otra cicatriz horrible quedará en el corazón de Centro Habana, municipio que por su ubicación podría considerarse el downtown de la capital cubana y luce como una aldea. Cada día amanece más roto y peor iluminado, lamentable realidad que no augura cambios a corto o mediano plazo.