LA HABANA, Cuba. – “No he comido nada porque no tengo qué comer”, dice Reina Moreno Arias mientras descansa en uno de los bancos de un parque del reparto Pueblo Nuevo, en la ciudad de Holguín.
A su lado tiene bolsos llenos de ropas y otros objetos. Al frente, en un banco cercano, hay prendas suyas tendidas. Todo lo cuida con recelo: es lo único que posee y para mayor seguridad lo lleva por doquier. “Yo siempre lo cargo todo porque no tengo casa. Es mi ropa y todo lo que poseo”, dice.
Diariamente, en busca de comida y dinero, Reina camina toda la ciudad con su carga a cuestas. El intenso calor veraniego la debilita y la hace sudar. “Me baño en cualquier lugar, donde vea agua. Hay días en que ni me baño”, confiesa la mujer de 56 años.
Recuesta la cabeza en la palma de la mano izquierda. Su rostro delata cansancio. Seca el sudor de la frente con su mano derecha. Siente fatiga y vuelve a recostar la cabeza en la mano. “Pedí comida en el Asilo de Ancianos y no me dieron ni un poquito de potaje. Estaban cocinando y sentí el olor en la calle. Me asomé por una ventana con una cacharra y no quisieron darme nada. No son humanos”, dice.
Por la mañana, como es habitual, Reina estuvo en varios sitios pidiendo limosna. Logró reunir casi 40 pesos que después, cuando se desmayó por el calor, el cansancio y la falta de alimentación, perdió.
Al volver en sí no encontró los billetes que había guardado en el escote de su blusa. “No tengo dinero. El que tenía me lo robaron cuando me desmayé. Ahora tengo hambre y estoy al punto de otro desmayo”, lamentó.
Reina sabe que Holguín no es una ciudad segura para mujeres como ella. “Esto aquí no cambia. Aquí velan a las mujeres indefensas y solas para robarles”.
Enseguida vuelve a ajustar el amarre de los bolsos y los aprieta más fuerte. Está descalza. Se inclina como buscando algo. Mira a los lados hasta que ve los zapatos detrás de ella, recostados en la pared. “Soy hipertensa y no hay medicamentos. Descalza controlo la presión”, va desgranando.
Revisa el bolso que tiene más cerca. Verifica que no le falta nada. Después se baja el nasobuco hasta la barbilla. “Yo no tengo pensión. Yo vivo de lo que me regala la gente”. Sube el nasobuco hasta la nariz. Le molesta. Se lo quita y lo pone sobre las piernas. Otra vez comienza a registrar en los paquetes.
“No tengo comida, no tengo dinero. No puedo estar aquí sin comer. El Gobierno mata al pueblo de hambre. Voy a esperar un ratico para recuperarme y después voy a seguir pidiendo comida”, dice.
Las autoridades mantienen en secreto el número de personas sin hogar en todo el país. El régimen, de hecho, las llama “deambulantes”, un eufemismo que no refleja el drama cotidiano que sufren.
Cuba carece de una ley reguladora para el tratamiento de personas menesterosas, por ello el fiscal general de la República emitió una resolución, la 207 de 2015, donde se establece la facultad de la Fiscalía para atender a estas personas, según dijo a Radio Angulo Dania Pérez Fernández, fiscal provincial especialista en Derecho Civil y de Familia.
Con este fin, el Gobierno creó el Centro de Atención Social para Deambulantes, presuntamente supervisado por la Fiscalía municipal de Holguín. Sin embargo, la mayoría de las personas en situación de calle no quiere entrar al centro donde, por el régimen de vida, dicen sentirse enjaulados. Allí hay un reglamento que impone hábitos y costumbres, rompiendo con la libertad individual de las personas, según varias personas entrevistadas por CubaNet.
Por otro lado, la institución, situada en las afueras de la ciudad y gestionada por la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social, sigue teniendo problemas con el suministro de avituallamiento, zapatos y ropas. Además, es notable el deterioro del sistema hidrosanitario, aseguran las personas consultadas por este medio.