LA HABANA, Cuba. — En días recientes, en la Mayor de las Antillas, la prensa —la de verdad, que es la independiente— ha abordado el idilio comenzado entre burócratas castristas y una delegación del Consejo de Negocios Cuba-Rusia de visita en La Habana. El romance —se dice— desembocaría en la constitución, en la capital de la Isla, de un Centro de Transformación Económica.
Según el Diario de Cuba, el gran país eslavo “anunció la creación de un programa de reformas económicas en la Gran Antilla, bajo la asesoría del think tank Instituto de la Economía de Crecimiento”. Este “tanque pensante” está radicado en Moscú y lleva el nombre del conocido primer ministro de la era zarista Piotr Arkádievich Stolypin.
A todos (incluyendo a los que todavía siguen creyendo en el castrismo) debería indignarnos este anuncio. La información no se refiere a las relaciones bilaterales, sino que versa sobre un asunto interno de Cuba. Entonces, ¿por qué fue un gobierno extranjero el que hizo el anuncio! ¡Y que tamaña enormidad les parezca bien a los gordinflones que desde el habanero “Palacio de la Revolución” continúan proclamándose adalides de la independencia, el patriotismo y la no injerencia en los asuntos internos de la Isla!
También debería asombrarnos que la supervisión de este proceso de reformas recaiga en una institución que lleva el nombre de un personaje tan ajeno al marxismo leninista. ¡Y aclaro que, en mi opinión, esto debería pasmar de modo especial a los pocos admiradores que queden de la actual “Constitución socialista” de Cuba, documento en el cual se enarbolan “las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin”!
Hace ya años que los jerarcas de la “continuidad castrista” nos tienen acostumbrados a notables contorsionismos verbales e ideológicos. ¡Pero encomendar la supervisión de su nuevo experimento económico a una entidad que se siente honrada por llevar el nombre del político zarista a quien el inefable Vladímir Ilich llamó “archiverdugo”, “traficante de pogromos” y “jefe del gobierno contrarrevolucionario durante unos cinco años”!
En cualquier caso, las perspectivas de la nueva jugarreta putinesco-castrista son harto dudosas. Así lo subraya la colega Ana León en estas mismas páginas de CubaNet: “Por el momento, el Centro de Transformación Económica es solo un proyecto. Hay que crearlo primero para planificar luego, lo cual, tratándose de Cuba y sus economistas nivel Murillo, podría tomar décadas y, aun así, salir mal”.
Por su parte, Rafaela Cruz, en Diario de Cuba, sugiere el neologismo “Cubastroika” para el proyectado experimento económico, y afirma que, con ella, “la anodina y mediocre cúpula actual no pretende otra cosa que cambiar la oxidada, mugrienta y maloliente jaula que heredó de Fidel Castro, por una más reluciente y duradera, una jaula forjada con acero ruso para su pueblo cautivo”.
Esta colega, que además de periodista es graduada en Economía, recuerda que las sociedades post-comunistas han ensayado no sólo el modelo oligárquico de Rusia, sino también el liberal-democrático, que ha tenido un éxito muchísimo mayor que el primero. Asimismo, menciona a los países asiáticos (como China y Vietnam) en los que se mantiene el férreo control del partido único marxista-leninista (algo tan caro a la burocracia castrista) y que también han alcanzado logros superiores a los de Rusia.
De modo que sí; una cosa salta a la vista: lo que menos preocupa a los mandamases continuistas de La Habana es la mejoría y el bienestar de sus súbditos. Les interesa muchísimo más conservar el poder y legalizar los irritantes privilegios otorgados a sus elegidos, quienes disfrutan de ellos sin el menor remordimiento, mientras repiten sin descanso toda la vacua palabrería socializante sobre “igualdad y justicia social”.
De lo que se trata, en realidad, es de instaurar un “capitalismo de amiguetes” —como lo llaman en la Madre Patria—; aunque en estas latitudes caribeñas la expresión sonaría mejor si usáramos un aumentativo y lo llamásemos “de amigotes”. Lo precisa Luis Cino en este mismo diario: “Si la Rusia de Putin va a ser el modelo de las reformas que se proponen emprender los mandamases de la continuidad, ya sabemos lo que viene”.
Por su parte, Carlos Cabrera Pérez, en CiberCuba, enfoca esta misma faceta, con el gracejo que lo caracteriza, en un texto de connotaciones de la Rusia prerrevolucionaria y título impactante: “Cosaco del zar moviliza a mencheviques tardocastristas”. Allí, el colega advierte: “Si 64 años después del comunismo, Cuba depende de recetas extranjeras para enrumbar su economía, el fracaso está cantado de antemano”.
Ese futuro que se vislumbra es francamente deplorable. Para que él no se materialice, sería necesario que el pueblo cubano exprese de manera clara su rechazo a esos planes. Algo que, por desgracia, ahora mismo parece poco probable, pues, al menos por el momento, es una “fracción mínima de pueblo (la) que está prestando atención” a esta nueva jugarreta castrista.
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