LA HABANA, Cuba. – Si la dictadura de los hermanos Castro tiene héroes, de los cuales se repiten historias al por mayor en sus periódicos, tiene también suicidios históricos de políticos e intelectuales que no se mencionan.
Ni siquiera se escribe sobre la verdadera causa del suicidio de Eduardo Chibás, el hombre que inspiró en política a Fidel Castro, con su balazo frente al micrófono para que toda Cuba lo oyera.
Mucho menos el de Haydee Santamaría, Osvaldo Dorticós y Miguel Angel Quevedo. Cada uno de estos tres personajes públicos tuvo motivos, ocultos por el régimen castrista, con testimonios que dejaron antes de morir.
En el caso de Quevedo, director de la Revista Bohemia, se sabe a través de una carta que escribió y se publicó en Venezuela, que se suicidó avergonzado y arrepentido por haber permitido que se divulgara en su revista la mentira de los 20 mil muertos de Batista, idea del periodista Enrique de la Osa.
En los casos de Haydee y Dorticós, sólo se ha dicho sobre estados depresivos que no justifican un comportamiento tan drástico en personas con un modo de vida privilegiado, carentes de problemas con la cúpula gubernamental.
Tampoco jamás se ha hablado, por ejemplo, de una posible carta que dejó Haydee, destacada luchadora del Movimiento 26 de Julio, momentos antes de suicidarse en su elegante casa, a los 56 años, el 28 de julio de 1980, siendo directora de la Casa de las Américas y disfrutando de todas las prebendas del régimen.
En 1968 le había escrito al Che: “El sol no era tan hermoso y ni siquiera siento placer en contemplar las palmeras”. ¿Con esas palabras Yeyé, como la llamaban sus íntimos, callaba su desencanto por la Cuba que había luchado?
Dorticós Torrado, por ejemplo, presidente del país de 1959 a 1975, hombre de carácter ecuánime, retraído y respetado por muchos, se suicidó a los 64 años en 1983. Se le consideraba una de las personas más inteligentes y capaces del gobierno, que no pudo dar forma legal a los decretos revolucionarios de Fidel Castro, cuando en 1981 él fue designado ministro de Justicia y Fidel se convertía en presidente del Consejo de Estado y de Ministros por decreto propio.
También hay estigma y oscurantismo en la prensa nacional en torno al tema del suicidio, cuando se sabe, a través de la Organización Panamericana de Salud -OPS- que Cuba ocupa el séptimo lugar de América Latina y ubica a los adolescentes como el grupo más vulnerable.
Testimonios recogidos indican que la elevada tasa de suicidios está asociada a la crítica situación que vive el país, o sea, a problemas serios financieros y consumo de drogas y alcohol.
Según la Organización Mundial de la Salud, un informe pone de manifiesto que casi el 80% de los suicidios se producen en los países de escasos recursos en la gran mayoría de la población: los que carecen de viviendas, los que tienen un futuro incierto, etc.
Los anuarios estadísticos del Ministerio de Salud Pública de Cuba, dan fe de que entre los años 2013 y 2017, hubo en la isla 7 mil 467 suicidios. Sin embargo, en los Anuarios Demográficos cubanos resultan superiores por los años 2013 a 2016: con un resultado de 9 mil 307 en total.
Actualmente sólo sabemos que durante 1982 se alcanzó el mayor pico y que en 1993, durante el Período Especial, tras el desplome de la URSS, se suicidaron 2 mil 374 cubanos, una de las cifras más altas en las décadas de la dictadura.
Por tal razón, se sigue trabajando en Cuba a través del Programa Nacional de prevención de la conducta suicida del MINSAP, puesto que como se sabe, el suicidio en Cuba se mantiene entre los más altos de América Latina, con un índice de 13,9 muertes por cada cien mil habitantes en el año 2017, principalmente de personas de la raza blanca, que de mestizos y negros, provenientes de las provincias orientales, Villa Clara y Matanzas.
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