MIAMI, Estados Unidos. – Después de 21 meses de larga y compleja travesía, el opositor cubano Eliécer Góngora Izaguirre finalmente llegó a Estados Unidos.
En febrero de 2019, Góngora, miembro de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) y promotor de Cuba Decide, fue sacado a golpes de su vivienda por agentes de la Seguridad del Estado. Días después, fue expulsado de la Isla bajo la amenaza de ser encarcelado o asesinado, según denunció.
A su llegada a Miami, el opositor conversó con CubaNet.
―¿En qué circunstancias ocurrió tu último arresto en Cuba?
―Yo estaba en huelga de hambre en mi casa, junto a mi esposa, como parte de la huelga general que realizábamos más de 100 activistas en protesta por el falso referéndum del régimen. Me fueron a buscar, me golpearon delante de mis hijos, que se pusieron morados de tanto llorar y gritarle a los oficiales que me soltaran. Me llevaron a la unidad de Jobabo, en Las Tunas; me lastimaron el mismo brazo que ya me habían fracturado. Comenzaron las torturas psicológicas y luego me pusieron delante de mi padre de 86 años y mi esposa para decirme que tenían todo para encarcelarme y asesinarme allá dentro.
En septiembre de 2018, Góngora Izaguirre había acabado de cumplir una sanción de seis meses por promover activamente la iniciativa ciudadana Cuba Decide y coordinar de forma sistemática las actividades del movimiento en Las Tunas. Tras su liberación, continuó ejerciendo las mismas funciones, por lo cual, la represión en su contra se incrementó.
El 20 de febrero, Góngora Izaguirre fue trasladado hacia La Habana, y al día siguiente, en el Aeropuerto Internacional José Martí, fue obligado a subir a un avión de la agencia Aruba Airlines con destino a Guyana, según asegura.
―Ese mismo día, comenzaste a recorrer un camino muy difícil. ¿Cómo fue tu travesía en estos casi dos años?
―Llegué a Guyana muy débil, por los golpes que recibí, por el tiempo que estuve en calabozos y porque aún estaba en huelga de hambre, estado que mantuve hasta el 24 de febrero, al igual que el resto de mis hermanos de la UNPACU. Recorrí 13 países en las peores condiciones que se puedan imaginar. Vi la muerte, el dolor de las personas que perdían familias en la selva, en el río. Pasé hambre, frío, dormí en carpas que salían volando con cualquier ventolera. Sufrí angustia por mi futuro y el de mi familia, mis hijos pequeños, sin saber cuándo los podría volver a ver. Fui asaltado más de tres veces por bandas de delincuentes y narcotraficantes. Para desgracia de todos, también nos sorprendió el coronavirus en la frontera entre México y Estados Unidos. Allí la gente hacía hasta sus necesidades fisiológicas al aire libre por no haber baños sanitarios.
―¿Cuál fue el punto más traumático en ese trayecto?
―Para poder llegar a México crucé la Selva del Darién, en Panamá. Veía los cadáveres de todas las edades regados por donde quiera, llenos de gusanos. Fue muy impactante, porque además uno estaba transitando por el mismo lugar donde perecieron otros. Entonces, ¿cuáles son las probabilidades reales de que salgas con vida de ese lugar? Vi muchos amigos llorar a seres queridos que habían sido arrastrados por el río a raíz de las intensas precipitaciones. Me encontré con tres pequeñitos cuyos padres, al parecer, habían muerto, y lo más complicado era que no hablaban español. Pero me dio tanto dolor dejarlos a su suerte, que los llevé conmigo hasta un lugar seguro donde las autoridades se hicieron cargo. Por esos días compartimos lo poquito que yo tenía para alimentarme.
En noviembre, cuatro relatores especiales de Naciones Unidas denunciaron las expatriaciones forzosas de Cuba. Luego de analizar 72 casos, presentados por Cuban Prisoners Denfenders, la Fundación para la Democracia Panamericana y el Foro Patmos, los relatores indicaron en un informe de 20 páginas que el modus operandi generalizado de coacción contra opositores, periodistas y otros miembros de la sociedad civil independiente está marcado por el uso de fuerza física, penas de cárcel, allanamientos de viviendas, detenciones arbitrarias y amenazas de muerte, siempre con el objetivo de que los activistas y periodistas independientes no vean otra alternativa para sobrevivir que el destierro forzoso.
También alegaron que tales acciones carecen de base jurídica, ante la falta de sentencias judiciales y documentos administrativos que justifiquen las coacciones o las expatriaciones. El informe destacó el caso de Eliécer Góngora Izaguirre y de otros que, aún dentro de la Isla, sufren represión constante para que se vean forzados a salir del país.
―¿Qué sentiste al llegar a tierras de libertad?
―Es una sensación tan extraña que no se puede explicar bien. Sentí sosiego por mí y desasosiego por mi familia, por mi país. Una separación siempre es dura, pero de la forma que lo sufrí fue desgarradora. Sin dudas, el estar aquí solo me reafirma mi compromiso de luchar, desde cualquier lugar de este planeta, por el fin de la dictadura y un cambio de sistema.
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