MIAMI, Estados Unidos. – De mis 30 años de vida bajo una dictadura comunista, solo recuerdo dos incursiones en instalaciones del régimen que pudieran corresponder al término “vacaciones”.
La primera fue agradable aunque inusual. Durante algún momento de los años 60, mi sacrificado y laborioso padre fue premiado con una semana de vacaciones en Varadero, todos los gastos pagados, suerte de lo que hoy conocemos como los exitosos all inclusive en otros confines del Caribe.
Recuerdo que nos hospedaron en el lujoso reparto Dupont, algo fantasmagórico por la ausencia de los dueños originales de aquellas residencias, “intervenidas” por las huestes castristas.
Los llamados “obreros vanguardias”, por siete días formaban parte de la clase media, ya diezmada, o de la burguesía, que había tomado el camino del exilio. Luego regresaban al tormento de sus carencias habituales.
La segunda vez que me viene a la mente haber participado en un proyecto vacacional revolucionario, resulta ser menos placentero. Años 80 y los obreros habían dejado de disfrutar de privilegios hacía mucho tiempo, a no ser los que se describen en el revelador documental Fin de siglo, donde a los abrumados cortadores de caña les permiten hacer unas compras magras ―batas de casa, champú, artesanía, ropa interior― en la otrora famosa tienda por departamentos de La Habana.
El dictador requirió más sacrificios de sus acólitos, los excomulgó de hoteles y centros turísticos, para acomodar a los extranjeros, llamados a ingresar los necesitados dólares y creó el plan conocido como “campismo”.
En laderas montañosas, cerca de costas con arrecifes, se erigieron cabañas diminutas, como casas de perro, con servicios sanitarios comunes. La alimentación se resumía en un conjunto de comida enlatada, chucherías y otras miserias conocidas como “factura”.
Entre los meses de febrero y marzo, mi familia celebra numerosos cumpleaños en libertad. Hemos hecho el hábito para cada ocasión de disfrutar incursiones en sitios cercanos a Miami. México y destinos del Caribe se reiteran en vacaciones relámpagos de gran encanto.
Este año, volvimos a explorar el intenso y famoso eje que corre entre Santo Domingo y Quintana Roo.
A veces la frustración hace decir a mis coterráneos que sin el tormento revolucionario, las ventajas geográficas de Cuba y su gente hubieran competido en buena lid con esos otros sitios concurridos del Caribe.
Luego de la añorada independencia, pasarán décadas para que la industria turística cubana pueda equipararse a esos monstruos tan bien aceitados y funcionales que son el turismo mexicano y dominicano, por solo mencionar dos de los sitios caros a los cubanos de Miami.
Cuba versus República Dominicana: ¿Adónde se irán los turistas?
Este año mi buen amigo el humorista Boncó Quiñongo, artista que suele deleitar mediante sus espectáculos a quienes concurren a las playas de Santo Domingo, me recomendó la compañía Risa Travel para gestionar uno de los cumpleaños.
Conversé largo rato con la codueña de la compañía, Mariela González, una cubana exitosa desde el año 2014 cuando fundó la agencia con su esposo, contra inciertos pronósticos de la competencia de poderosos sitios online dedicados a los viajes.
Mariela conoce al dedillo su negocio y nos propuso explorar una playa en La Romana, República Dominicana, que resultó ser un verdadero paraíso no solo por la geografía tan serena en una suerte de ensenada, sino por la atención meticulosa de sus empleados.
El joven chofer que nos trasladaba a La Romana al darse cuenta de que éramos cubanos nos habló con admiración del programa de radio “La tremenda corte”, que no ha dejado de escuchar desde que era niño.
El cumpleaños siguiente lo celebramos en Cancún, Quintana Roo, en un complejo hotelero “todo incluido”, al igual que el de La Romana.
Los mexicanos saben que compiten con otros destinos y la atención que dispensan los empleados a cientos de personas, llegadas de todos los lugares del mundo para disfrutar las bondades del Caribe, la hacen parecer personal, como de amigos.
Familias procedentes de Argentina, Asia, Nueva Orleans y algunos sitios rurales de Estados Unidos se daban también el gusto de estas vacaciones exclusivas, donde nada puede escasear, ni la empleomanía trata de trampear o hurtar enseres, como ocurre en Cuba porque la vida fuera de los predios hoteleros es totalmente disfuncional.
Hoy por hoy, los cubanos libres de Miami son el motor impulsor de este turismo, sobre todo en los meses de verano. Mariela y su compañía Risa Travel, casi toda atendida por mujeres, responden minuciosamente a esa demanda. Los que concurren son, en su mayoría, los trabajadores funcionales de nuestra comunidad, la clase media que el castrismo obliteró con alevosía.
El turismo nacional del régimen da lástima por su improcedencia y maltrato y el extranjero está montado sobre la represión y miseria de mis coterráneos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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