LA HABANA, Cuba. – Hugo Chávez, que empezó como cabecilla de un cuartelazo y luego llegó a la presidencia por la vía electoral, se proponía gobernar Venezuela hasta el año 2030. Para entonces hubiera tenido 78 años y habría gobernado durante 32 años. Pero no contó con el cáncer: murió en La Habana, en marzo de 2013, faltándole cuatro meses para cumplir los 59 años.
Durante su gobierno, Chávez enrumbó a Venezuela hacia el socialismo del siglo XXI, sin saber a ciencia cierta qué diablos era eso, improvisando sobre la marcha, inventando su modelo.
El delirante Chávez empezó por apropiarse, antes de PDVSA, de Simón Bolívar, como mismo hizo su admirado y no menos delirante Fidel con José Martí. Luego cambió la constitución y el nombre del país. Afortunadamente, no pasó más allá de anteponerle a Venezuela el República Bolivariana (que cualquier otro nombre se le pudo haber ocurrido, con él nunca se sabía). Después agregó una estrella a la bandera nacional, en el escudo introdujo machetes y lanzas y puso al caballo a correr hacia la izquierda, superando a Fidel Castro, que no tuvo la ocurrencia de modificar el escudo y la bandera.
Venezuela, que cambió a pasos agigantados, tanto por las misiones que beneficiaban a los más humildes como por los derechos y las libertades violadas, dejó de ser de los venezolanos para ser de Chávez. Elecciones y referendos que siempre ganaba y hasta un golpe de estado que derrotó, trayéndole más ganancia a su poder, legalizaron su monopolio de la patria.
Pero Venezuela le quedaba estrecha para sus planes. Regalando lo que no era suyo, derrochando petrodólares para comprar aliados, en su confuso proyecto clientelar, quiso ser el nuevo capitán de la izquierda revolucionaria latinoamericana: el enterrador del ALCA, el arquitecto de ALBA, el curandero de MERCOSUR, el recomponedor de la Gran Colombia y una Unión Soviética de bolsillo para costear el castrismo.
Pero la guadaña segó los planes de Chávez, justo cuando empezaban a caer los precios del petróleo en el mercado mundial, augurando las vacas flacas.
Y entonces, Nicolás Maduro sucedió a Chávez y fue el caos.
Venezuela, que bajo el chavismo cada vez se fue pareciendo más a la Cuba castrista, ha ido cuesta abajo y llegado a superarla en cuanto a la magnitud del desastre, que ya alcanza proporciones casi apocalípticas.
Y lo que falta todavía…Porque Maduro sigue en sus trece, aferrado al poder, con sus absurdas peroratas, abochornando a sus correligionarios de la camarilla con sus disparates y sus nada gráciles pasillitos salseros en un país que se cae a pedazos. Y sigue reprimiendo según las pautas del guion que le dictan sus mentores desde La Habana.
Maduro no parece dispuesto a soltar el poder. Algo que no le permitirían “los compañeros cubanos”, que prefieren a sus aliados y pupilos, si no consiguen resistir y vencer, mártires antes que derrotados.
No se sabe en qué va a parar la situación en Venezuela, si en un golpe de estado, una guerra civil, una intervención extranjera, da horror imaginarlo. En cualquiera de esos escenarios, lo más probable es que Nicolás Maduro no salga vivo del palacio de Miraflores. O lo matan sus enemigos o lo “suicidan” sus amigos.
De todos los muertos que desgraciadamente parece que tendrá que poner “el bravo pueblo que el yugo lanzó” para que acabe la pesadilla, Maduro será el que menos habrá que lamentar…
Muy triste la fábula venezolana. La moraleja aun está por escribirse. Veremos cuál será.