LA HABANA, Cuba. -Aunque en incontables ocasiones los vecinos del edificio número 909 ―ubicado en las intersecciones de la Calzada de Infanta y la avenida de Carlos III en el municipio Centro Habana―, han dado cuenta a las autoridades sobre el peligro que los acecha constantemente, hasta el momento nadie ha atendido los reclamos y, aceptando la usual indiferencia con que son atendidos otros casos similares, la mayoría de los inquilinos se ha resignado a esperar el peor de los desenlaces.
Víctor Benítez vive desde hace más de 50 años en el apartamento no. 15 en el último piso y es uno de los más afectados. Auxiliar de limpieza en un centro gastronómico de la capital, el salario no le alcanza para asumir las reparaciones de su techo y, aunque dice haber tramitado su caso en las instancias correspondientes, no ha recibido una respuesta efectiva por lo que teme por su vida:
“Hace ya varios años vinieron unas personas y lo único que hicieron fue tomar notas. Después se desaparecieron”, dice Víctor mientras nos muestra cuán deteriorados están los techos de la sala, la cocina y el cuarto: “Cuando llueve tengo que salir al pasillo porque, como ves, ya casi no hay techo. Se cae a pedazos. Hay huecos por todos lados. Llueve más adentro que afuera. Los vecinos que han podido han reforzado con vigas pero aun así continúa el deterioro. Yo no tengo dinero para reparar. El salario que gano como auxiliar de limpieza no me alcanza”.
Desde la azotea de la edificación se puede calcular la verdadera magnitud del desastre que se aviene. Algunas partes ya han colapsado y otras comienzan a ceder debido a la humedad y a la extrema corrosión de los viejos travesaños de acero:
“Ese hundimiento que ves y esos huecos están sobre mi cuarto y la sala. Ya no duermo tranquilo porque sé que en cualquier momento todo eso me va a caer encima”, nos explica Víctor mientras nos indica por dónde caminar con un mínimo de seguridad, sobre una superficie que, de un segundo a otro y ante el mínimo descuido, podría irse abajo: “Los muchachos crían palomas aquí arriba o la gente sube y aunque caminen despacio, los trozos de cemento y piedra caen. Yo puedo ver a la gente desde mi cuarto. Todos los apartamentos están en las mismas condiciones. Aquí viven niños, ancianos y todos estamos en peligro de morir aplastados por los escombros. […] ¿A dónde nos vamos a ir? Esta ha sido mi casa de toda una vida. A nadie le importa eso. Ese apartamento de allí [nos indica un extremo de la azotea] se derrumbó hace ya unos cinco años y no ha pasado nada. La gente ha ido clausurando los cuartos o quitando las camas y los muebles. Ya todo el mundo se acostumbró a que no hay solución”.
Habitado por una treintena de familias de muy bajo nivel adquisitivo, el inmueble está a punto de correr la misma suerte de otras edificaciones aledañas que, a causa del deterioro, se han derrumbado dejando varias víctimas mortales y cientos de personas sin hogar.
“Lo más que han logrado algunos es que los muden dentro de este mismo edificio, incluso para locales aún peores, o la misma gente se ha mudado pero eso no resuelve el problema. En esta misma calle [se refiere a la Calzada de Infanta] ya han ocurrido varios derrumbes. Han muerto hasta niños. Después vienen las excavadoras y lo convierten todo en un parque, como si no hubiera pasado nada. Aquí puede ocurrir una tragedia en cualquier momento. Ojalá que no pase nada malo pero todo parece indicar que sí”.
A pesar de que varios locales de la última planta colapsaron hace ya varios años y la constante caída de escombros representa un peligro para las personas que transitan por la acera, ni se han colocado avisos ni se ha limitado el acceso a las inmediaciones de la casi centenaria edificación, en cuyos bajos funcionan varios comercios estatales y particulares.
Acostumbrados a ese panorama habitual de abandonos, infortunios y desamparos, la gente parece no reparar en lo que, sin dudas, para el gobierno es un caso más entre otros miles que jamás tendrán solución. Mientras tanto, en el número 909 de la calle Carlos III, varias familias como muchísimas otras, continuarán temiendo por sus vidas.