LA HABANA, Cuba.- Mucho antes que fuera anunciado el inicio del “proceso de normalización” de las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana y de la visita de Barack Obama a Cuba, las personas en la Isla usaban la bandera estadounidense en sus ropas y demás atuendos.
Estuvo durante décadas prohibido, estigmatizado y hasta condenado legalmente el uso de tal atributo tanto públicamente como en la vida privada, aun cuando nunca existió ni existe entre cubanos y cubanas un sentimiento antinorteamericano, y aun a pesar de que el régimen comunista, en su campaña ideologizadora, no cejó en el empeño por sembrar antipatías.
Pasaron los años y lo que fue reprimido, salió a la superficie con mucha más fuerza. No solo las calles se llenaron de banderas estadounidense por todos lados sino que el tema se hizo recurrente en la obra de los artistas, sobre todo de quienes acuden a la fotografía como medio de expresión pero, además, como recurso para dar cuenta de un momento, dejar constancia de una época y de un pueblo al que décadas de aislamiento y desfase temporal han transformado en una “singularidad social” en muchísimos aspectos.
El joven fotógrafo y artista visual Yoanny Aldaya fue uno de esos primeros en tomar los usos de la bandera estadounidense en la cotidianidad de los cubanos como eje alrededor del cual se articulan otros elementos de nuestra “rutina nacional” como son la propia moda, el comportamiento, la marginalidad, la pobreza y, en los últimos días, la contingencia sanitaria por la pandemia de coronavirus, cuando los jóvenes no han dudado en echar mano a los pañuelos como sucedáneo de las mascarillas, demasiado “feas”.
En estos tiempos de aislamientos, he podido dialogar extensamente con el artista, vía internet, y no solo recordamos el momento en que, amigos los dos de Luis Manuel Otero Alcántara, buscábamos darle un título a una serie de este último sobre la bandera estadounidense y se me ocurrió, en medio de una lluvia de ideas, proponer “Se USA”, algo que adoptó al instante y que además me ha valido la queja muy en broma de Yoanny Aldaya quien lo hubiera preferido para su excelente colección fotográfica que terminó por nombrar “We are Yumas”.
Ha ido enriqueciéndola durante años, image por imagen, con mucha paciencia y, lo más interesante de todo, con sus viejas cámaras réflex semi profesionales con las que, además, ha realizado buena parte de sus demás creaciones artísticas, todas de un cuidado conceptual exquisito que genera un espectro de significados asombroso, polémico, provocador, inquietante.
En el caso específico de la bandera estadounidense en la serie “We are Yumas”, Yoanny enfatiza el objeto como elemento en el vestir cotidiano de los cubanos y cubanas. La primera instantánea de la serie la tomó en 2010, de modo que lleva una década explorado en profundidad el tema al punto de parecer una obsesión.
“Cuando anunciaron lo de las conversaciones (diciembre de 2014) como que se desató una hemorragia del uso de este símbolo, amen de que ya se venía usando. (…) fue en ese momento, cuando me di cuenta que el uso del símbolo creaba una ambigüedad, en tanto prenda de vestir y representación política de un país del cual se esperaban relaciones que producirían ”cambios” para Cuba, aún sin saber quiénes saldrían en verdad beneficiados, si estarían incluidos esos cubanos de a pie que usan la bandera americana como pañuelo o como camiseta”, comenta Aldaya, para quien la bandera se ha convertido en marca de toda su obra, plena de contrastes, contradicciones sociales a pesar de mostrar situaciones consideradas “normales”. Pero ¿cómo logra captar estos instantes?
“Desde que comencé a hacer fotografía, a tratar de utilizarla como medio de expresión, fijé mi interés en los contrastes y no solo en mostrar lo que las personas conciben a partir de sus cánones de belleza (…). Considerándome un testigo de mi tiempo, entiendo que no puedo darme el lujo de hacer una fotografía vacía, que no goce de un fundamento crítico donde la crónica social pudiera propiciar una denuncia sobre el contexto histórico y social (…). Creo que la dramatización en mi obra se debe a esa obsesión que tengo de decir siempre la verdad, de intentar no omitir nada, al menos cuando estoy haciendo lo que más me gusta, es decir, fotografiar el entorno social que me rodea. Aunque también me resulta de gran ayuda ese, llamémosle surrealismo que vivimos constantemente que produce sin demasiado esfuerzo esos contrastes de lo que adviertes”, señala el joven artista para el que resulta esencial el elemento humano, su psicología.
“En mis series quiero enfocar aquellos aspectos que sirven para retroalimentar el discurso de mi obra y no solo la bandera, o en este momento la mascarilla, el ´nasobuco´, un objeto que está presente en el día a día de todos, del cual pudiéramos hablar en otro momento, así como de la serie que estoy haciendo sobre ese particular”, afirma Yoanny y continúa explicando:
“Para mí lo fundamental es el elemento humano y todo lo que engendra, su comportamiento, su psicología, sus inquietudes, el sufrimiento, los pareceres y cuanto lo hace ser como es y los que es, sin importar niveles sociales, políticos, económicos, generacionales, etcétera. (…) los cubanos por momentos padecemos exceso de protagonismo, pensamos que somos diferentes al mundo, y en parte pudiera ser cierto, pero como especie somos el mismo ser humano. Somos seres humanos que la idiosincracia, pero más la política nos hacen ver diferentes. La política es intrínseca en nuestra psicología. Creo que forma parte de nuestro fetichismo cultural (…). Lo esencial en mi obra es dialogar sobre inquietudes y diferencias dentro de nuestro contexto social, del comportamiento humano”.
Como a muchos artistas jóvenes cuyas obras resultan “raras”, “contestatarias”, “demasiado críticas” o “no alineadas” ideológicamente con las instituciones culturales estatales, a Yoanny Aldaya se le ha hecho difícil promover sus creaciones dentro de Cuba, no obstante, usa las redes sociales para difundirla internacionalmente, como su propia galería de arte.
“Mi lente no subvierte nada, no inventa, atrapa lo que hay, lo que encuentra mediante una búsqueda inagotable. Mi fuente son las calles y su gente (…). Estoy haciendo fotografía desde 2006, he participado en exposiciones colectivas y personales dentro de cuba, pero han sido muy pocas (…). Creo que a casi todos se nos hace difícil promover la obra internacionalmente desde las galerías institucionales, tengo un amigo que me dijo: ´lo que pasa en Cuba, se queda en Cuba´, y en parte tiene razón, son pocas las exposiciones que trascienden (…). También están los ´amiguismos´, los ´me caes bien o mal´, el que no tiene una ´actitud buena´ ante las instituciones, los grupúsculos, pero eso existe en todos lados. (…) Creo que las redes sociales funcionan muy bien en estas circunstancias. Uno es su único censor”.
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