LA HABANA, Cuba.- Una de las conquistas más importantes obtenidas por los trabajadores azucareros en Cuba, sin dudas, fue el Diferencial Azucarero, firmado en La Habana en julio de 1946, cuando el auténtico Ramón Grau San Martín fungía como presidente de la República.
Se trataba de un mecanismo que instaba al gobierno de Estados Unidos a aumentar el precio que pagaba por el azúcar cubano en la misma proporción en que aumentaban los precios de los bienes que Cuba importaba de su vecino del norte. El monto anual de ese ingreso adicional que recibía la isla era distribuido entre los trabajadores, colonos y hacendados del sector azucarero.
Así, por ejemplo, en 1946 solo los obreros azucareros recibieron ingresos adicionales por 29 millones de pesos, mientras que al año siguiente la cifra ascendió a 140 millones de pesos. En este último caso el aumento salarial fue de un 41.8% con respecto a los ingresos que obtenían antes de la existencia del Diferencial Azucarero.
Por supuesto que semejante bienestar experimentado por los trabajadores del sector azucarero repercutiría en los resultados de las zafras. La contienda de 1947 se convirtió en la mayor que Cuba lograba hasta ese momento, con un total de 5 millones 912 mil toneladas de azúcar. Al año siguiente caería ese récord, cuando se obtuvieron 6 millones 121 mil toneladas de ese producto.
La historiografía castrista reserva todos los honores por la creación del Diferencial Azucarero al dirigente sindical Jesús Menéndez y al economista Jacinto Torras, ambos de filiación izquierdista, y con frecuencia calla que todo contó con el visto bueno del presidente Grau.
Hoy, tras casi siete décadas del disfrute por los obreros del Diferencial Azucarero, el panorama que presenta ese sector productivo es desolador. La debacle habría comenzado, en lo fundamental, durante los años finales de Fidel Castro en el poder, cuando fueron cerrados la mitad de los centrales azucareros del país, lo que provocó una merma considerable de la producción azucarera, un desempleo masivo de obreros y especialistas de ese sector, así como el abandono casi total en que cayeron los bateyes -especie de barrios- que rodeaban a los centrales desactivados.
Un reciente reportaje aparecido en el periódico Granma da cuenta del descontento de los trabajadores y de la pésima situación que enfrentan los pobladores del batey del antiguo central Delicias, hoy Antonio Guiteras, ubicado en el poblado tunero de Puerto Padre.
Ahí se habla de trabajadores que perciben un salario fijo, sin estímulos adicionales, que evidentemente no alcanza para enfrentar la carestía de la vida. Y aunque ese central sigue activo, su batey ya no cuenta con el esplendor de antaño. Hay escasez de viviendas para sus pobladores, mal estado de los viales, poca disponibilidad de agua potable y problemas con el tratamiento de las aguas albañales.
La delegada del Poder Popular en el batey reconoció que “aquí no hay casi nada. Mucha gente se va porque hay pocas fuentes de empleo. La mayoría de los muchachos que estudian se marchan porque no tienen contenido de trabajo, y el politécnico local no garantiza ubicación para todos los que se preparan”.
La consecuencia de tan calamitosa situación son las últimas zafras azucareras, en las que a duras penas se alcanza el millón o un poquito más de toneladas de azúcar.
Ahora se anuncia un cambio de estructura en el sector azucarero del país, al eliminarse las empresas provinciales del azúcar, y convertir a los centrales en entidades agroindustriales independientes, con el pretendido afán de alcanzar una mayor eficiencia en la gestión agrícola e industrial.
Sin embargo, hay escepticismo acerca de los beneficios que pueda traer un simple cambio de estructura en el sector. La burocracia y el abandono en que el castrismo sumió a los azucareros cubanos harán que tarde mucho la hipotética recuperación.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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