LA HABANA, Cuba.- Uno de los historiadores cubanos que mejor ha interpretado la historia de Cuba a lo largo de cinco siglos, es Leopoldo Fornés-Bonavía (Cuba, 1938), uno de mis preferidos. La objetividad e imparcialidad política de este intelectual, en el exilio desde hace muchos años, ha podido guiar por los verdaderos senderos de nuestra historia, tanto a los cubanos dentro y fuera de la isla.
Entre todo los trabajos que ha realizado Fornés-Bonavía, a lo largo de su gran obra investigativa, vale destacar una conferencia que brindó con motivo del Centenario del 98, en la Fundación Hispano Cubana, en los meses de junio y julio de 1998, junto a un destacado grupo de conferencistas que analizaron la vida de los cubanos en el siglo XX.
Sobre la conferencia de Fornés-Bonavía, una acertada reflexión sobre el proceso de independencia en Cuba, de 1899 hasta 1921, es capaz de echar abajo toda una historia distorsionada, obra de Fidel Castro y divulgada al máximo por sus lisonjeros, estará dirigida mi crónica de hoy.
Cuando se refiere Fornés-Bonavía a la andadura de la isla a partir del 1ro de enero de 1898, no deja de reflejar, como algo esencial, que los gobernadores americanos sucesivos, John Brooke, Mayor General del Ejército de EEUU durante la guerra civil y el médico Leonard Wood, conocedores de la conciencia nacional que poseía Cuba y sobre todo de una personalidad propia ya formada y diferente de la española, promulgan una serie de leyes para beneficio de los cubanos, algo que nunca habían disfrutado, como el derecho a reunión, expresión, religión, e incluso el ¨habeas corpus¨.
Como algo muy nuevo para la época, ambos gobernadores contaron con los civiles ilustrados, sin dejar fuera a militares negros como Juan Gualberto Gómez, Martín Morúa Delgado, el general Agustín Cebreco y otros.
Entre los beneficios que vivió Cuba gracias estos gobernadores, estuvieron las ordenanzas sanitarias para la limpieza de alcantarillado, pozos negros, vehículos, viviendas, edificios, y sobre todo la instalación de inodoros, un lujo del que carecía el país. Con la ayuda de los descubrimientos del doctor Finlay se erradicó la fiebre amarilla y con la cooperación de Enrique José Varona, se pudo emprender una excelente reforma escolar.
En 1901, se inició una reforma política que devino en la elección de una Asamblea Constituyente, obteniéndose así la primera Carta Magna de Cuba, luego de separarse de España.
Aunque con defectos, según Fornés-Bonavía, con catorce votos a su favor y once en contra, el país pudo organizar unas elecciones libres y obtener un gobierno propio. El 31 de diciembre de 1901, todo un pueblo, apoyado por los militares cubanos y por los autonomistas, eligió a Don Tomás Estrada Palma, presidente de la República en armas desde 1876 y exiliado hacía 20 años en los Estados Unidos.
El gobierno de Don Tomás, con el apoyo de prestigiosos líderes civiles como el general Máximo Gómez, José Miguel Gómez, Alfredo Zayas, el general Manuel Sanguily y otros, en muy poco tiempo, con la ayuda de Estados Unidos, logró recuperar la economía de tal forma, que en 1905 había ahorrado 24 millones de dólares, gracias a su política de austeridad, mientras que la cifra de maestros superaba a la de los militares.
Señala Fornés-Bonavía, muy acertadamente, el auge que tuvo el comercio, en gran parte en manos de españoles y sobre todo, cómo gracias a las inversiones agrarias, industriales y azucareras de Estados Unidos, que poseían capital y tecnología, se pudo impulsar la industria.
No deja de comentar Fornés-Bonavía el triste final de Don Tomás Estrada Palma, cuando en su afán por continuar en el poder a partir de 1905, nombra un ¨gabinete de combate¨, desconociendo que ¨el hombre sólo goza un tiempo en esta tierra¨.
Cuando vio la oposición que se le enfrentaba, incluso a través de un movimiento encabezado por Máximo Gómez, envió un emisario a Washington, solicitando naves para controlarla. La respuesta no se hizo esperar:
¨Dígale a Don Tomás que ahora mismo los Estados Unidos le pueden enviar las naves, pero que no se olvide que de esa forma puede perder el inmenso prestigio que ha gozado siempre de su país¨.
Don Tomás se retiró del poder. Tenía 70 años. Murió dos años después, seguramente agradecido de aquella respuesta amiga.